Diana Quer, medio año de vacío
Los investigadores revisan de nuevo los testimonios en una búsqueda atascada mientras aguardan a que alguno de los sospechosos cometa un error
A Diana Quer ya no se la busca sobre el terreno. Ha pasado medio año desde que esta madrileña de 18 años desapareció, en la madrugada del 22 de agosto, de A Pobra do Caramiñal, la localidad coruñesa de sus veraneos desde que levantaba menos de un metro del suelo. Su rastro físico se perdió en torno a las 2.40 horas al final del Paseo do Areal, siguiendo la línea de la costa supuestamente hacia su chalé adosado en el lugar de O Xobre, algo apartado aunque dentro del núcleo urbano. Pero su teléfono móvil, un IPhone 6 blanco, continuó dando señales de vida hasta aproximadamente las 5 de la madrugada, marcando un desplazamiento rápido que atravesaba el municipio de Boiro hacia la zona de Taragoña, ya en el ayuntamiento de Rianxo, trazando en paralelo la línea de la ría de Arousa hacia el este. Desde antes de Navidad, los investigadores trabajan recluidos en el despacho releyendo lo leído. Tratando de reinterpretar lo interpretado.
Han acumulado unos 200 testimonios, han desechado ya algunos que en distintos momentos de las pesquisas parecieron la infalible clave que iba a despejar el enigma. Después de grandes esfuerzos no han sacado nada en limpio de una investigación tecnológica que los llevó a examinar millones de señales telefónicas para centrarse luego en unas 80 de usuarios que entre las 3 y las 5 de aquella noche de fiesta habían seguido el mismo camino hacia Rianxo que revelaba el móvil de la chica. Tampoco consiguieron buenas pistas de la reconstrucción del propio aparato de la joven, que en octubre fue hallado en el fango por un mariscador bajo el puente de la autovía que lleva a Taragoña. Ese iPhone roto es hoy por hoy el único vestigio material de Diana que ha aparecido. Pero es que ya tampoco se cree que ella pudiera tirarlo personalmente al agua. Ni siquiera que ella hubiera llegado hasta allí con quienes lo arrojaron, posiblemente para despistar.
Mientras tanto, la investigación judicial, con magistrado nuevo, sigue encadenando prórrogas del secreto de sumario y las autoridades continúan aferrándose a esa vía de escape de que "todas las hipótesis están abiertas". Tan cierta es esta afirmación, que hasta aquella posibilidad que se consideraba descartada desde la primera semana, la de un presunto secuestro, vuelve a tenerse en cuenta a pesar de que nadie se ha puesto en contacto con la familia de Diana para pedir un rescate. Algo pudo salir mal y nunca fue posible llegar a reclamar una cantidad a los padres. Además de esta opción y de todas las demás que se consideran cuando falta una persona, sigue en pie, como línea de trabajo, la marcha voluntaria aunque truncada de una muchacha que aquellos días mantenía una relación difícil con su madre y con su hermana.
Pero ni la minuciosa revisión de unas 40 cámaras de seguridad, ni la comprobación de miles de matrículas, ni las entrevistas a allegados y el repaso de las comunicaciones con sus amigos de Pozuelo han dado frutos. Todo esto ha quedado prácticamente descartado, lo mismo que la investigación a un grupo de feriantes sobre los que se centró el foco al principio por aquel WhatsApp de Diana en el que decía que se estaba "acojonando" porque un hombre la estaba siguiendo.
Durante el primer mes, y también en el segundo, prodigaron los testimonios. Jovencitas que habían sufrido acoso en la calle, personal sanitario que había asistido a alarmantes escenas de miembros de la familia, vecinos que creían haber visto a Diana con short rosa o con pantalón largo y oscuro aquella misma noche, y sobre todo esos supuestos pescadores que declararon que la chica llegó al solitario muelle de Taragoña en un vehículo con varios hombres para montar luego en otro después de discutir con su conductor. Aquella pista parecía sólida, una verdadera esperanza, pero después también quedó por el camino porque, según fuentes relacionadas con el caso, "los declarantes demostraron no tener veracidad". Se rastrearon calas y montes con perros traídos de Madrid, entre los mejores del mundo en la búsqueda de rastros de sangre, fluidos corporales y cadáveres; se revisaron aserraderos, viejas fábricas abandonadas; la franja costera en barco y la vista aérea en helicóptero. Pero salvo el hallazgo fortuito del teléfono, nada se encontró.
En la Guardia Civil creen que la repercusión mediática del caso ha jugado en contra de la búsqueda. Es verdad que todo el mundo conoce a estas alturas el físico de Diana y que podría ser identificada por la calle sin apenas atisbo de duda. Pero eso solo ha servido para añadir escollos, y obligar a hacer comprobaciones extra a los agentes, como cuando una serie de testigos avisaron de que la desaparecida había pasado por bares y restaurantes de la provincia de Lugo acompañada de un hombre mayor que hablaba en inglés. El éxito televisivo del caso Quer (aderezado con tintes de culebrón doméstico por el enfrentamiento en público y en directo de sus padres en un ambiente adinerado y la impúdica disputa por la custodia de su hermana menor) pudo también marcar un cambio de itinerario en los planes de quien hiciese desaparecer a Diana.
En diciembre, SOS Desaparecidos recibió en su correo un mensaje firmado por una supuesta Diana Quer. Desde el primer momento se advirtió de que alguien había suplantado la identidad de la chica, y que esa persona se había tomado excesivas molestias para no ser descubierta. No podía tratarse de una simple broma. En la nota, la falsa Diana venía a anunciar que quería estar un tiempo fuera. Esto enlazaba con un tuit que escribió la auténtica hija mayor de los Quer López-Pinel hacía más de un año en el que decía "qué bien me vendría desaparecer una temporadita". La asociación de familiares de personas desaparecidas concluyó que el correo enviado en nombre de Diana estaba vinculado a su cuenta de móvil. El presidente del colectivo, Joaquín Amills, comenta que han presentado una denuncia en el juzgado para que se tire de este hilo, porque se trata al menos de "un delito de usurpación de identidad y otro de falsedad en documento público". "Hemos pedido que se hagan una serie de pruebas, pero de esto hace casi dos meses, y aún no nos han respondido si han admitido la denuncia", lamenta.
Fuentes del instituto armado reconocen que ahora mismo la investigación está encallada. En el cuerpo aguardan algún nuevo hallazgo casual, una señal que inspire una senda inexplorada. Y en la comarca se mantienen vigilantes a la espera de que alguna de las personas de la corta lista de sospechosos, algunos vinculados con el mundo del tráfico de drogas en la ría de Arousa, cometa un desliz que lo delate (o delate a quien esté encubriendo). Mientras tanto, la Policía Judicial de la Guardia Civil de A Coruña y la UCO (Unidad Central Operativa) de Madrid, desenrollan una y otra vez la madeja por si aparece algún nudo que antes se les ha escapado. Y la familia de Diana, que ahora también busca ayuda en un equipo de investigadores privados, lleva seis meses de vacío.
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