El Gobierno a ocho manos de Baleares
La presidenta Armengol afronta el reto del turismo con un Ejecutivo encabezado por el PSOE y apoyado por otros tres partidos
El día que nació, sus creadores la apodaron La Ley Frankenstein. Ocurrió el 18 de julio y en el Parlamento de Baleares. El PSOE y el nacionalista Més per Mallorca, —que forman el Gobierno—, vieron cómo Podemos —su aliado en la oposición, como Més per Menorca— se unía con el PP para votar contra un artículo clave de la Ley de turismo. El galimatías consecuente obligó a los socios a recurrir a un decreto para fijar un límite de 623.624 plazas turísticas en las islas. Reflejó, también, las dificultades de gobernar a ocho manos, con dos partidos en el Gobierno y dos fuera —una situación sin parangón en España—. Y reavivó el debate sobre la necesidad de que Podemos cimente el pacto entrando en el Gobierno del PSOE, como acaba de ocurrir en Castilla-La Mancha.
“Está claro que discrepancias en un gobierno de pacto hay, que problemas puntuales puede haber, pero lo que se ve es el global: unas políticas que funcionan, volcadas en lo social, con una buena gestión”, asegura Iago Negueruela, portavoz del PSOE de Francina Armengol, la presidenta balear.
“Es un pacto imposible, unido solo por el odio al PP”, se queja Biel Company, líder balear de los populares, que se impusieron en las elecciones autonómicas de 2015 para luego ver cómo el pacto de los cuatro partidos de izquierdas les desplazaba. “Es un pacto destructor de leyes del PP”, sigue. “Es un gobierno radical. Podemos es inestable. El Gobierno se apoya en él. Y por eso también es inestable”, añade el líder del PP, que perdió 15 diputados en la última cita electoral, castigado por sus presuntos casos de corrupción.
“Tenemos un Gobierno de una radicalidad ideológica marcada”, opina Xavier Pericay, portavoz de Ciudadanos. “Practican el ellos y el nosotros, típico del nacionalismo. Todo eso produce una tensión permanente”.
¿Qué pasa en realidad en Baleares? ¿Hay una cantonalización de la política, con partidos insulares que reclaman mejoras que equilibren a Menorca o Formentera con Mallorca? ¿Cómo funciona un Parlamento con siete grupos, ocho partidos y tres diputados expulsados de sus formaciones? ¿Cuál es el balance de este Gobierno con cuatro socios?
Primero, las dificultades. En enero de este año, Podemos expulsó a dos diputadas —entre ellas, la entonces presidenta del Parlamento balear— por un caso de presunto abuso de poder. Eso hizo tambalearse la mayoría absoluta del Gobierno, que quedó aún más en entredicho en abril. Entonces, Més per Menorca abandonó el Ejecutivo en protesta por el cese de su única consejera por la concesión de contratos sin concurso al jefe de campaña del partido en Mallorca. Una crisis que hizo temblar los cimientos del Gobierno y que llenó el Parlamento de acusaciones cruzadas.
Segundo, las soluciones. Para vencer las dificultades de gobernar a ocho manos, los socios acordaron formar una comisión de seguimiento que convoca Podemos.
Siete grupos parlamentarios
- El Parlamento balear está marcado por su fragmentación.
- PP: 19 diputados.
- PSOE: 14 (gobierna).
- Podemos: 8 (apoya al Gobierno desde la oposición).
- Més per Mallorca: 6 (está integrado en el Ejecutivo).
- Més per Menorca: 3 (Apoya desde fuera al Gobierno).
- El Pi-Proposta per les Illes: 3.
- Grupo Mixto: 2 diputados de Ciudadanos, 2 expulsados de Podemos, 1 del PP y 1 representante de Gent per Formentera.
Y tercero, el resultado. En los dos años que van de legislatura, los cuatro partidos que rubricaron los Acorcds pel canvi han cumplido con más del 60% de sus compromisos, según el Gobierno. Así, la Ley turística pactada multará con hasta 400.000 euros a las plataformas que no retiren los anuncios de pisos turísticos. Una nueva Ley de toros prohíbe la muerte del animal durante el espectáculo. La Ley de fosas establecerá las pautas para que el Gobierno localice, identifique y señalice las fosas comunes del franquismo. Y ya se tramita una Ley de Memoria democrática, que pretende reparar la memoria de los represaliados de la Guerra Civil, y una Ley de la vivienda, que obligará a ceder temporalmente los pisos que lleven vacíos más de dos años a las empresas o sociedades que posean más de diez inmuebles.
