Macron, Rivera y el arte de aprovechar la ocasión
Semejanzas y diferencias entre el movimiento En marche!, del presidente francés, y el del partido español Ciudadanos
Todo fue muy rápido. Pasaba un tren a alta velocidad y Emmanuel Macron, entonces ministro de Economía en un Gobierno socialista, se subió a él. Era la primavera de 2016 cuando anunció la creación de un movimiento ciudadano, bautizado como En marche! (¡En marcha), para superar las viejas divisiones partidistas y romper los bloqueos que atenazaban Francia. Algunos consejeros le decían que esperase, que era pronto, que era imposible.
La operación se saldó con un triunfo rotundo. Un año después, en mayo de 2017, juraba el cargo como presidente de la República francesa, y en junio lograba una mayoría parlamentaria holgada en las elecciones legislativas.
Se ha querido comparar la plataforma España Ciudadana, presentada el domingo en un mitin en Madrid por Albert Rivera, líder del partido Ciudadanos, con En marche!, el movimiento que llevó a Macron a la presidencia francesa. Y hay similitudes. Empezando porque que Ciudadanos es hoy el partido español con más afinidades y contactos con La República en marcha, el partido heredero del movimiento En marche! Líderes jóvenes, una reivindicación del centrismo, un programa económico con políticas liberales, una voluntad ruptura con el duopolio de los viejos partidos de centroizquierda y centroderecha: los puntos comunes abundan.
También hay diferencias de peso. Por ejemplo, en la historia de cada partido: Ciudadanos, nació hace 13 años en Cataluña; En marche!, hace dos y con un programa para todo Francia. O en el perfil político e intelectual de ambos líderes, Rivera y Macron: “Rivera no es Macron… No tiene su talento”, decía hace un año Alain Minc, uno de los mentores del presidente francés. La paradoja, que Minc señalaba, es que En marche! reprodujo en parte el modelo de Ciudadanos, pero acabó superándolo, y alcanzó el poder, mientras que el partido español sigue en la oposición y sin cargos de gobierno relevantes, ni en el ámbito estatal ni autonómico ni municipal.
La plataforma España Ciudadana, en su aparente voluntad de abrir un partido a la sociedad civil desde un partido establecido, plantearía un recorrido inverso al de En Marche, que primero fue un movimiento ciudadano y después —una vez que Macron llegó al poder— un partido político.
En Marche! es un movimiento de características muy francesas, que hacen difícil reproducirlo en otro país. Tiene que ver con el sistema presidencialista y personalista de la V República, fundada por el general De Gaulle, que fue un hombre de movimientos —el gaullismo— más que de partidos. Macron reprodujo el gesto de De Gaulle, la conexión del líder más o menos providencial con los ciudadanos, soslayando la intermediación de los partidos políticos. Lo combinó con un modo operatorio vagamente inspirado en la campaña de Barack Obama de 2008 en Estados Unidos, con un ejército de voluntarios dedicados a encontrar y a escuchar a los votantes por todo el territorio.
Macron lanzó el movimiento el 6 de abril de 2016, en su ciudad natal, Amiens. Todavía era ministro del presidente François Hollande, aunque no militaba en el partido socialista. Tras décadas de malestar social y estancamiento económico en Francia, el joven ministro —entonces 38 años— proponía liberar las energías del país y ponerlo en marcha, como decía el nombre del movimiento. Cientos de voluntarios comenzaron una operación de puerta a puerta “no para convencer sino escuchar, entender las demandas y las esperanzas de los franceses para dibujar un diagnóstico del país”, como se lee en la web del partido. Este diagnóstico, presentado en octubre del mismo año —por entonces Macron ya había abandonado el Gobierno— fue la base del programa electoral.
En marche! incorporaba a políticos socialistas y de la derecha tradicional (en el discurso de Amiens Macron dijo que se podía militar en el PS o en la derecha, y al mismo tiempo en En marche!), además de profesionales liberales: la sociedad civil. Llamaban la atención en los mítines las banderas europeas: En marche! se presentaba más como un movimiento europeísta que un movimiento de patriotas.
El éxito se explica por motivos coyunturales: las querellas de los socialistas y la renuncia del presidente Hollande a presentarse; los escándalos que hundieron al candidato de la derecha, François Fillon; y la movilización del llamado campo republicano contra el Frente Nacional, viejo partido de la extrema derecha francesa. También había motivos estructurales, principalmente la crisis de los dos partidos, el PS y Los Republicanos. Como señaló en el diario Libération el historiador Jean Garrigues en el momento de la victoria de Macron, la vocación centrista de Francia, el espacio en el que podían reconocerse “dos de cada tres franceses”, como decía el presidente Valéry Giscard D’Estaing.
La operación contenía contradicciones: ¿cómo construir un movimiento de base y a la vez tan personalista como el de Macron? La debilidad del partido que se resiste a reconocerse como partido —La República en marcha está poco implantada territorialmente y está por ver si conseguirá ganar alcaldías de peso y gobiernos regionales— es uno de los riesgos.
“Tenemos que seguir siendo un movimiento… en movimiento”, decía hace unos meses en una entrevista Christophe Castaner, líder del partido. “No es sólo una cuestión semántica. Los partidos son monolitos, bloques, generalmente pirámides. Yo quiero un movimiento multiforme”.
Una lección de En marche! es que la capacidad de actuar rápido facilitó la victoria, como recordaba Minc en la citada entrevista. “Yo le dije: ‘Vas demasiado rápido, esto no funcionará, busca una base política local y prepara 2022’. Y él me respondió: ‘Te equivocas. Me describes el mundo de ayer. El sistema se ha descompuesto y caerá. Hay que recogerlo”. Reconozco que él tenía razón’”, decía Minc.
Y he aquí otra diferencia entre En marche!, y Ciudadanos y su plataforma: el primero era —y sigue siendo— un partido nuevo; el segundo tiene más de una década. Macron reconoció el momento y aprovechó la ocasión: entendió que el tren no volvería a pasar. Era ahora o nunca. La ocasión de Rivera, si ya no ha pasado, puede tardar más en llegar.
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