Los obispos vascos y navarros piden perdón por sus “complicidades” con el terrorismo de ETA
Los prelados solicitan el acercamiento de presos pero "de forma que las víctimas del terrorismo no se sientan humilladas"
Los obispos del País Vasco, el arzobispo de Navarra, y el prelado de Bayona (Francia) impusieron su voz respecto a la posición oficial expresada dos horas antes, en conferencia de prensa, por el portavoz de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo. “Somos conscientes de que se han dado entre nosotros complicidades y omisiones por las que pedimos sinceramente perdón”, dijeron. La declaración causó desolación entre varios prelados.
Apenas cuatro horas después de que se conociera el comunicado de ETA, los tres prelados del País Vasco español (Bilbao, Vitoria y San Sebastián), más los dos de Navarra y el de Bayona emitían un largo comunicado, que muchos de sus compañeros reconocieron más tarde desconocer pese a que todos ellos asistían desde el lunes pasado a una asamblea plenaria en Madrid. Ni siquiera se esperaba el comunicado, lamentó uno de los presentes.
Lo cierto es que los obispos españoles han vuelto a hablar con sensibilidades distintas ante el problema del terrorismo etarra. Media hora antes del mediodía, el portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, abandonó el plenario para afirmar, en primer lugar, la alegría por la anunciada disolución de ETA, con la severa advertencia de que toda “petición de perdón exige un compromiso de reparación”.
Apenas una hora más tarde irrumpió el largo comunicado firmado por el arzobispo de Navarra, Francisco Pérez González, los tres obispos del País Vasco (Mario Iceta, de Bilbao; José Ignacio Munilla, de San Sebastián; Juan Carlos Elizalde, de Vitoria), además de Marc Aillet, prelado de Bayona (Francia), y el obispo auxiliar de Pamplona, Juan Antonio Aznárez. “A lo largo de todos estos años, muchos de los hombres y mujeres que conforman la Iglesia han dado lo mejor de sí mismos en esta tarea, algunos de forma heroica. Pero somos conscientes de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades, omisiones, por las que pedimos sinceramente perdón”, señalaron.
Inmediatamente, la posición oficial del episcopado pasó a segundo término y el foco se centró en ese párrafo. La disolución de ETA “es la victoria de la democracia y de toda la sociedad española”, había afirmado el portavoz de la CEE. “La gran tarea que queda es la reconciliación; es el trabajo más difícil, más costoso y que lleva más tiempo, el que exige más generosidad. La Iglesia ha ayudado y seguirá ayudando para que sea posible un clima de entendimiento y convivencia pacífica del pueblo vasco y la sociedad española. El sufrimiento no termina con una declaración de que ha acabado la pesadilla horrible, de sangre, de utilización de una violencia siempre maligna”, añadió.
Por su parte, los prelados del País Vasco, Navarra y Bayona consideran que la “deseada” disolución de ETA “ofrece nuevas posibilidades para la normalización” y defienden que es el momento de “atender las peticiones de los familiares de los presos inmersos en diversas necesidades humanitarias”. Recalcan también la importancia de que el “retorno de los excarcelados a sus lugares de origen se realice de forma que las víctimas del terrorismo no se sientan humilladas”, en referencia a los homenajes que ha organizado la izquierda abertzale para recibir a presos excarcelados.Los obispos vascos también muestran su solidaridad con todas las víctimas de la violencia y con sus familiares y, “de un modo especial”, con aquellos cuyos atentados no han podido todavía ser esclarecidos.
Las discrepancias del grueso del episcopado español frente a los prelados vascos viene de lejos, pero tuvieron su momento más delicado cuando en 2002 emitieron una pastoral advirtiendo contra la ilegalización de Batasuna. El entonces presidente Aznar calificó de inmoral la posición del episcopado, sin distinción, un conflicto que la CEE se vio obligada a zanjar haciendo su propia pastoral. Hasta el nuncio del Vaticano en Madrid terció en la disputa. No llegó a condenar la pastoral vasca, pero sí dijo que tenía “aspectos de inoportunidad”.
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