Naveed ya está en casa
Un matrimonio acoge a un solicitante de asilo de 19 años, huido de su país por amenazas y que perdió cuatro dedos en el viaje
Cuando Naveed Muhamad Jutt salió de su hogar de Punjab camino del trabajo el 2 de enero de 2016, no sabía que emprendía entonces un viaje de 28 días hacia Europa. "Llegó mi papá y me dijo que debía salir de Pakistán. Que era por mi seguridad", cuenta el joven de 19 años, antes de arrancar un relato que recorre Irán, Turquía, Grecia y, finalmente, España. Un trayecto plagado de "mafias" y "secuestradores", en el que perdió cuatro dedos de la mano derecha y que acabó, casi un año y medio después, en un adosado de Aranjuez, un municipio de casi 58.000 habitantes al sur de Madrid. Aquí, desde finales de junio, vive este solicitante de asilo. En casa de María Jesús Vals y Patxi Iriondo, un matrimonio de 59 y 63 años, respectivamente.
Con el drama de los refugiados como telón de fondo y con el Mediterráneo convertido en un cementerio —5.000 migrantes murieron ahogados en 2016, según la ONU—, esta pareja decidió dar un paso adelante hace unos meses y plantearle a Naveed, con el que habían trabado una relación de amistad antes, que podía irse a vivir con ellos. "Lo hablamos. Y le contamos que debería respetar una serie de normas de la casa, como colaborar con las tareas domésticas", recuerda Vals, pedagoga y profesora de un centro de enseñanza para adultos. "Hay que ser solidarios. Es una casualidad que unos hayan nacido aquí y otros allí", señala Iriondo, maestro de primaria.
El matrimonio, que tiene dos hijas de 25 y 27 años que viven Londres, se ha convertido en la práctica en sus padres adoptivos. Le enseñan matemáticas y lengua. "Ahora estamos con las matemáticas básicas. Aunque él ya se sabía toda la tabla de multiplicar cuando llegó", subraya el marido sobre un joven que dejó la escuela cuando tenía 12 años. "Creemos que el estudio es fundamental y somos muy insistentes con ello. Pero es lo más complicado, porque no tiene ni hábitos ni estrategia. Pero pensamos que su integración real a largo plazo pasa por formarse, para que pueda acceder a un mejor empleo", apostilla María Jesús.
Patxi conoció a Naveed en un campo de refugiados de Lesbos, donde colaboró como voluntario a mediados de 2016. "Nos sentábamos juntos por allí. Pero tampoco hablábamos mucho porque él apenas sabía inglés y español. Y yo, claro, no hablaba nada de urdu", rememora el sexagenario. El chaval había desembarcado en la isla griega hacia ya unos meses —el 30 de enero—, tras abandonar su casa tras las amenazas y agresiones de una parte de su familia.
Según cuenta el paquistaní y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), un conocido de un poderoso clan local —"que tiene dinero y que conseguía que la policía no interviniera"— quería quedarse con la huerta de su padre y emprendió una cadena de ataques contra Naveed y su hermano. "Su primo llegó a atropellarlo con el coche", apunta Vals sobre una situación que se volvió insostenible. Su vida peligraba, afirma el joven: "Fue cuando mi papá me dijo que me tenía que ir. Y vendió cosas de casa para poder costear el viaje".
Las cifras de un sistema colapsado
- Asilados de Pakistán. Según los últimos datos del Ministerio del Interior, 185 paquistaníes solicitaron protección internacional en España el pasado año: 133 hombres y 52 mujeres. El 95% de estas peticiones se admitieron a trámite.
- El pacto con Europa. El Gobierno acordó hace dos años con Bruselas que, antes del pasado 26 de septiembre, acogería a 17.337 refugiados procedentes de otros países de la UE o de fuera de ella. Cumplido ya el plazo, solo llegó un 11% del cupo prometido: 1.089 desde Grecia; 190 desde Italia; 198 desde Turquía; y 506 desde Líbano.
