“Los que queman Galicia son gallegos y eso duele”
Agentes forestales y propietarios de tierras reparten culpas entre el uso irresponsable del fuego, los intereses económicos y la falta de medios
Un resoplido, un suspiro de casi agobio, es lo primero que expresa quien escucha la pregunta: ¿por qué en Galicia hay tantos incendios? ¿Por qué hay más que en casi ninguna otra parte de Europa? El aire lo toman quienes están familiarizados con el asunto y saben, antes de arrancar a hablar, que la respuesta -las respuestas- son complejas. Ninguna completa y casi todas susceptibles de debate.
Tras años de azotes los gallegos comienzan a ponerse de acuerdo en algunos puntos. Por ejemplo, el que señala que casi todos los fuegos en Galicia son intencionados. Tras ellos está la mano humana, ya sea por negligencia, intención o pura maldad.
Están de acuerdo los gallegos también en que, habiendo quien está dispuesto a plantar fuego, monte no le va a faltar. Galicia es una de las regiones de Europa con mayor masa forestal. Es decir, con condiciones climáticas secas es un escenario idóneo para propagar un incendio. O varios.
Estas condiciones parecen ir a más. Los llamados días de factor 30 (más de 30 grados de temperatura; menos de 30% de humedad y más de 30 km/h de viento) son, cada año, más numerosos y, sobre todo, se dejan ver en meses que se alejan del verano, como ha ocurrido el pasado domingo, en pleno octubre. En estos días los incendios avanzan de forma más veloz que una persona esprintando y se reproducen como si estuvieran cayendo sobre Galicia bombas incendiarias.
“La Xunta no está aplicando estas leyes correctamente. Y esto puede ser porque no quiere enfrentarse a la Galicia rural, que le da muchos votos”
El primer debate aparece cuando hablamos de en qué estado está esta masa forestal. Para la mayoría de gallegos hay mucho que mejorar. “Tenemos un monte dividido en parcelas privadas minifundistas que se multiplican hasta lo incontable y la mayoría de ellas están abandonadas por propietarios que se han ido a vivir a las ciudades”. Lo explica Diego Sánchez, coordinador del Área de Montes del Sindicato Labrego Galego (SLG). “Precisamente, donde esto no ocurre, donde hay cooperativas que cuidan el monte o multipropiedades, apenas hay incendios”. Es el caso de la Mariña de Lugo, al norte de Galicia.
En los incendios del pasado domingo, la mayoría de casas afectadas fueron, precisamente, aquellas deshabitadas o descuidadas, que estaban rodeadas de maleza o árboles.
“Los propietarios han perdido el interés en sus parcelas porque solo están centrados en sacar un beneficio relacionado con la madera. No hay campañas de información o sensibilización para variar plantaciones o cuidar las parcelas de monte”, dice Diego.
Xosé Santos, vocal del Consello Forestal de Galicia, añade: “Hemos perdido el mosaico en nuestros montes. Ese que alternaba bosques, cultivos, ganado y que se cuidaba entre sí en forma de cortafuegos. Ahora ya no hay ni bosques, solo plantaciones forestales”.
Esta realidad de un monte casi combustible de incendios se da a pesar de que la Xunta de Galicia lleva años regulando el uso del monte. “Existe leyes que obligan a mantener las parcelas sin maleza, a que no haya árboles a menos de 50 metros de las viviendas y a podar. Pero no se cumplen”, dice Diego. Y he ahí uno de las claves de por qué Galicia arde.
“La Xunta no está aplicando estas leyes correctamente, no está haciendo una vigilancia exhaustiva. Y, sobre todo, no está ejecutando las denuncias que les llegan. Y esto puede ser porque no quiere enfrentarse a la Galicia rural, que le da muchos votos”, añade Diego.
Manuel Núñez es propietario pontevedrés de varias parcelas de monte. “Claro que nadie cuida sus trozos de monte. Muchos van a ver las parcelas cada diez años, otros no tienen dinero ni tiempo para desbrozar. Y a otros simplemente es que no les da la gana subir al monte a desbrozar en invierno, ya que la Xunta nos prohíbe ir en verano”.
"¿Cómo va a ir la gente a desbrozar el monte en invierno con el frío y la lluvia? Más rápido es prenderle fuego"
Desde el gobierno gallego han afirmado en numerosas ocasiones que, pese a que cada año se vigilan más, es materialmente imposible llegar a cada uno de los miles de propietarios.
“Esta imposibilidad o esta negativa a limpiar el monte hace que algunos propietarios usen el fuego para ahorrarse la limpieza o la posible multa. Y aquí tenemos uno de los factores claves de por qué hay tantos incendios en Galicia”. Lo afirma un agente forestal gallego con más de 20 años de experiencia y que pide no dar su nombre. “Este es un tema tabú en Galicia y la gente prefiere echar la culpa a todo menos a nosotros mismos. Y mira, te voy a decir una cosa: aquí nadie viene de fuera a plantarnos fuego. Ni tampoco viene de Portugal o aparecen de la nada. Los que queman Galicia son gallegos. Y eso duele escucharlo".
