Espeleología a cielo abierto para limpiar un barranco de ruedas viejas
Medio centenar de voluntarios participa en una operación para retirar varios cientos de neumáticos de un barranco en la costa de Granada
Hace algunos años, al amparo de la noche, alguien puso su camión al borde del Barranco del Melonar, en la costa de Granada, abrió la caja del vehículo y dejó caer pendiente abajo varios cientos de neumáticos viejos. No parece que llegaran al mar, pero sí quedaron muy cerca, a unas decenas de metros. En apenas unos minutos, se ejecutó una maldad que ahora ha costado horas, sudor y un esfuerzo ímprobo revertir. Medio centenar de personas, algunas especializadas en espeleología, un equipo de protección civil, una planificación milimétrica de los riesgos y un esfuerzo físico brutal ha sido el capital necesario para limpiar un espacio que jamás tenía que haberse convertido en un basurero incontrolado de ruedas. Y se ha requerido un esfuerzo físico y logístico brutal por las condiciones especiales del barranco: 150 metros de desnivel, 50 grados de desnivel y, lo que complicaba la situación aún más, repleto de rocas de todos los tamaños procedentes de las voladuras realizadas algunos metros más arriba para construir una autovía.
A las seis y media de la mañana de este sábado, varios miembros del grupo de actividades espeleológicas de Motril (GRAEM) empezaron a desplegar cuerdas para conformar los dos tramos de tirolinas, de más de 100 metros de longitud entre ambas, que componían el elemento fundamental de esta peculiar operación de rescate. Hora y media después, se sumaría medio centenar de voluntarios, convocados por la Asociación Ecopuertos, responsable de la operación de desalojo de ruedas. Enrique Montero, presidente de Ecopuertos, esperaba sacar de allí "200, quizá 300". Al final, la cifra de ruedas encontradas ha llegado a los 600... Algunas de camión. Además, el fondo del barranco contenía también un arcón y dos frigoríficos. La magnitud de la basura ha obligado a dejar parte de los desechos para una segunda jornada en las próximas semanas.
El método de trabajo ha estado perfectamente diseñado. Dos tirolinas ocupaban las dos terceras partes del recorrido, "una vez descartadas otras maneras de sacar las ruedas de aquí". "Por barco, imposible; y en una cadena humana desde abajo hasta arriba, también imposible, por la inestabilidad que todas estas rocas sueltas", explica Montero. La primera tarea era agrupar al pie de cada tirolina los centenares de neumáticos dispersos por el barranco. A partir de ahí, de seis en seis, de siete en siete, los miembros del GRAEM —todos con un seguro específico para la ocasión— subían las ruedas a través de las dos tirolinas. En el último tercio, el más estable desde el punto de vista del suelo, pero no necesariamente el menos pendiente, el ascenso se ha hecho con una cadena humana. Arriba, ya en el llano, una furgoneta del Ayuntamiento de Gualchos-Castell, localidad al que pertenece el barranco, trasladaba las ruedas a un punto limpio municipal desde donde irán a parar a una cementera donde, tras haber sido molidos, serán utilizados como combustible.
Pero la operación de este sábado no es solo de limpieza; también quiere ser de investigación para dar con el culpable del vertido. Para ello, el trabajo ha incluido apuntar la marca, nacionalidad y modelo de cada rueda. Según Montero, con ello será posible conocer incluso la semana de fabricación. Marca, modelo y fecha debería, explica, ser suficiente para dar trazabilidad al neumático y, si es posible, llegar hasta el culpable de esta fechoría medioambiental. No obstante, explica Montero, otra posibilidad es que sean ruedas procedentes de una importación ilegal. En ese caso, descubrir al malhechor será casi imposible.
El destino final de los neumáticos una vez que son reemplazados en los vehículos son centros de recogida y clasificación que, por cierto, son sufragados con un canon que ya está incluido en el precio del neumático. Por eso, estas ruedas arrojadas cuesta abajo, o bien son importadas ilegalmente, o bien son el resultado de una estafa masiva a los clientes; estos han pagado un canon para que el taller ponga las ruedas en un circuito de reciclaje ya establecido y que el cliente ha pagado. Al no hacerlo y arrojarlas al monte, se está quedando con ese canon. A un delito medioambiental se suma otro de estafa.
Manuel Salinas, uno de los espeleólogos voluntarios, explica que está allí este sábado porque "me gusta el medioambiente y tenemos la obligación de cuidarlo". También ha estado toda la jornada, en este caso al pie del camión, Antonia María Antequera, alcaldesa de Gualchos e impulsora también de la actividad. Ella ha sido quien apuntaba los datos de las ruedas para luego pasarlos a la Guardia Civil y a las empresas fabricantes, a las que les va a pedir su colaboración. Antequera cuenta que un segundo objetivo de la limpieza es "evitar el efecto contagio de estos lugares". "Los incívicos creen que, como ya hay vertidos, pueden seguir haciéndolo. Al estar limpio, la gente se retrae", concluye.
Aunque no han caído al mar, la pregunta es inevitable. ¿Es peligroso que un neumático caiga al mar, cuánto tarda en degradarse? Enrique Montero explica que el problema no es su degradación o no. "Es un problema mecánico, de arrastre. El agua lleva la rueda de un lado a otro por el fondo marino y el neumático, a su vez, arrasa la vegetación… Es un desastre". En el caso de Gualchos-Castell, en el fondo marino crece el coral anaranjado o astroides calycularis, una especie preciosa pero amenazada que, realmente, lo último que necesita es que unos neumáticos se la lleven por delante.
Pescadores y agricultores, cuidado con el mar
Hace algunos años, Ecopuertos y los pescadores del puerto de Motril realizaron una experiencia interesante. En vez de arrojar al mar toda la basura que se quedaba en las redes, lo llevaron a puerto. Allí, la asociación Ecopuertos, realizó un cribado: no se trataba de sacar un número de toneladas sino de determinar qué tipos de objetos aparecían en los fondos marinos someros, de hasta 10 metros de profundidad. Se contabilizaron más de 42.000 objetos: lo más frecuente fueron cacharros procedentes de la pesca de caña (sedales, anzuelos y plomos); en segundo lugar, material procedente de explotaciones agrícolas y, finalmente, plástico de consumo doméstico como bolsas y botellas.
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