Rajoy: de pasajero a maquinista
Mariano Rajoy se ha convertido en alegoría de la estabilidad europea
Fue en Versalles donde nació Felipe V, el monarca español más longevo (45 años), y ha sido en Versalles donde Mariano Rajoy se ha convertido en alegoría de la estabilidad europea. Gobierna en minoría y lo hace todavía sin presupuestos, pero el contratiempo del Brexit y la precariedad política en que se encuentran Angela Merkel, François Hollande y Paolo Gentiloni han transformado a Rajoy en maquinista de la UE.
La responsabilidad sorprende al presidente español en una expectativa providencial: Europa necesita a España, más todavía cuando la pujanza del euroescepticismo y la incertidumbre de los procesos electorales -Holanda, Francia, Alemania- ascienden a Rajoy al rango de líder coyuntural, pero también necesario y misionero.
Misionero porque el discurso del presidente del Gobierno redunda en la idea de la cesión de soberanía. Hollande y Merkel lo saben. Por eso han recurrido al banquillo de Europa y le han dado la titularidad a Rajoy con los galones de piloto.
La imagen a cuatro de Versalles -Gentiloni sustituía al malogrado Renzi- ilustra una concepción darwinista del modelo europeo: cribar, discriminar, a los estados que sabotean la integración comunitaria -el flanco más agresivo es el Este de Europa- y privilegiar a los países que reivindican la verdadera unión, hasta el extremo de constituir un modelo común de seguridad, defensa, inmigración, mercado y fiscalidad.
Se trata de encontrar un estímulo homogéneo a la salida del Reino Unido. Y de responder no sólo a las amenazas internas -el nacionalismo, el populismo-, sino al efecto constrictor que sobrentienden las políticas agresivas de Trump y Putin, obstinados ambos en provocar la implosión de la UE misma.
España no formaba parte del directorio comunitario ni del núcleo duro. De hecho, el perfil bajo de la diplomacia nacional en las grandes crisis -Ucrania, Rusia, la inmigración, Siria- se prolongaba a una posición subalterna en las reuniones informales, en los consejos europeos y en las cumbres enciclopédicas del G20.
Y no disgustaba a Rajoy semejante anonimato, sobre todo porque preponderaban las atenciones a la emergencia de la crisis económica doméstica y se evitaban compromisos geopolíticos. Entre ellos, los que podían repercutir de una represalia yihadista por la eventual implicación española en Siria o el norte de África.
España no estaba en la elite, pero se ha incorporado ahora aprovechando la experiencia de Rajoy -el cargo se hace al andar-, asumiendo la vacante de Londres y amortiguando la debilidad de los grandes líderes comunitarios.
Empezando por el anfitrión de Versalles. Hollande abdicará en mayo después de una presidencia tan decepcionante que ni siquiera se reconoce capacitado para aspirar a su renovación en el Elíseo. Podría sustituirle Marine Le Pen y forzar la capitulación de la UE, aunque el mejor antídoto a la lideresa de la extrema derecha consiste en un candidato prêt-à-porter, Emanuel Macron, que se declara partidario de llevar más lejos el modelo de integración y que se ha convertido en el caballo blanco de Bruselas.
La tensión continental concierne a los comicios septentrionales, tanto por la proyección de Gaert Wilders en Holanda como porque Merkel se expone al desafío ultraderechista de Alternativa para Alemania. Son probables los comicios en Italia y la resurrección del Movimiento 5 estrellas. Y parece obvio que la presencia de Paolo Gentiloni en Versalles obedecía a una carambola coyuntural, pues el primer ministro italiano accedió al puesto de Matteo Renzi -otra esperanza truncada- como remedio al referéndum fallido.
Semejante contexto político y comunitario ha convertido a Mariano Rajoy en un inopinado símbolo de la estabilidad política. Y ha modificado la perspectiva gregaria de España, tanto por la credibilidad del modelo económico -se espera un crecimiento del 3,2%, casi el doble de la UE- como porque Rajoy ha logrado evolucionar de la total incertidumbre -315 días sin Gobierno- al virtuosismo en las artes de la minoría. Lo demuestra la adhesión del PSOE en algunas cuestiones capitales como el techo de gasto, el salario mínimo, la política energética y la renovación del Tribunal Constitucional.
Se siente Rajoy en estado de gracia -lo demostró su canonización en el congreso del PP- y ha incorporado a su perfil político un entusiasta reconocimiento internacional. Que implica ventajas y obligaciones, éstas últimas relacionadas con rigor en el cumplimiento del déficit, la sensibilidad a los eventuales recortes, un incremento notable del presupuesto de Defensa, un compromiso en la política de acogida de refugiados y una implicación absoluta en la custodia de la frontera sur.
A cambio, España asume una posición de liderazgo que redunda en su estabilidad económica y que proporciona, garantiza, la solidaridad de los socios en la neutralización del proceso independentista de Cataluña. Felipe V nació en Versalles, en efecto, y abortó en 1714 el conato de la escisión catalana en la guerra de independencia. Y no es que Rajoy vaya a gobernar 45 años, pero cada vez está más cerca.
De ser rescatados...a rescatar
El hecho de que España haya asumido un papel determinante en el "rescate" de la idiosincrasia de la Unión Europea representa un extraordinario contraste respecto a los tiempos en que estuvo a punto de ser rescatada. Y no han pasado tantos años, menos de cinco, desde que se produjo una situación de extrema debilidad política y económica. Lo prueba el hecho de que la delegación española fuera observada como un elemento perturbador, cuando no tóxico de los foros internacionales. Tanto en los consejos europeos como en las cumbres del G20. Incluida una particularmente traumática que se celebró en Los Cabos (Baja California) -julio de 2012- y que "exhibía" a España como un antimodelo por el disparate de la prima de riesgo -637 puntos- y por las dificultades para amortiguar el déficit y la deuda. Fue el mismo año en que Merkel acusó a Rajoy de hermetismo en sus planes de rescate de la banca, enconándose unas relaciones que han cedido espacio a la reivindicación del presidente español como garante del modelo comunitario-
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