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Évry, el laboratorio urbano de Manuel Valls

El ex primer ministro francés, posible candidato en Barcelona, fue alcalde durante 11 años en una ciudad al sur de París

Marc Bassets
Valls, durante una visita a Évry en diciembre de 2016, cuando era primer ministro de Francia.
Valls, durante una visita a Évry en diciembre de 2016, cuando era primer ministro de Francia.G. VAN DER HASSELT (Getty)

El candidato llegó a esta extraña ciudad, en la que no había vivido y que conocía poco, enviado por la dirección de su partido de toda la vida, el socialista. Se dedicó a patear las calles, conocer a los vecinos y estudiar los problemas locales. Era un forastero, o un paracaidista según la jerga política, pero acabó ganando las elecciones municipales y siendo un alcalde popular durante once años.

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"Me volqué. Me instalé aquí antes de las elecciones. Mis hijos iban a la escuela ahí", recuerda Manuel Valls, que gobernó Évry, ciudad de 54.000 habitantes 35 kilómetros al sur de París, entre 2001 y 2012. "Al final, y lo digo sin pretensión, conocía mejor la ciudad que otros".

Ahora, cuando Valls (Barcelona, 1962) sopesa presentarse a la alcaldía de Barcelona en las elecciones de 2019, su experiencia al frente de Évry, puede ser un modelo.

Barcelona, con 1,6 millones de habitantes y una irradiación global, es difícil de comparar con Évry, una de las cinco ciudades nuevas en la región de París planificadas por el general De Gaulle en los años sesenta y construidas sobre terrenos rurales; una ciudad sin un centro reconocible y cuyos edificios más antiguos tienen menos de cincuenta años; un proyecto que un día fue futurista y hoy corre el riesgo de quedarse anticuado.

Barcelona no es Évry, pero Valls, que después de su etapa en Évry sería ministro del Interior y más tarde primer ministro, ya fue alcalde una vez. Évry, ciudad laboratorio desde su creación, fue a su vez el laboratorio de algunas de las políticas que el político de origen catalán aplicaría en el resto de Francia. Si existe el vallsismo —mezcla de estricto laicismo republicano y políticas de ley y orden, tercera vía social-liberal y un estilo, para muchos, polarizador—, fue en Évry donde empezó a tomar forma.

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Julien Monier, director el diario local Essone Info, sostiene que, cuando Valls dejó la alcaldía para ser ministro del Interior y primer ministro, sus políticas a escala nacional no sorprendieron a nadie en Évry. En materia de seguridad, por ejemplo, o de laicidad (el principio republicano que separa las iglesias y el Estado) eran parecidas. Évry fue la escuela, y un trampolín. "Utilizó Évry para decir: 'Conozco los problemas de los barrios populares, de las banlieues, porque he sido alcalde de Évry", dice Monier.

Excepto la vieja aldea a orillas del Sena, Évry se construyó en los setenta desde cero, un lugar donde las clases medias debían poder vivir, trabajar y divertirse lejos de la gran ciudad y rodeados de espacios verdes. "Los urbanistas, los sociólogos y quienes trabajaban en ello tenían carta blanca para realizar su utopía", dice Jacques Longuet, historiador local, colaborador de Valls en el Ayuntamiento, y adjunto al alcalde. La ciudad administrativa se inspiró en Brasilia, la capital nueva de Brasil construida unos años antes.

Longuet apunta que en los ochenta la ciudad sufrió un cambio duradero. Primero, por el paro masivo que se instaló en Francia en esta época y golpea ciudades como Évry. Segundo, por la llegada de inmigrantes extranjeros. Conviven unas 70 nacionalidades. Los problemas de Évry son los de todo el país: en muchos aspectos, es una micro-Francia.

A finales de los años noventa, relata Longuet, "la ciudad se estaba quedando sin aliento". La irrupción de Valls fue un revulsivo. Inició nuevos proyectos y la colocó en el mapa. La oposición reconoce este impulso inicial. "Cuando llegó, hizo un buen trabajo de campo, dio una buena impresión", dice Farida Amrani, del partido de izquierdas La Francia Insumisa. Tan buena impresión le causó que votó con él e incluso repartió propaganda electoral. Después cambiaría de opinión.

La popularidad de Valls alcanzó su cénit al ser reelegido en 2008 con un 70% de votos. Después, poco a poco se erosionó. El año pasado, Amrani se quedó a 138 votos de arrebatarle a Valls su escaño en la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas por el distrito de Essone, donde se encuentra Évry.