Esa producción legislativa alivia la tensión de las negociaciones entre las cuatro partes. Sin embargo, que Podemos no entrara en el Ejecutivo sigue siendo una herida abierta en la confianza de sus socios.
“Lo negativo es que Podemos ayuda poco. Aporta más debilidad que fortaleza al Gobierno. Y por eso le criticamos”, reconoce Nel Martí, de Més per Menorca. “Somos grupos muy distintos y con muchas diferencias, lo que obliga a un esfuerzo mayor de diálogo”, sigue. "Nadie tiene la llave y los cuatro tenemos la llave del Gobierno".
“Lo que más distorsión ha creado es que Podemos está implicado en el gobierno de los consells [insulares] y no a nivel autonómico”, coincide David Abril, de Més per Mallorca. "Eso ha generado mucho ruido, más que desacuerdo", continúa. "Eso no es bueno. La mayor parte de los argumentos que tiene la oposición contra el Gobierno es el ruido que genera Podemos. Más allá de decir que esto es un caso porque está Podemos apoyándonos no tienen mucho más discurso", argumenta. “Nos interesa que las leyes tengan un gran nivel de consenso, para que no las toquen si llegan otros [al poder]”, añade.
"El gobierno de Baleares funciona lo mejor que puede funcionar”, admite Alberto Jarabo, el secretario general autonómico de Podemos. “Siempre ha habido acuerdo al final”, sigue. “Nuestro trabajo es señalar los errores e ir corrigiendo la posición del Gobierno, con una posición de crítica constructiva y leal”, argumenta este dirigente, que no se presentará a la reelección. Y subraya: “El debate sobre la entrada en el Gobierno está abierto. Hay que tener la valentía de tomar decisiones. Eso nos dará mentalidad de partido de Gobierno, que es lo que nos falta a nivel interno. La clave para poder gobernar a nivel estatal pasa por gobernar primero en las Comunidades Autónomas”.
Ocurre en las Islas Baleares. Cuatro partidos buscan cómo sortear las dificultades de escribir cada ley a ocho manos.
Un carpintero al frente del Parlamento
Cuando el 28 de julio Baltasar Picornell apareció en el salón principal del Palacio de la Almudaina de Palma con su larga melena suelta, las zapatillas de cordones, una camiseta negra bajo la americana de verano y un pendiente de aro en la nariz, los flashes no dejaban de disparar. Picornell (Felanitx, 1977) acudía como presidente del Parlamento de Baleares a la recepción que el rey Felipe VI ofrece cada año a las autoridades de las islas al comenzar sus vacaciones. Un soplo de aire fresco en las sobrias indumentarias de quienes acostumbran a ir a este acto y que se ha convertido en una de sus señas de identidad.
Carpintero metálico de profesión y vocación accedió al cargo al frente de la Cámara Autonómica de rebote, según dice él mismo, después de que su partido expulsara a su antecesora por violar el código ético de Podemos. Comenzó su andadura en el activismo en la Unión por la Tercera República, para participar después en la Asamblea Republicana de Mallorca. Unas convicciones que no le impidieron acudir a la recepción del rey. “Sé cuál es mi responsabilidad”, dijo. A pesar de confesarse en contra de la Monarquía, se llevó un buen sabor de boca del encuentro: “El rey es una persona amable y cordial”.
El gusanillo de la política le picó a raíz del 15-M, pero no se decidió a dar un paso más allá hasta que vio que las cosas podían cambiar tras los resultados de Podemos en las elecciones europeas. Picornell se sintió identificado con los valores que defendía la formación y dio un paso adelante. Todo lo demás vino solo. Carambolas del destino, las bajas de compañeros y los buenos resultados del partido en Baleares le hicieron diputado autonómico.
En su despacho de la Cámara una taza de los Ramones es su única seña de identidad, aunque también es aficionado al punk-rock y el trash-metal. Sobre la mesilla tiene pendiente Los verdes somos los nuevos rojos de Will Potter, que le han regalado hace poco. Él también regala libros. Al Rey le obsequió con uno sobre la activista Aurora Picornell para recordarle "el deber de las autoridades de recuperar la dignidad de todos".
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