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Sánchez busca reforzar su Gobierno y arrinconar al PP en Andalucía

Las elecciones tendrán claras consecuencias en la política nacional. Casado necesita salvar los muebles en la comunidad más poblada si quiere ganar en las generales

Susana Díaz interviene en el acto de inicio de campaña de las Elecciones Autonómicas.Foto: atlas | Vídeo: Alejandro Ruesga / atlas
Carlos E. Cué

Andalucía marca el ritmo de la política española con sus elecciones autonómicas del 2 de diciembre. Los cuatro principales partidos verán ahí cuál es su ubicación real en un mapa reventado por la moción de censura de junio. Todos esperan sacar algo positivo con consecuencias claras en la política nacional. Pedro Sánchez, esta vez aliado por necesidad con Susana Díaz, confía en que la debacle del PP que pronostican sus datos obligue a Pablo Casado a cambiar de estrategia y refuerce la recuperación del PSOE. El líder del PP confía en que salvará los muebles y disipará dudas internas. Albert Rivera augura que Ciudadanos confirmará por primera vez el ascenso que le predicen las encuestas y Podemos cree que mostrará que resiste mejor de lo esperado. Pero alguno de estos deseos tiene que fallar.

Es imposible gobernar España sin triunfar en Andalucía. Se puede hacer con un mal resultado en el País Vasco o en Galicia, otras nacionalidades históricas con carga simbólica pero pocos escaños a repartir, incluso teniendo una posición minoritaria en la populosa Cataluña —7,5 millones de habitantes— como ha demostrado el PP, pero sin Andalucía —8,5 millones— no hay nada que hacer. El recorrido por los resultados recientes e históricos demuestra que para llegar a La Moncloa desde las urnas hay que ganar o al menos acercarse al empate en Andalucía.

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En 2011, el momento cumbre del PP, el partido de Mariano Rajoy le sacó en las generales nueve puntos porcentuales y ocho escaños al PSOE. En las últimas generales, en 2016, el PP ganó de nuevo en Andalucía, todo un símbolo de su resistencia, que permitió a Rajoy seguir en La Moncloa hasta que fue destituido por una moción de censura tras la primera gran sentencia del caso Gürtel.

Por eso, porque buena parte de la partida política española se juega en Andalucía el 2 de diciembre, y también porque las andaluzas son las primeras elecciones después de la moción censura de junio, todos los partidos han tomado esta comunidad —donde vive casi uno de cada cinco españoles y se reparten 61 de los 350 escaños del Congreso— como el gran termómetro del giro político en España.

El entorno de Sánchez está convencido de que la política española va a cambiar mucho ese día. Creen que el PP tendrá un pésimo resultado, y Casado se verá obligado a revisar su estrategia de giro a la derecha. Dentro del PP hay muchas dudas también con la línea de Casado, y algunos veteranos están convencidos de que un muy mal resultado en Andalucía reavivará la tensión interna hasta las municipales y autonómicas de junio, en las que un fracaso importante sí pondría a Casado contra las cuerdas.

En el entorno del líder del PP están convencidos, por el contrario, de que el desgaste del PSOE en Andalucía es mucho más fuerte de lo que detectan las encuestas. Recuerdan esa pulsión de cambio que reflejan incluso los datos del CIS, y confían en el efecto Casado para dar un vuelco en la recta final de la campaña, una especialidad del PP.

Todos se juegan tanto que cada grupo político usa todo lo que tiene a disposición. El Gobierno, por ejemplo, aprobará hoy un gran plan para el Campo de Gibraltar que refuerza allí la presencia policial e incluye un programa de inversiones en una zona especialmente sensible en términos políticos, epicentro del narcotráfico y punto de llegada principal de la inmigración irregular.

El sueño de Ciudadanos

Casado, que no tiene ese poder, usa su única arma: la presencia y la hiperactividad. El líder del PP se instalará dos semanas en Andalucía y monopolizará la campaña, que centrará en asuntos sensibles en esta comunidad como la unidad de España o la defensa de la monarquía, al tiempo que recuperará su duro discurso sobre inmigración. Los socialistas, que han decidido hacer una campaña huyendo de temas nacionales y prácticamente sin presencia de Sánchez —uno de los pocos mítines que tenía está en el aire por una cumbre europea extraordinaria sobre el Brexit— tienen además en sus manos la Junta de Andalucía y el partido más fuerte de la comunidad, con una estructura capilar que echará el resto para no perder un poder que ocupa desde hace 37 años.

Mientras, Ciudadanos sueña con ser segundo, lo que constituiría un éxito arrollador, pero ya sabe que en el peor de los casos prácticamente doblará sus resultados de 2015, por lo que tendrá motivos para celebrar. Desde Andalucía Albert Rivera tratará de consolidarse como alternativa creíble para dar el golpe definitivo al PP en las municipales.

Podemos, aliado esta vez con IU para sumar fuerzas, busca mostrar que no es una anomalía, que ha venido para quedarse. Si lograra ser segundo en la cuna del PSOE, como dice el CIS —aunque pocos lo creen— Pablo Iglesias, pese a su distancia de la dirección andaluza, empezará a verse como el futuro vicepresidente.

El que más se juega en teoría es el PP, aún desconcertado por la pérdida del poder. Ha sido todo tan rápido que en los pasillos del Congreso los exministros todavía se sorprenden cuando atraviesan la habitual barrera de los periodistas y nadie les frena para preguntarles nada. Hace seis meses tenían que abrirse paso casi a empujones entre el enjambre de reporteros que buscaban unas declaraciones suyas. No es fácil acostumbrarse a ese silencio.

Las encuestas muestran la importancia de Andalucía. La media de ellas elaborada por EL PAÍS determina que el PSOE sacaría 11 puntos al PP, que algunos sondeos como el CIS elevan hasta casi 20. Eso supondría que los socialistas prácticamente doblan en votos a los populares, algo que, por mucho que se corrija un poco en las generales, en las que el PP siempre mejora su perspectiva en Andalucía, marca un panorama muy complicado para que Casado pueda recuperar en el resto de España esa diferencia andaluza.

Los problemas del PP en la otra gran bolsa de votos de España, Cataluña, donde ya está en niveles casi marginales, dificultan enormemente una victoria de los populares en las próximas generales si no logra frenar la sangría en Andalucía. Por eso, el nuevo mapa político español se empieza a dibujar en su comunidad más poblada.

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