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Que la violencia no encuentre justificación

La disolución de la banda abre la disputa por contar su verdadera historia y evitar que se olvide

Elsa García de Blas
El entierro en Malpica (A Coruña) del guardia civil José Antonio Pardines, asesinado en junio de 1968.
El entierro en Malpica (A Coruña) del guardia civil José Antonio Pardines, asesinado en junio de 1968.EFE

El primer asesinato de ETA ocurrió dentro de un mes hace justo 50 años, y acaba de ser esclarecido. Fue el de José Antonio Pardines, guardia civil de 25 años, a quien quitaron la vida el 7 de junio de 1968. Durante décadas, ETA y la izquierda abertzale difundieron un relato según el cual los dos etarras que le mataron, Javier Etxebarrieta Ortiz, Txabi, e Iñaki Sarasketa dispararon a Pardines en defensa propia, cuando les detuvo en un control de carretera en Gipuzkoa, porque este sacó el arma primero. Los historiadores del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo acaban de aclarar este caso con el acceso a nueva documentación que demuestra que en realidad fue un crimen a sangre fría por los dos etarras, quienes acribillaron con cinco tiros en el torso a Pardines.

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La primera víctima mortal de ETA es un caso revelador en dos sentidos. Primero, porque ha estado medio siglo contándose mal. Solo ahora, la investigación que han coordinado Gaizka Fernández Soldevilla y Florencio Domínguez, condensada en un reciente libro, Pardines. Cuando ETA empezó a matar, ha podido clarificar las circunstancias de este asesinato que se contaba “como una especie de duelo de Far West”. Pero, además, porque casi nadie en Euskadi recuerda el nombre de José Antonio Pardines. Apenas el 1,2% de los vascos conoce que fue la primera víctima de ETA, según el estudio elaborado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo en 2017. A cambio, muchos sabrían decir una lista de etarras.

Este ejemplo lleva a Fernández Soldevilla a concluir que existe ya un cierto olvido del pasado. “Muchos de los adultos que vivieron el terrorismo están pasando página sin haberla leído, y los jóvenes, que no lo han vivido, no tienen ni idea. Esta ignorancia, este desconocimiento de la historia de ETA, les hace pasto fácil de propagandistas, de revisionistas, de versiones falseadas de la historia, y por tanto cabe la posibilidad de que el relato propagandístico, el discurso del odio, el caldo de cultivo en el que se creó ETA vuelva a resurgir”, alerta. “¿Si ni siquiera el primer asesinato de ETA se ha contado de forma correcta, cuántas cosas están todavía por contar, por investigar y por revisar?”, se pregunta.

“Es un fracaso que ETA protagonice su final. La responsabilidad es del Gobierno”, afirma Consuelo Ordóñez

La llamada “batalla del relato” no es un reto menor. “El relato y la memoria tienen una importancia extraordinaria”, reflexiona el exlehendakari socialista Patxi López, “porque al contar las cosas haces una valoración ética. Si nos olvidamos, construiríamos una sociedad amoral. La memoria también es un muro que se levanta para impedir que en este país volvamos a los tiempos oscuros”.

Las resoluciones de conflictos políticos violentos dan lugar a una discusión sobre la reconstrucción del pasado a veces tan intensas como el conflicto mismo. El terrorismo de ETA no es una excepción. En la historia sobre la violencia de la banda ya hay “mentiras, medias verdades, mitos y zonas oscuras”, afirma Fernández Soldevilla. Un mito recurrente es el de que ETA comienza a matar a consecuencia de la represión franquista porque esta fue especialmente dura en Euskadi. Pero las mayores cotas de asesinatos se produjeron en el sur y en el oeste de España, donde no hubo terrorismo. “Ese mito es uno entre cien”, subraya el historiador.

