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Los sanfermines de la psicosis

El yihadismo, el sexismo y el antitaurinismo afectan a afluencia y a la reputación de una edición de mucho sensacionalismo mediático

El encierro de los toros de Miura enfila la calle de la Estafeta este viernes.Foto: atlas

Los pamploneses recelan de "la prensa de Madrid". Observan a las televisiones y los periodistas capitalinos como depredadores de sensacionalismo, voceadores de la psicosis sanferminera en la descripción de una fiesta machista, depravada y peligrosa.

Es verdad que el balance tradicional de los heridos por asta de toro -cinco casos, al margen de los numerosísimos contusionados- ha incorporado el balance de abusos o tocamientos (11), agresiones sexuales (una) y detenidos en ese contexto (9), pero también es cierto que ha sido el propio Ayuntamiento de Pamplona -y no la prensa de Madrid- el que ha movilizado una gran campaña de concienciación contra la amenaza del sexismo: "Se acabó que no podamos sentirnos seguras ni seguros en la fiesta".

El lema, el ultimátum, ha adquirido forma en las manos rojas gigantes que se yerguen en los puntos estratégicos de la ciudad. Un tótem urbano que se multiplica en la propia indumentaria sanferminera, que inculca la cultura del respeto y que al mismo tiempo redunda en la sugestión o en la percepción superficial de uno sanfermines inseguros.

No lo son en su rutina, en sus manifestaciones familiares ni en la proporción de delitos respecto a la afluencia de visitantes (más de un millón en una semana), pero sí en sus extremos y hasta en la percepción escénica. El hedonismo sanferminero y las aglomeraciones de occidentales desinhibidos convierten Pamplona en un modélico objetivo yihadista. Se explica así el despliegue rotundo, explícito, intimidatorio -armamento a la vista- de policías nacionales, policías forales y gendarmes franceses, como se entienden las barreras de hormigón que limitan el acceso al centro, precisamente como medida disuasoria al fenómeno contagioso del "camión terrorista".

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Recobrará Pamplona la normalidad a partir de este sábado - este viernes por la noche se entona el Pobre de mí- y podrá entonces hacerse el balance de unos sanfermines convulsos como nunca en su reputación, en sus malentendidos y en repercusión mediática, pero los primeros síntomas y datos apuntan a un franco descenso de visitantes. Ha decrecido un 5% la ocupación hotelera y se ha advertido mucho menos ajetreo en los encierros. Ha disminuido la afluencia de los turistas anglosajones.

Se ocupa tradicionalmente de atraerlos Juanchi Patus, titular de la agencia Navarsol y presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de Navarra (ANAVI), pero reconoce que en 2017 se ha producido un claro retroceso de afluencia de extranjeros.

"Las razones son tres. Una general, como el yihadismo y su efecto de psicosis en las grandes aglomeraciones. Otra es el sexismo, o la idea equivocada pero también extendida de que Pamplona es una ciudad sin ley, peligrosa para las mujeres. Y la tercera es la pujanza del antitaurinismo. Los toros ya no son un argumento de atracción para ingleses, australianos, estadounidenses o neozelandeses".

No puede hablarse de crisis porque la plaza de toros se abarrota sistemáticamente y porque San Fermín constituye una mayúscula expresión turística, comercial -los negocios de hostelería recaudan en diez días el 50% de la caja de todo el año- festiva, universal, pero sí es víctima de un cambio de percepción y de "un grave o un gran equívoco", como explica el escritor y periodista donostiarra Chapu Apaolaza: lleva 25 años corriendo los sanfermines y tiene recogida la experiencia en el manual para devotos y escépticos de 7 de julio (Libros del K.O.).

"La esencia de San Fermín ha sido y es la alegría compartida, la tolerancia. Su secreto es haberse convertido en un estado de ánimo. Y la fiesta consiste precisamente en saber estar al lado del otro, del prójimo. De hecho, es la propia Pamplona la que desenmascara los códigos que diferencian el compadreo del abuso o del exceso sexual. Ha sido aquí donde se han hecho las campañas de concienciación pioneras. Por eso no tiene sentido que se le cuelgue el estigma de la ciudad depravada. Hay una magnificación mediática de episodios concretos con la que pretende desprestigiarse una fiesta que esencialmente es sana, divertida y que tiene muchos registros. Desde el más familiar y contenido, hasta el más excesivo, porque San Fermín es una fiesta precisamente hiperbólica que desborda los límites de la corrección".

El desprestigio al que alude Apaolaza preocupa a las instituciones, a los vecinos, a los comerciantes, a los hosteleros. Predomina el reproche al sensacionalismo que traslada "la prensa de Madrid", pero también se explica el retroceso por la incidencia de los errores propios. "Si viene menos gente, ocurre porque hemos abusado de los precios demasiado elevados y porque no siempre ha sido equilibrada la relación entre calidad, servicio y tarifas.", explica Juanchi Patus. "Tenemos delante una gran oportunidad para replantear el futuro. Puede que este año haya bajado la afluencia un 10%, calculo, pero el porvenir de San Fermín tiene que depender más de la calidad que de la cantidad. Es más, igual que Pamplona no ha superado estos días el 73% de ocupación hotelera, en agosto va a subir por encima del 90%. Pamplona ya no depende tanto de San Fermín. ni del foco universal de los encierros", añade el presidente de ANAVI.

Están muy lejos los sanfermines de la decadencia, lejísimos, pero Chapu Apaolaza sostiene que están muy cerca de la inquisición laica. "Trata de imponérsenos a los sanfermineros un orden moral, del mismo modo que ha ido insinuándose la idea de prohibir la fiesta. Hay una cultura dominante que censura cualquier transgresión y que trata de imponer sus dogmas en una hipócrita definición de la tolerancia".

Una 'manada' entre rejas a espera de juicio

Siguen en prisión preventiva los cinco jóvenes que están acusados de haber violado a una chica en los pasados sanfermines. Se les conoce mediática y popularmente como la "manada", en alusión al comportamiento colectivo, feroz, aunque también se han convertido en una suerte de escarmiento y de advertencia para los eventuales imitadores. En espera de juicio, la Fiscalía ha pedido 22 años de cárcel a cada uno de los cinco implicados en la presunta violación -un militar y un guardia civil, entre ellos-, concediendo todo el crédito a la versión de la víctima, al criterio de los forenses y a la reconstrucción de un episodio violento que se produjo en el portal de un inmueble céntrico de Pamplona en la madrugada del 7 de julio de 2016.

El impacto de la noticia reaparece cada vez que se producen novedades informativas y judiciales, pero también preocupa a las instituciones y comerciantes locales la relación que pueda crearse entre Pamplona, los sanfermines y la sugestión de una ciudad peligrosa para las mujeres.

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