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Para que nos duchemos hacen faltan 389.000 kilómetros de tuberías

En España prácticamente toda el agua que sale del grifo es potable, para que eso ocurra hay miles de personas trabajando de forma ininterrumpida, inversión y tecnología

Isabel Valdés
Getty Images

Te levantas por la mañana, pones a hacer café, te lavas la cara y las manos, tiras de la cisterna, friegas la cafetera y la taza, te duchas, te cepillas los dientes y tal vez prepares la comida para llevártela al trabajo… En aproximadamente una hora habrás necesitado el agua media docena de veces, y la has usado de forma mecánica, sin pensar que podrías abrir el grifo y que no saliese nada. Para los habitantes de los países desarrollados el acceso al agua es un ejercicio automático y rutinario, sin embargo, la insalubridad de este elemento imprescindible causa alrededor de 842.000 muertes al año, 700 millones de personas no disfrutan de este derecho humano (reconocido por la ONU el 28 de julio de 2010 a través de la Resolución 64/292) y se calcula que para 2080 la mitad de la población no tendrá acceso a agua en condiciones de salubridad.

En España, esa realidad es distinta: el 99,5% del agua que sale por el grifo es potable, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, y el 0,5% restante son incumplimientos puntuales de determinados servicios, “sobre todo en pequeñas poblaciones con tecnificación deficiente, lo que no significa que el agua no sea potable, sino que alguno de sus parámetros está por encima de lo recomendable sin que llegue a ser insalubre”, detalla Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimiento y Saneamiento. Para que ese casi 100% llegue, entre otras cifras, el sector cuenta con 24.881 empleados directos, 224.000 kilómetros de redes de agua potable (algo más de cinco vueltas y media a la Tierra) y 165.000 kilómetros de alcantarillado, más de 17.389 puntos donde se recoge el agua (entre aguas subterráneas, superficiales y pluviales), y 877.199 boletines de análisis con los resultados de calidad del agua que consumimos.


“No. El agua no cae del cielo. Desde que se recoge hasta que llega a nuestros fregaderos o duchas, hay un enorme componente humano detrás, también técnico y tecnológico”, afirma Alberto García, portavoz de Aqualia, tercera compañía en gestión de agua en el mundo. “Ese es uno de los falsos mitos que corren en torno al agua, como que el agua es infinita porque la mayoría de la superficie de la Tierra está cubierta de ella…”. Ese, como tantos otros bulos que circulan, intentan ser contrarrestados con la campaña #informaciónrealdelagua de Aqualia.

Este 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, reconocido por la Unesco, con el lema Aguas residuales, ¿por qué desperdiciar agua?, y gobiernos, organizaciones e instituciones de todo el mundo aprovechan para concienciar y recordar el valor de este tesoro transparente, que también forma parte de varios de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre ellos el 6.3: “Mejorar la calidad del agua, reducir la contaminación, eliminar los vertidos y minimizar la liberación de productos químicos y materiales peligrosos, reducir a la mitad el porcentaje de aguas residuales no tratadas y aumentar sustancialmente el reciclaje y la reutilización segura del agua”.

El Día Mundial del Agua este año está dedicado a las aguas residuales. | Haz click en la imagen para descargar el póster.
El Día Mundial del Agua este año está dedicado a las aguas residuales. | Haz click en la imagen para descargar el póster.UN Water

De esa inmensa capa líquida que cubre el globo terráqueo, solo el 0,007% es apta para el consumo humano. Y en ese mínimo porcentaje las cifras aguantan un enorme desequilibrio. Mientras que en Arabia Saudí se consume una media de 240 litros por habitante y día, por ejemplo, casi 60.000 personas al noreste de Tanzania subsisten gracias a las aguas de los ríos Yongoma y el Hingilili. “Como ciudadana, se dan muchas cosas por hecho que cambian por completo cuando conoces este mundo”, afirma Carmen Piñán, de la Fundación Aquae. “No somos capaces de apreciarlo en toda su magnitud, y no solo comparados con los países en vías de desarrollo, sino en nuestro propio territorio. Solo cuando hay situaciones de estrés hídrico como inundaciones o sequías, dedicamos algo de tiempo a pensar en esto”.

¿Cómo llega el agua al grifo?

Para que alrededor de 47 millones de españoles se duchen cada mañana el agua tiene que ser captada (de ríos, lagos, mares, zonas subterráneas o lluvia), almacenada y potabilizada según los requisitos, en España, del Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano). Después pasará a los depósitos urbanos, y de ahí, a las tuberías que recorren como serpientes todo el subsuelo para llegar hasta los hogares.