Hoy le reprocha que a partir de su segundo mandato girase a la derecha. Amrani habla de la política de seguridad "no suficientemente centrada en la prevención, y más en la represión", dice, y que supuso una multiplicación de los agentes policiales y la proliferación de cámaras de vigilancia. Le acusa de haber querido "cambiar la población de Évry" con al construcción de nuevos edificios altos en el centro para atraer a personas con más ingresos. Dice que dividió a los ciudadanos. Y evoca un episodio de 2009. Durante una visita a un mercadillo, Valls le dijo a un colaborador: "Bonita imagen de Évry. Ponme algunos whites, algunos blancos [usó las palabras inglesa y española]". El vídeo se hizo viral.

"A partir de este momento vimos que alguien que representa una ciudad como esta y se permite decir esto, es que no es honesto", dice Amrani. "Son los negros y los árabes quienes le votaron en su primer mandato, no los blancos".

Valls defiende sus políticas de seguridad como "progresistas". "La gente más humilde, los obreros que se levantan pronto, los jóvenes que pueden ser víctimas del tráfico de drogas, las mujeres solas, las personas mayores son las primeras víctimas [de la inseguridad]. Los que viven en los barrios ricos no tiene estos problemas, está protegidos", dice.

El exalcalde tampoco reniega el episodio en el mercado callejero. "Era una manera de hablar. En Évry se entendió perfectamente", dice. "Lo que es insoportable es el gueto". Aquel mercado, donde no se mezclaban las etnias, era, según este argumento, un ejemplo de lo que él quería combatir, la separación entre etnias, clases y religiones.

Si se presentase en Barcelona, Valls, que ha dejado de militar en el PS pero aún se considera de izquierdas, no sólo debería aprovechar sus lecciones de Évry, sino también las de la place Beavau y de Matignon, sedes respectivas del ministerio del Interior y del primer ministro. La lección más inmediata puede ser la inmersión en sus primeros meses de Évry. "No hay duda", dice. "Es la única manera de hacerlo".

Valls, sobre su posible candidatura a Barcelona: "Estoy muy animado"

Manuel Valls insiste en que todavía no ha tomado la decisión sobre su candidatura a la alcaldía de Barcelona. Se encuentra en la fase que, en la terminología de la política estadounidense, se llama de "exploración": cuando el pre-candidato medita si lanzarse a la carrera, y al mismo tiempo la prepara. La semana pasada estuvo cuatro días en la ciudad.

A la pregunta sobre cuál será la decisión final, responde: "Estoy muy animado". No da más indicios.

Algunos rasgos de la candidatura, todavía hipotética, empiezan a dibujarse. En una entrevista con el diario suizo Le Temps, a principios de mayo, declaró: "Quienes reflexionan sobre el futuro de Barcelona están obligados, vista la situación política y económica, a pensar en un proyecto que supere las fronteras partidistas, esto es evidente. En cierta manera, también se trata de superar el debate entre independentistas y no independentista".

Valls ha defendido una posición muy crítica con el independentismo —"no iré a decir que soy la tercera vía", dice— y, si se presenta, lo hará apoyado por Ciudadanos, el partido más beligerante en Catalunya en esta cuestión. Pero el exprimer ministro francés, criado en una familia de tradición catalanista y con afinidades reconocidas con los socialistas catalanes, desea una candidatura tranversal, que vaya más allá de un partido y su ideología, y considera que Barcelona puede ser la llave para romper el bloqueo catalán, de la división entre independentistas y no independentistas.

"Barcelona es parte de la solución, por lo que representa. No es sólo la capital de Cataluña. Es una de las capitales de España, de Europa, del Mediterráneo y del mundo. Lo que ocurra en Barcelona tiene que ser parte de la solución para encontrar de nuevo el diálogo y al convivencia".

Valls admite que el objetivo no es fácil, porque, en su opinión, "los independentistas, los separatistas querrán que esta polarización continúe el tiempo necesario". "Lo más preocupante en Barcelona", añade, "no son las divisiones políticas sino las divisiones en las familias, en la sociedad barcelonesa o catalana".

"Barcelona, la marca, su imagen, lo que representa, debe impulsar un proyecto que intente superar esta división. Esto esta claro", concluye. "Es una de las lecciones que estoy meditando".

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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