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Cádiz prohíbe las barbacoas en la playa que quiso convertir en récord mundial

El alcalde decide acabar con las brasas para esta edición del Trofeo Carranza

Jesús A. Cañas
Participantes en una anterior convocatoria de las barbacóas del Carranza.
Participantes en una anterior convocatoria de las barbacóas del Carranza. eduardo ruiz

Eran días de vino y rosas. O mejor, de brasas y pinchitos. Las barbacoas que se celebraban en las playas de Cádiz, para festejar el Trofeo Ramón de Carranza de fútbol, eran un evento familiar, popular y divertido. El rédito turístico y, de paso, político parecía evidente. En el verano del año 2000, la alcaldesa del PP, Teófila Martínez, animó a los gaditanos a participar en "la mayor concentración del mundo de personas alrededor de barbacoas”, título con el que pretendían registrar en la Sociedad Guinness de los Récords la hazaña de reunir a 150.000 personas (Cádiz tenía entonces 140.000 habitantes, hoy, 119.000). Pero el idilio con las brasas pronto terminó. El desmadre se hizo mayúsculo: el evento familiar se convirtió en un macrobotellón de importantes consecuencias medioambientales que ya nadie quería.

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Pero tampoco nadie quiso ponerle el cascabel al gato. Hasta la edición de este verano, en la que se materializará la prohibición, decidida por actual alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’. El Trofeo de este año, que se celebra el 11 y 12 de agosto, es el primero que ya no contará con brasas en la playa. En su lugar, se ha planeado una variada agenda cultural y de ocio para ambos días y una campaña informativa con el lema: “Este año el Trofeo Carranza sin botellón en la playa”. Tampoco escatimará en seguridad el Consistorio, gobernado por Por Cádiz Sí Se Puede (PCSSP) y Ganar Cádiz: 60 policías locales y 30 vigilantes privados controlarán que no se acceda a la playa con barbacoas o alcohol durante la noche de este sábado.

Incluso González ha publicado un bando municipal en el que explica los motivos de la, a priori, controvertida medida. “Esta situación [por el evento] no tenía en cuenta los daños que estaba generando en nuestro entorno. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que todo acto tiene consecuencias, todo causa un efecto”, reconoce el regidor en su carta pública a los gaditanos. Y añade: “En la noche de las llamadas “barbacoas”, que hace tiempo dejaron de serlo, hemos llegado a dejar hasta 140 toneladas de basuras en nuestro litoral. Esto es, 140.000 kilos de basura en las que pretendemos que sigan siendo las mejores playas del sur de Europa. Una contradicción que necesariamente tenemos que afrontar colectivamente porque es asunto de todos”.

Lo cierto es que tomar la decisión no ha sido fácil ni para el gobierno municipal de Podemos. En julio de 2015 llegó a proponer volver a expandirlas por toda la playa de La Victoria, cuando hacía años que el Ayuntamiento, la Demarcación de Costas (dependiente del Ministerio de Medio Ambiente) y la Junta llevaban aplicando severas restricciones en el espacio de playa y tiempo disponible para las brasas. Un año después, el equipo de gobierno llegó incluso a plantearse una consulta popular para decidir qué hacer. Finalmente, llevó la cuestión al pleno de mayo de 2016 que, con el voto afirmativo de todas las fuerzas y la abstención del PP, aprobó su eliminación para esta edición de 2017.

Los gaditanos tuvieron incluso la oportunidad de despedirse, en agosto de 2016, de una fiesta ya en decadencia que nadie sabe a ciencia cierta cuándo comenzó, pero que administraciones, hosteleros, ecologistas tenían claro que ya había que fulminar. El llamado 'Trofeo de los Trofeos’, creado en 1955, solía reunir un ambiente especial en los alrededores del estadio y en la cercana playa. Sin embargo, no es hasta 1988 cuando en ‘Diario de Cádiz’ se hace una leve referencia a las barbacoas. El evento creció en la década de los 90 y se hizo famoso, personas venidas de toda Andalucía llegaban a Cádiz en esas noches.

En 2001, fieles a las ganas de fiesta y a la llamada realizada por la alcaldesa un año antes, se juntan en la playa 210.000 personas que dejaron 120.000 kilos de basura. La fiesta ya ni era amable, ni fotogénica, ni familiar. Era un macrobotellón en el que las personas incluso no dudaban en parcelar la arena con muebles y sofás. En 2005 se alcanza el máximo histórico: 250.000 personas en la arena, ese sí fue el récord. Pero a nadie hacía ya gracia la convocatoria, la seguridad era un problema y Costas comenzó a alertar sobre los preocupantes niveles de bacterias que registraba la arena. Las restricciones crecían. Año tras año, se le daba un bocado al espacio acotado disponible. En 2008, el Ayuntamiento llegó a pedir a Renfe que no reforzase servicios de trenes y cercanías. La contaminación se hizo tan preocupante que, en 2011, las playas de La Victoria y Cortadura se quedaron sin bandera azul por los resultados de los análisis de agua tomados en la noche posterior al evento en el verano anterior.

Nadie se atrevía a prohibirlas, pero tampoco ya muchos parecían no quererlas. En 2016, ya con el ajusticiamiento confirmado, la cita no pasó de los 17.000 asistentes de media. Este sábado será el primero que confirmará que la noche de las barbacoas del Carranza ya forma parte del pasado. Historia de una ciudad y de un Ayuntamiento que, aunque el 28 de agosto de 2001 llegó a anunciar a EL PAÍS que iba a inscribir la fiesta en el Guinness World Record, al parecer, nunca llegó a hacerlo. O al menos eso asegura la sociedad en su web que tiene registrada una barbacoa en Monterrey (México), celebrada en 2013, como la de mayor asistencia con 45.252 personas. La ciudad mexicana arrebató la marca a Sidney que ostentaba el podio con un evento similar celebrado 1993. Ni siquiera en eso, las ya extinta noche de las barbacoas del Carranza podrá presumir de historia. Entre todos la mataron y ella sola se murió, pero le constó años conseguirlo.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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