- Sistema colapsado. En España, la respuesta a la petición de asilo tarda dos años o más. Y, además, la respuesta no suele ser muy positiva: el año pasado solo se concedió la condición de refugiado a un 3,4% de los solicitantes —frente al 41% de Alemania o el 21% de Francia—, aunque la cifra sube al 67% si se añade la protección subsidiaria, una modalidad de segunda categoría que otorga menos derechos.
El 2 de enero de 2016 salió rumbo a Europa. Su familia pagó 2.500 euros a las mafias por el trayecto hasta Turquía. Fue en bus, en coche —"nos metíamos muchísima gente en ellos y hasta cuatro o cinco personas en los maleteros"— y andando. "Por la noche, caminábamos, caminábamos y caminábamos", repite el chico, al que secuestraron en Irán, junto a otros miembros del grupo con el que viajaba. Los llevaron a una cueva, los ataron y les robaron el dinero y los teléfonos. "Después se fueron y con la boca logramos romper las bridas", detalla Naveed, que cuenta cómo retomaron de nuevo el camino y cómo, en la frontera con Turquía, uno de sus compañeros se cayó y tuvo que cargarlo sobre el hombro. "Todo estaba helado. Pero yo solo pensaba en que era una persona y que no podía dejarlo allí". Del frío, se le congeló la mano derecha.
En Turquía trataron de curarlo. Pero la gangrena avanzaba. Y así, con un brazo envuelto en calcetines, se lanzó al Mediterráneo el 30 de enero. Aunque, para poder subirse al dingui de goma donde iban otras 54 personas, debió pagar otros 1.000 euros. "Una fortuna para su familia", sentencia Vals. "Era una barca pequeña", dice Naveed, que retoma la historia: "Salimos a las cuatro de la madrugada y pasamos como dos o tres horas a la deriva, hasta que nos halló un barco de voluntarios".
The New Arrivals
Cuatro millones de inmigrantes han llegado a España en dos décadas en avión, en patera o saltando la valla. Más de un millón de personas pidieron asilo en Europa en 2016. EL PAÍS cuenta, en un proyecto de 500 días con los diarios The Guardian, Der Spiegel y Le Monde, cómo se adaptan estos nuevos europeos y cómo Europa se adapta a ellos. Una mirada a un fenómeno que está transformando España y el continente
Una vez en Lesbos, tampoco le ayudaban. Pero, entonces, conoció allí a tres voluntarios españoles —"Rubén, Juanfer y Jorge"—, que contactaron con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y lograron que el 1 de julio de 2016 lo trasladaran al Clínico de Madrid, donde le intervinieron de urgencia. "Fueron cinco operaciones. Cada tres días, en un dedo", explica el joven, que telefoneó a Patxi al salir del hospital. Naveed se convirtió así en uno de los más de 16.500 solicitantes de asilo que recibió España el año pasado. A junio de 2017, todavía había 28.250 peticiones pendientes de resolución en el país, según Eurostat.
Naveed vivía entonces en el centro de acogida de CEAR en Getafe, dentro del plan de ayuda a los solicitantes de asilo. Y él y el matrimonio empezaron a estrechar los lazos: primero fue una comida en el barrio de Lavapiés. Después, salidas a la sierra o ir juntos a la huerta que tiene la pareja. Hasta que Naveed comenzó a pasar los fines de semana en casa y a conocer al resto de la familia. Y, un año después de su desembarco en España, cuando se iba a acabar el plazo máximo que podía pasar en la instalación de la ONG, Patxi y María Jesús se lo plantearon: ¿Por qué no irse a vivir con ellos?
Y el joven paquistaní, que habla todas las semanas por teléfono con su familia, aceptó. "Aquí todo es mejor", dice. "Aunque lo de estudiar es un poco complicado", añade. Y se ríe, antes de guardar unos segundos de silencio al preguntarle por su futuro. ¿Qué le gustaría hacer? "No lo sé. Todavía no lo sé. Bueno, me gustaría volver a Lesbos a ayudar allí".
El proyecto The New Arrivals está financiado por el European Journalism Centre con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates.