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Y la empresa se hizo global

La cartografía de la empresa española ha cambiado diametralmente impulsada por la incorporación a la UE y la internacionalización

Oficina del Banco Santander en Broadway.
Oficina del Banco Santander en Broadway.Alycia Kravitz
Miguel Ángel Noceda

Cuando este país se preparaba para las primeras elecciones, la economía mundial estaba sacudida por la que fue la primera gran crisis del petróleo, la de 1973. Y la española llegaba con un alto grado de intervencionismo, pese a los avances del Plan de Liberalización de 1959. El perfil empresarial era una suerte de empresas públicas, agrupadas en el Instituto Nacional de Industria (INI) y la Dirección General de Patrimonio; un ramillete de empresas privadas, principalmente en sectores regulados (banca, energía…), y una amplia gama de compañías familiares, la mayor parte de ellas pymes.

La cartografía general estaba plagada de empresas nacionales (de ahí el prefijo EN): electricidad (Endesa), aluminio (Endasa), siderurgia (Ensidesa), fertilizantes (Enfersa), celulosas (Ence), autocamiones (Enasa), turismo (Entursa), petróleo (Enpetrol), la Sociedad Española de Automóviles de Turismo (Seat), Astilleros Españoles (Aesa)… Era una larga lista de sociedades que vivían de los Presupuestos del Estado junto a los antiguos monopolios (Tabacalera, Campsa y Telefónica, creados bajo la dictadura de Primo de Rivera, al igual que la aerolínea Iberia, que no era un monopolio pero se le parecía). A ellas se unirían otras sociedades originariamente privadas que encontraban en el INI la tabla de salvación: Construcciones Aeronáuticas (Casa), Aviaco, la minera Hunosa, Altos Hornos del Mediterráneo, los astilleros de Atlántico (Astano) y de Cádiz… El INI se había convertido en una especie de hospital de empresas con las que el régimen evitaba tensiones sociales. Desde 1971 a 1983 se incorporaron al INI 25 empresas con 95.000 trabajadores.

Gente paseando frente al Zara del Paseo de Gracia en Barcelona.
Gente paseando frente al Zara del Paseo de Gracia en Barcelona.Albert Gea (Reuters)

El mapa financiero estaba igual de poblado. Convivían cientos de entidades (entre ellas, más de 80 cajas de ahorros), encabezadas por los entonces conocidos como los siete grandes (Banesto, Central, Hispano, Bilbao, Vizcaya, Popular y Santander) y que tenían sus propios grupos industriales: la Compañía Española de Petróleos (Cepsa), ligada al Central y hoy en manos del emirato de Abu Dabi; Petróleos del Mediterráneo (Petromed), hoy BP España, con la que respondió Banesto; Altos Hornos de Vizcaya (AHV) y la eléctrica Iberduero, controladas por los bancos vascos; Hidroeléctrica Española (Hidrola), dominada por el patriarca José María de Oriol… Se añadían las constructoras Dragados (Central), Agroman (Banesto), Ferrovial y Entrecanales, que se repartían los grandes contratos.

Hoy las cosas han cambiado diametralmente. De aquellas compañías, apenas quedan los nombres de algunas. La empresa española, que entonces difícilmente se había atrevido a salir al exterior, se codea con los líderes mundiales. En España, donde en 1980 solo el 0,9% del PIB se invertía en el extranjero, hoy se supera claramente el 25% y más de 2.000 sociedades cuentan con alguna inversión fuera de España. Por encima de dos tercios de esa inversión se concentra en sectores altamente intervenidos (banca, energía, construcción, telecomunicaciones, agua y gas), lo que no impide una alta presencia de firmas españolas en los sectores hotelero, textil, automóvil, siderurgia, bienes de equipo, bebidas, alimentación…, lo que, en definitiva, ayuda a fortalecer la resucitada Marca España.

La aparición de multinacionales españolas es quizá el acontecimiento más importante de la historia de la empresa en España en estos 40 años. Todo comenzó a cambiar a medida que la democracia crecía y el país avanzaba irremisiblemente hacia la Unión Europea (UE), cuya entrada se produjo en 1986 siendo la Comunidad Económica Europea (CEE). Para ello, hubo que hacer una limpia concienzuda de las rémoras de la dictadura. Fue necesario atravesar un ajuste bancario de caballo y abordar una reconversión industrial, que afectó principalmente a los sectores maduros (siderurgia, minería, astilleros…) y quitó al INI el papel de organismo autónomo salvador de empresas, entre otras cosas porque las ayudas públicas eran restringidas en la CEE. Dentro de esa vorágine reparadora, en febrero de 1983, el Gobierno socialista (recién llegado, en octubre de 1982) nacionalizó Rumasa, que reunía casi 400 empresas (18 bancos).

