Desmontando tópicos sobre el cupo vasco
El foco de la desconfianza hacia los nacionalismos se ha extendido a Euskadi y más específicamente a su modelo de financiación
El desafío y la deslealtad al Estado del independentismo catalán ha generado unas secuelas de desconfianza generalizada en España hacia los nacionalismos. El foco de esa desconfianza se ha extendido a Euskadi, gobernada por nacionalistas y socialistas, y más específicamente hacia su modelo de financiación, el Cupo, cuya renovación convalidó ayer el Congreso. El secretismo de las negociaciones entre el Gobierno del PP y el PNV para acordar el Cupo así como la contrapartida pagada por los nacionalistas vascos, nada menos que el apoyo a los Presupuestos del Ejecutivo, han contribuido a generar, a derecha e izquierda, la sensación de que Euskadi es una comunidad privilegiadamente financiada por el Estado.
En realidad habría que hablar de aumento de la desconfianza porque desde que irrumpió la recesión económica algunas comunidades autónomas con problemas financieros, y Ciudadanos, que ha hecho bandera del uniformismo, ya reabrieron el debate político sobre el “privilegio vasco”.
Ante la amenaza a esta singularidad, hace ya dos años Pedro Luis Uriarte, el consejero de Economía del Gobierno vasco que en 1981 pactó la Ley del Concierto y Cupo con el ministro de Hacienda, el fallecido Jaime García Añoveros, publicó un extenso libro para desmontar tópicos muy extendidos y reavivados estos días.
Recordaba, en primer lugar, que el Concierto es una cuestión política. Otorga soberanía fiscal al País Vasco y es su forma de vinculación con el Estado español que deriva de un pacto bilateral con 137 años de vigencia, sólo suspendido para Bizkaia y Gipuzkoa durante la dictadura franquista. Es el meollo del autogobierno vasco, suele decir el lehendakari Urkullu. Uriarte recuerda, además, cómo en 1980, Cataluña pudo disponer del Concierto y lo rechazó. Y en 2000 fue Artur Mas, siendo consejero de Hacienda de la Generalitat, quien volvió a rechazarlo en la encuesta de una revista económica. Es impopular recaudar impuestos.
El Cupo, derivado del Concierto, es, además, un sistema de riesgo. Si la economía vasca va mal y su hacienda recauda menos, Euskadi se financia con emisión de deuda autonómica. No dispone del colchón de un Estado que hasta 2015 había prestado 209.000 millones a las comunidades para cubrir su déficit.
También está extendida la idea de que, gracias al “privilegio” del Cupo, los vascos pagan menos impuestos que la media española. Es lo contrario. Uriarte señalaba que los tipos impositivos vascos son más altos en sociedades que la media, mucho más aún en IRPF mientras se paga un impuesto, desaparecido en otras comunidades, como el de patrimonio.
Conviene insistir en que en Euskadi hay recaudaciones más altas porque hay tipos más elevados, más PIB, menos economía sumergida y una hacienda muy rigurosa. No por la existencia del Cupo. El problema no está en Euskadi. Está en que el Estado no financia suficientemente a las comunidades autónomas que soportan los servicios públicos más importantes y costosos.
Finalmente, tampoco tiene sentido reprochar que la convalidación del Cupo se haya adelantado a la renovación del modelo de financiación común cuando se produce con siete años de retraso.
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