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Del campo de fútbol al 'Aquarius'

Un ejército de 2.300 personas se prepara para recibir a los 630 migrantes que atracarán el domingo en Valencia

Personal de la Cruz Roja aplauden la llegada del 'Aquarius' a Valencia.Vídeo: Mónica Torres
María Martín
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María José Talaverano, de 36 años, es conserje de un campo de fútbol de Castellón y si convence a su jefe para que le dé el día libre será una de las primeras caras que verán los 630 pasajeros de la flotilla del Aquarius cuando desembarquen en el puerto de Valencia. Talaverano es voluntaria de la Cruz Roja hace dos décadas y es la coordinadora del equipo psicosocial que se moviliza en situaciones de emergencia como esta. Nunca ha hecho algo “tan grande” y está nerviosa. Su trabajo comienza con un sencillo “hola, bienvenidos, estamos para ayudar”, pero se mantendrá durante las 48 horas que durará la primera fase de la recepción. “Es importante estar presente. Hay que facilitarles su llegada y explicarles que esas ganas que pueden tener de llorar, gritar o correr son normales en su situación”.

El ejército de voluntarios, médicos, psicólogos, traductores y personal de apoyo suma ya cerca de 2.300 personas. Entre ellos hay 400 traductores, 120 policías autonómicos y una centena de guardias civiles para patrullar las aguas y que ningún pasajero salte del barco. Habrá también 356 funcionarios y agentes de la Policía Nacional, para identificar a cada uno de los pasajeros. Casi 200 de ellos vienen desde Madrid. Una de sus funciones será tomar huellas y fotografías a los recién llegados. Las autoridades han calculado que los agentes concluyan el trámite con cada migrante en 15 minutos. La labor policial debería darse por terminada en siete horas.

El dispositivo es enorme si se compara con las limitaciones de las organizaciones sociales y de la propia policía en las costas del sur de España, donde, hasta el 1 de junio, ya se habían rescatado 7.471 inmigrantes que intentaban alcanzar tierra firme en patera. Solo el viernes, se salvó de morir ahogadas a más de 600 personas, pero cuatro perecieron en el Estrecho.

El estatus que recibirán los 630 embarcados lleva dando que hablar toda la semana. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la vicepresidenta, Carmen Calvo, han coincidido en que se aplicará la ley, pero no en si algunos de los pasajeros será internado en los polémicos Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Marlaska dijo el jueves que los recién llegados no recibirían un trato diferente de los migrantes que llegan en patera a las costas españolas, pero que no se les ingresaría en un CIE. Horas después, Calvo no descartó el internamiento.

La ley de Extranjería permite conceder autorizaciones de residencia por “circunstancias excepcionales” y será esa fórmula la que se aplicará al pasaje nada más llegar. Tendrán un permiso temporal para quedarse en España de 30 días por razones humanitarias, por lo que no entrarán en España de forma irregular y tendrán tiempo de preparar su documentación, han confirmado fuentes de Interior. Junto a esa autorización y a quien lo solicite se le entregará una pre-solicitud de protección internacional, una cita con fecha y hora para formalizar con una entrevista su pedido de asilo.

Tendrán un permiso temporal para quedarse en España de 30 días por razones humanitarias

Esos procedimientos evitarán, en un principio, que alguno de los pasajeros acabe en un CIE en sus primeras semanas de estancia en España como sí ocurre con los llegados en pateras. Sigue sin descartarse, sin embargo, que un CIE pueda ser el destino –previo a su devolución– de migrantes que cuenten con una orden de expulsión anterior que lleve aparejada una prohibición de entrada a España. “La consideración de si es una entrada legal o no es fundamental para el destino de estos migrantes”, explica el abogado Francisco Solans, uno de los convocados para asistir a los recién llegados. “Ese permiso les da margen para que se analice su caso, para que puedan regularizar su situación o decidir si quieren irse a otro país”. Francia se ha ofrecido este sábado a trasladar y acoger en su territorio a aquellos que quieran asentarse allí.

La Cruz Roja ha diseñado un plan que contempla trasladar de inmediato al hospital a las seis embarazadas y a los enfermos. Este grupo además recibirá una tarjeta sanitaria que les garantice la asistencia cuando lo necesiten. Los 123 niños y niñas que viajan solos son el segundo colectivo que más preocupa. Para ellos, identificados con una pulserilla amarilla con una raya negra, se ha montado una carpa donde la organización Save the Children, entre otras, pondrá en marcha su protocolo de atención infantil. Se organizarán juegos libres y actividades guiadas, como hacer muñecos con globos y pintarse la cara, con un doble objetivo: que los más pequeños se sientan niños otra vez después de una travesía de siete días y diagnosticar, a través del juego, posibles traumas y problemas. “Una vez en Melilla atendimos a dos hermanas que venían solas. Era curioso ver cómo la más mayor, de solo ocho años, ejercía de mamá de la pequeña de tres con una responsabilidad absoluta. Cuesta romper ese vínculo y explicarle que es una niña, que tiene que jugar y no solo cuidar”, reflexiona Yolanda Carmona, una de las especialistas que estará desde hoy cuidando de los pequeños.

Tras esa primera acogida los menores serán separados por edades y distribuidos en los seis centros de recepción autonómicos. La red valenciana, así como la del resto de España, se ha visto saturada en los últimos años con la llegada de pequeños extranjeros no acompañados. En 2017 había 6.414 niños y niñas migrantes bajo la guardia de la administración, según datos de Save the Children. Es un aumento del 60,4 % frente al año anterior. Las organizaciones sociales critican cada año un sistema ineficiente que no consigue integrar, formar y regularizar a los menores extranjeros.

La red valenciana de acogida de menores, así como la del resto de España, se ha visto saturada en los últimos años

La Generalitat, que ha activado un plan territorial de emergencia para el desembarco, mantiene en secreto el alojamiento provisional de todos ellos. Quiere evitar “el circo mediático”. Los adultos solos, la mayoría del pasaje, irán juntos a un centro con capacidad de 500 camas. El Complejo Educativo de Cheste, a unos 30 kilómetros de la capital valenciana, se perfila como el lugar más adecuado para mantenerlos, al menos, la primera semana. En 1999 este centro sirvió para acoger 250 refugiados albanokosovares. Desde allí y dependiendo de sus circunstancias personales se les derivará a otros centros de Valencia y otras ciudades, la mayoría en manos de organizaciones sociales.

El viernes por la mañana el teléfono sonaba en el Centro de Atención a Refugiados del municipio de Mislata, dependiente del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. Al otro lado de la línea alguien preguntaba cuántas camas disponibles había para acoger a los pasajeros del Aquarius. “Si redistribuimos las plazas y las reservas podemos alojar hasta 24 personas si hay bebés que puedan dormir en cuna”, informaba el simpático director Felipe Perales. El hombre lleva 24 años al mando de este centro donde sirios y palestinos echan un cigarro antes de comer y familias enteras llegan con sus maletas en busca de un hogar limpio y seguro. Perales está estresado, pero más por las actividades del Día del Refugiado que se celebra el miércoles que por el Aquarius. “Redistribuir 600 personas es más que asumible. No me parece problemático”, mantiene. “Me preocupa más que la media para resolver un expediente de protección internacional esté en dos años y que seguimos sin un reglamento de asilo que les garantice derechos básicos como la educación, la sanidad o una vivienda”.

Talaverano pide disculpas por salir corriendo tras la entrevista. Tiene que volver al campo de fútbol, regar la hierba, recoger la basura que le dejen tras los partidos de la tarde y llamar a su jefe. Por fin le ha respondido el teléfono. Tiene un sí a medias. Si encuentra quien la sustituya un domingo de sol, estará en el Aquarius.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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