Palabras a desterrar

En España apenas hay asunción del lenguaje propagandístico o tergiversado de la banda terrorista para blanquear su historia, pero fuera de nuestras fronteras aún cala todo un léxico que viene a plantear el terrorismo de ETA como un conflicto entre dos bandos enfrentados, uno de los cuales sería el Estado español opresor. Términos como conflicto, lucha armada, bandos, se siguen utilizando en las informaciones. En algunos medios internacionales se habla de ETA como grupo separatista. Separatista es su ideología pero sus métodos son terroristas. Sería como llamar al ISIS grupo musulmán.

ETA ha pretendido disolverse blanqueando su historia. Las víctimas están especialmente alarmadas con esto, sobre todo tras los comunicados en los que ha tratado de justificar su violencia y ha pedido perdón distinguiendo entre unas y otras, que han vivido como una “humillación”. Y ante un acto de disolución de la banda en el que “la protagonista del final de ETA es la propia ETA”, denuncia Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco y hermana de Gregorio Ordóñez, concejal del PP asesinado por la banda terrorista en 1995. “No es un final casual, se le ha consentido, se le ha dejado. Es un final sin vencedores ni vencidos”, se queja. “Que ETA sea protagonista de su final es el mayor fracaso del Estado de derecho. La foto que exigimos de la derrota de ETA solo puede estar protagonizada por las fuerzas y cuerpos de seguridad. Que den la orden de detener a los 10 etarras que quedan libres”, reclama. “No evitaron el circo del desarme y tampoco este. Hay un responsable: el Gobierno de España”.

El filósofo Daniel Innerarity tiene una visión diferente de cómo termina ETA. No cree que la banda salga victoriosa en su final. “Todo el mundo sabe que ETA no ha conseguido nada positivo matando, y no ha conseguido nada dejando de matar, ningún logro político. Otra cosa es que la escenificación que ellos hagan no van a quedar demasiado mal. Y no tenemos ningún instrumento ni ninguna razón para no tolerar eso”, reflexiona. El pensador vasco ha sido llamado a exponer su visión en la ponencia que trabaja desde hace un año en el Parlamento Vasco sobre Memoria y Convivencia. A la hora de escribir colectivamente la historia de la violencia de ETA, aboga por contarla desde el ángulo de las víctimas. “La principal fuerza transformadora de la memoria consiste en remplazar la narrativa de las gestas por la narrativa de los sujetos pacientes”, considera.

Esa enorme empresa, la de construir una historia y una memoria justas, la tiene el Parlamento Vasco en esa ponencia que pretende alumbrar sus trabajos antes de que acabe esta legislatura. A pesar de la ausencia del PP, que se excluyó porque EH Bildu, que sí participa, no condena la violencia de ETA, la intención es un consenso amplio para “no cerrar en falso la historia”, explica su presidenta, Ana Oregi (PNV). “No podemos construir el futuro olvidando el pasado reciente de dolor y sufrimiento. Tenemos que sentar las bases y las garantías de no repetición”. Los trabajos avanzan sin prisa y de forma discreta (las reuniones son a puerta cerrada), aunque no sin dificultades, porque “las heridas están muy abiertas”, reconoce Oregi. Víctimas, memoria, política penitenciaria y convivencia son los cuatro bloques que estudian todos los grupos parlamentarios salvo el PP.

"Las heridas aún están abiertas", dice Ana Oregi, del PNV

La educación, otra de las claves, comienza a dar pasos. El Gobierno acaba de elaborar una unidad didáctica sobre historia del terrorismo para estudiantes de 4º de secundaria, que está previsto que se imparta el curso que viene en toda España.

“Si dentro de un tiempo, al explicar a nuestros hijos lo que ha pasado en el País Vasco durante estos años tuvieran dificultades para entender que aquí se mató por ideas políticas, que hubo asesinatos, torturas y estrategias deliberadas de imposición y exclusión, si aquello les resultara literalmente algo increíble, eso significaría que las cosas han ido bien”, apunta el filósofo Innerarity, que concluye: “Una sociedad no supera la violencia ni mediante el olvido ni mediante la memoria, sino cuando la violencia se le ha vuelto literalmente incomprensible”. Esa es la tarea.

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Sobre la firma

Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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