El uso irresponsable del fuego
Xosé Santos, del Consello Forestal, participó hace años en un trabajo de campo en el que se intentaba dilucidar los motivos de los incendios forestales en Europa. Él, junto a otros compañeros agentes, era el encargado de trabajar sobre el terreno en Galicia. “Yo iba por parroquias preguntando por qué había habido un fuego. En una me decían: ‘Uy rapaz, es que vinieron los hijos de unos emigrantes y tenían que mirar dónde están las lindes para vender’. En otro incendio me dijeron: ‘Para limpiar la maleza’. En otro porque había alimañas y lobos. Y así decenas de motivos. La conclusión es que se sigue usando el fuego en Galicia como herramienta. Y esto es un factor clave”.
Está de acuerdo el agente forestal. “En mi distrito hubo tres incendios este fin de semana. Dos fueron provocados por ganaderos y otro por cazadores. Aquí en Galicia todavía hay muy poca formación y educación. Todavía queda muchísimo de ‘el monte es mío y lo quemo si quiero’, por ignorancia o por simple cabreo con la Administración”.
Diego Sánchez, del SGL, discrepa. “Creo que el uso del fuego como herramienta rural es algo del pasado. Y mucho menos si hablamos de pirómanos o delincuentes. En ningún caso aquí hay más pirómanos que en otros sitios ni tampoco están organizados. Hablar de terrorismo incendiario es desviar la atención sobre los verdaderos intereses del fuego: los económicos”.
¿Está el dinero detrás?
Cree que sí Diego. “Hay un interés por el monocultivo de eucalipto”. Un interés que, según Diego, tiene relación directa con empresas gallegas de celulosa.
La teoría la apoya Xosé Santos, del Consello Forestal. “En 1992 la el conselleiro de Medio Ambiente, Carlos del Álamo, aprobó un plan forestal para Galicia que se extendía hasta 2032. El plan recogía la plantación de 250.000 hectáreas de eucalipto. Bueno, pues en el año 2000 ya había 300.000 y ahora hay casi medio millón. Hoy Carlos del Álamo es consejero de una empresa de celulosa”.
"Aquí en Galicia todavía queda muchísimo de ‘el monte es mío y lo quemo si quiero"
El eucalipto es un árbol que prende y combustiona de una forma muy rápida, propagando los incendio a una velocidad mucho mayor que especies autóctonas como el castaño o el roble. La falta de cuidados en los eucaliptales hacen que no estén podados y se den incendios de copas, esto es, llamas altas que pueden saltar de una foresta a otra en distancia de hasta 500 metros.
El supuesto interés de las empresas de celulosa por los eucaliptos es que es una madera más barata para hacer papel. Pero el agente forestal no está de acuerdo: “Es una teoría de la conspiración. A las empresas de celulosa le sobran eucaliptos y hace años que la Xunta frenó la plantación. Además, procesar la madera quemada es más costoso que hacerlo con la sana. ¿Por qué querría estas empresas incendios?”.
“Yo no digo que los quieran”, replica Xosé. “Pero sí quieren eucaliptos. Y su masiva presencia ayuda a los incendios”.
Los recortes y las privatizaciones
¿Hace Galicia lo suficiente contra los incendios? ¿Es la falta de medios otro factor que explica el fuego galaico?
Otra vez hay debate. Para el agente forestal más no se puede hacer. “La Xunta invierte unos 140 millones de euros al año contra los incendios. Tenemos un equipo contra el alto riesgo que está dispuesto casi cinco meses al año. Pero cuando el riesgo es extremo, como el pasado domingo, es materialmente imposible llegar a todas partes. A no ser que queramos invertir 300 millones de euros al año, claro”.
El conselleiro que aprobó la plantación de eucaliptos en 1992 (árbol idóneo para haer papel) es hoy consejero de la empresa de celulosa más importante de Galicia
Está relativamente de acuerdo Xosé Santos, pero matiza. “Tenemos una buena inversión en extinción, pero no en prevención. No hay políticas de sensibilización e información, como sí las ha habido en Francia o Alemania y han casi solucionado el problema. No hay interés en ejecutar la ley y tener mano dura. Hay un enorme desinterés”.
Otra crítica que Xosé lleva a cabo es la contratación de brigadas forestales temporales a través de empresas privadas. “Es un asunto que hace mosquear, que forma parte de la economía del fuego”. El agente forestal replica: “Las empresas helitransportadas cobran lo mismo haya incendios o no. Igual que las brigadas, que son contratada cinco meses al año y que, por cierto, estaban contratadas el pasado domingo. Hay que sacar ya los incendios de la vida política”.
Hay más consenso cuando se habla de intereses urbanísticos. “Urbanizar un monte quemado es imposible a día de hoy. Eso a pesar de la modificación de la Ley. De hecho, es que no ha habido un solo caso desde que se aprobó la ley”, dice el agente forestal. Xosé coincide: “Está muy regulado. Creo que es desviar el tiro”.
Manuel Núñez, el propietario pontevedrés, concluye: “Sea por lo que sea, este es nuestro terrorismo. El que nosotros sufrimos. Y hay que arreglarlo ya. No podemos más”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.