Carmen Piñán recuerda que esa inmensa red está monitorizada 24 horas al día, 365 días al año, para controlar los niveles de presión, de calidad, para evitar fugas y hacer mantenimiento: “Objetivos realmente importantes en el rendimiento técnico hidráulico, es decir, cuánto se aprovecha del agua que se capta. En Canarias, por ejemplo, la sensibilidad es brutal debido a la escasez, y sus datos superan el 85%”. La ingeniera expone que detrás de esa monitorización hay mucha investigación e inversión: “Así por ejemplo se puso en marcha la sectorización, la capacidad de compartimentar toda esa red para ser más fino en la detección de fugas y la prevención de problemas. Y si hay una avería, cortar la menor porción posible para impactar menos al ciudadano”.

Hace 30 años sólo los turistas bebían agua embotellada en España. Ahora casi todo el mundo lo hace. ¿Qué ha cambiado? | Pincha en la imagen para descargar la infografía.
Hace 30 años sólo los turistas bebían agua embotellada en España. Ahora casi todo el mundo lo hace. ¿Qué ha cambiado? | Pincha en la imagen para descargar la infografía.TappWater

Solo en esa primera parte de abastecimiento miles de personas trabajan vigilando de forma continua para que el recorrido no se interrumpa. “Hay que tener en cuenta que es el elemento de consumo más controlado del mundo”, explica Alberto García, de Aqualia. Miles de analíticas diarias para controlar decenas de parámetros, desde el antimonio o el manganeso hasta la oxidabilidad y el olor.

“Además de eso, hay una parte invisible de la intervención humana en el servicio”, amplía García. “Servicio al usuario, backoffice, oficinas de atención, o, en otro orden de cosas, la I+D…”. En España, 1.000 litros de agua cuestan alrededor de 1,5 euros, según la media que maneja Aqualia: “Aunque hay comunidades más caras, como Murcia, y más baratas, como Galicia. Pero el trabajo en todas las poblaciones de este país es intensivo y continuo, optimizando muchos los recursos para ser lo más eficientes posibles, y sostenibles, a nivel social, medioambiental y financiero”.

España es uno de los países de la UE con mejor infraestructura para el agua.
España es uno de los países de la UE con mejor infraestructura para el agua.PS Photography (Pexels)

Tres niveles que también deben funcionar en las dos siguientes fases, el saneamiento, que depura el agua residual que va por el alcantarillado y la devuelve a su cauce natural con el menor impacto posible; y la reutilización, aprovechar el agua para otros usos que no sea el consumo humano (como uso agrícola o industrial) y a través de otra red de tuberías que no son las de abastecimiento. “Y hacia eso avanzamos, hacia usos más inteligentes según el tipo de agua. ¿Para qué queremos agua potable para tirar de la cadena, o para lavar el coche?”.

Ese es también uno de los puntos a mejorar para Carmen Piñán: “La concienciación sobre el coste humano, técnico y tecnológico de que llegue agua hasta nuestros grifos; las inversiones en infraestructuras como ha remarcado la Asociación Española de Abastecimiento y Saneamiento (AEAS) en más de una ocasión, porque es clave tanto para renovación como para el mantenimiento de las mismas (el déficit de inversión provoca el deterioro de las mismas); y los ratios de reutilización, es algo que está en manos de todos y que incide de una forma mucho más directa en el desarrollo sostenible y la economía circular que son clave en un recurso como el agua”. Un recurso, y un derecho, fundamental e imprescindible para la vida.

¿Hacia dónde va el sector del agua?

Infraestructura. "En España la instalación es muy potente, incluso comparada con el resto de europeos, y en los últimos años no se está haciendo la inversión en renovación que requiere, no al ritmo necesario y el parque se nos está avejentando".

Aguas residuales. "Todavía no llegamos a cumplir la directiva 91/271/CEE: tratamiento de las aguas residuales urbanas, que imponía unas fechas que ya han pasado. Nos queda un 16% de población sin atender en cuanto a depuración, en municipios medianos y pequeños, ese 16% solo depuración. La competencia de este cumplimiento es de los municipios, aunque en algunas regiones ha sido la Comunidad Autónoma quien ha asumido esa responsabilidad. Y el Estado tiene la responsabilidad en cuanto a aquellas obras que son de interés general".

Más allá de esos puntos que, según Morcillo, habría que tratar con urgencia, hay otros que el presidente no quiere dejar en el aire. El tema del Pacto Nacional del Agua, que distintos organismos vienen reclamando desde hace años y que ahora parece "que estará dentro de las estrategias políticas de la legislatura en curso". Una regulación uniforme: "Tanto la estructura de coste y la calidad de los servicios, para que haya un marco pactado que atendiera a condicionantes técnicos y todos supiéramos cuáles son los mínimos y la contribución que tenemos que hacer como ciudadanos a esos servicios". Y por último la innovación, que aunque Morcillo asegura que se viene haciendo con bastante nivel, habría que dar un impulso más desde la Administración: "Se debería trabajar más con esa disciplina, lo que permitirá reducir costes, trabajar mejor con las infraestructuras y conocer bien las prestaciones y las fallas para hacer el trabajo más eficiente".

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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