La pérdida de “dos hijas”
A Carmen Sánchez, la violencia machista le ha arrebatado a su hija y a su nieta, a la que también crió
Apenas ocho días antes de su asesinato, Ana Belén Ledesma viajó con su hija, Ana María Perez, hasta Bienservida (Albacete) para festejar su cumpleaños. "Al llegar, me dijo: 'Mamá, hazme una tarta'. Y aquí estuvimos celebrándolo", relata con cariño Carmen Sánchez, la madre y abuela respectivamente, a quien la violencia machista golpeó doblemente el pasado 13 de febrero. Ese día, la pareja de Ana Belén, Manuel, la acuchilló supuestamente a ella y a Ana María hasta matarlas. "Y siento como si me hubieran arrebatado dos hijas, porque yo crié también a mi nieta", apostilla Sánchez de inmediato, antes de narrar con entereza ese dolor que le recorre el cuerpo. "Solo espero que esto [los asesinatos machistas] se acabe, para que nadie más experimente un sufrimiento como el que yo tengo", sentencia.
Ana Belén, de 46 años, y Ana María, de 18, vivían en Daimiel (Ciudad Real) con el presunto asesino. Apenas hacía unos meses que la chica se había mudado a la casa de su madre y padrastro. Según el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, no existían denuncias previas por malos tratos. "No sé que se le pasó a ese hombre por la cabeza", repite la abuela, de 76, desde su casa en Bienservida, un pequeño pueblo de apenas 700 vecinos donde se criaron las dos víctimas. "Mi hija era una persona muy buena y dulce. Y mi nieta... era estupenda: estuvo conmigo desde que fue al colegio con tres años hasta que terminó el Bachillerato", recuerda Sánchez.
"Ana María no suspendió un curso nunca y hace apenas unas semanas que se había sacado el carné. Todo lo que se ha propuesto siempre, lo ha conseguido", remacha de inmediato la abuela, que describe "la gran impotencia" que le atormenta desde el 13 de febrero. "Solo espero, también, que se haga justicia".
En Bienservida, un aplauso rompió el silencio cuando las lágrimas aún ahogaban el dolor de cientos de personas. En la parroquia de piedra de San Bartolomé, donde se celebró el funeral, no cabía un alma. Los vecinos arroparon a Carmen. Y a los cinco hermanos, a las dos hijas (hermanas de Ana María) y a los dos nietos de Ana Belén. "Me siento muy abrigada. Están compartiendo el dolor conmigo", apunta la madre y abuela de las fallecidas.
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