En paralelo, el Gobierno desarrolló el desmantelamiento de los monopolios y la privatización de la mayor parte de las empresas estatales, previo proceso de concentración. Así ocurrió con Repsol, que agrupó todos los activos petroleros que se habían integrado en el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH), y con Endesa, que concentró las eléctricas públicas (Enher, GESA, Unelco…) y adquirió varias privadas (ERZ, Sevillana, Viesgo…). También fue creciendo con compras en Latinoamérica, al igual que Repsol, Telefónica, Tabacalera e Iberia, al tiempo que se iban privatizando, generalmente mediante su colocación en Bolsa. La privatización terminó ya con el Gobierno del PP a finales de los noventa.

Un edificio de Telefónica en Barcelona.
Un edificio de Telefónica en Barcelona.Albert Gea (Reuters)

El Gobierno socialista abordó también la integración de la banca pública (los antiguos bancos de Crédito Local, Industrial, Agrícola e Hipotecario) en torno al Banco Exterior, procediendo después a la creación de Argentaria y su salida a Bolsa. En octubre de 1999 y ya totalmente privatizado, se fusionaría con el BBV dando lugar al actual BBVA. Era la respuesta a la constitución nueve meses antes del BSCH tras la fusión del Santander con el Central Hispano.

El baile bancario había comenzado en 1988 con la fusión de Bilbao y Vizcaya tras fracasar la opa lanzada por el primero sobre Banesto. Después, el Santander revolucionó el sector con la guerra del pasivo que provocó un cambio radical. El Central y el Hispano acabaron integrados en el BCH por indicación del Banco de España, que intervino Banesto a finales de 1993 por una gestión descontrolada de Mario Conde, quien acabó en prisión. Al final, el último de los siete grandes adquiriría los tres primeros, y ahora se ha hecho con el Popular, que se iba a la ruina tras entrar en una espiral vertiginosa arrastrado por la crisis inmobiliaria. En definitiva, de aquellos solo quedan dos: Santander y BBVA.

En esa puja aparecieron Sabadell, ­BBVA, CaixaBank e incluso Bankia. Estas dos entidades resultaron de la transformación de las antiguas cajas de ahorros. Estas vivieron un proceso que todavía no ha acabado y que supuso la desaparición de las cajas y su transformación en bancos (además de CaixaBank y Bankia, resistieron Kutxabank, Abanca, Liberbank, Unicaja, Ibercaja y BMN) y su futuro como independientes es más que dudoso. De las más de 200 entidades que había hace 40 años, solo permanecen dos decenas y con visos de ser menos.

El Corte Inglés de Sanchinarro (Madrid).
El Corte Inglés de Sanchinarro (Madrid).María Galán

La concentración también se desarrolló en las eléctricas (Hidrola e Iberduero en Iberdrola; Gas Natural compró Fenosa; la portuguesa EDP, Hidrocantábrico; Viesgo, que de Endesa pasó a E.On y de esta al fondo australiano Macquerie; y Endesa quedó bajo control de la italiana Enel tras ser objeto de disputa entre la alemana E.On y Acciona). Y en las constructoras (ACS, que no existía hace 40 años, adquirió Dragados y se ha convertido en líder sectorial; Ferrovial se hizo con Agroman y se ha especializado en gestión de aeropuertos; Entrecanales y Tavora se convirtió en Acciona y se ha diversificado en renovables; Construcciones y Contratas, de la familia Koplowitz, se fusionó con Fomento en FCC, en la que ahora domina el potentado mexicano Carlos Slim; OHL, constituida por el exministro de Hacienda del primer Gobierno tras la muerte de Franco, Juan Miguel Villar Mir; Isolux, que trata de evitar el concurso de acreedores…); en las aerolíneas (Iberia se integró en el grupo IAG junto a British Airways), etcétera.

Unas y otras son punteras en el mundo, como lo es la aseguradora Mapfre, que experimentó un crecimiento imparable en los noventa hasta superar los 40 países; Indra, que ha desarrollado sofisticados sistemas de control; Inditex, nacida de una tienda de ropa creada hace precisamente 40 años en A Coruña por el hijo de un ferroviario llamado Amancio Ortega, o Mango; las firmas turísticas (Meliá, Barceló, Globalia, Riu, Iberostar…), dominadoras de su mercado en el mundo, o Abertis, firma dominada por La Caixa y que, tras crear un imperio de autopistas, acaba de recibir una opa de la italiana Atlantia.

Y, en medio de tanto trasiego, España se ha especializado en algunos mercados específicos como el automovilístico, sector en el que sin existir ninguna empresa española (Seat se vendió al grupo alemán Volkswagen), cuenta con 18 plantas de los más importantes fabricantes. En su entorno, además, han crecido sociedades auxiliares como el grupo Antolín, Ficosa, Cie Automotive o Gestamp, que ha salido a Bolsa este año y que estuvo a punto de hacerse con el control de Abengoa, que tras haber tocado el éxito en energías renovables ha estado a punto de desaparecer. España se volcó, precisamente, en renovables, convirtiéndose en pionera del sector. La crisis frenó en seco las ayudas y, como consecuencia, las inversiones.

Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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