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Asesoría para asesinar

La mujer de Roberto Larralde y su amante urdieron un complejo plan para matarlo, que incluía la ayuda de un detective, según el fiscal

J. J. Gálvez
El paraje donde fue localizado el cuerpo de Roberto Larralde, en septiembre de 2014.
El paraje donde fue localizado el cuerpo de Roberto Larralde, en septiembre de 2014.Efe

A Roberto Larralde no le dio tiempo de mirar a su asesino a los ojos. Su sueño de volver a subirse a un ring se esfumó en el margen izquierdo del río Bernesga, cuando su verdugo levantó el arma a solo 60 centímetros de su cuerpo, le apuntó por la espalda y le disparó en la cabeza. El musculado exboxeador cayó a plomo en mitad de la oscuridad. En un paraje arbolado, apartado del pequeño pueblo leonés de Santa Olaja de la Ribera. Allí, pasadas las once de la noche, nadie escuchó la ejecución perpetrada por uno de sus antiguos compañeros de prisión y ordenada por la mujer del propio asesinado y por su amante, según concluyó la investigación policial, que atribuye a esta pareja la autoría intelectual de una compleja trama urdida simplemente, subrayó el instructor, porque "la existencia de Roberto podía convertirse en un obstáculo insalvable [para su relación]".

Roberto Larralde.
Roberto Larralde.

Para ello, los investigadores mantienen que los implicados en el crimen compusieron un complejo puzle de coartadas. Insisten en que se sirvieron de la ayuda de un detective privado, que les instruyó para ocultar las pruebas; y recalcan que, además, una vez muerto Larralde, enterraron el cadáver para "que no apareciera" y se difuminara así el rastro que conducía hasta ellos.

Toda una batería de detalles que se expondrá durante el juicio, que arranca el próximo 24 de enero en la Audiencia Provincial de León. A partir de ese momento, el jurado popular valorará las pruebas recopiladas: grabaciones de vídeo, registros telefónicos o el testimonio clave de una testigo... En definitiva, si encajan todas las piezas de esta historia.

Primera pieza: las dos relaciones

Miriam Caballero y Julio López, los principales acusados, se conocieron en abril de 2014, apenas cinco meses antes del asesinato del boxeador. Su relación sentimental se forjó en El Espiral, una acristalada cafetería de la calle de José Aguado, en la capital leonesa, donde ella trabajaba como camarera. Él, un empresario local de la madera, había dejado atrás su matrimonio. Caballero, en cambio, aunque tenía una orden de alejamiento, "seguía viéndose con Larralde en casa de los padres de su marido", explica la fiscalía. "Hacían vida en pareja y convivían juntos. Roberto desconocía la relación extramatrimonial", remacha Marcos García, el abogado de la acusación particular.

"Simplemente, Miriam y Julio mataron a Roberto para quitárselo de en medio y tener vía libre en su relación", añade el letrado. Aunque el matrimonio del exboxeador y Caballero, con dos hijos, llevaba años marcado por los malos tratos. Larralde entró en prisión en 2010 por maltratar a su esposa, que vivía bajo la tensión de que su marido supiera que había conocido a otro hombre; según consta en la causa.

Hasta 27 años de cárcel

La fiscalía. El Ministerio Público ha solicitado diferentes penas para los acusados, en función de su grado de implicación. El fiscal pide 23 años para Miriam Caballero por asesinato y 20 años para Julio López, José Ramón Vega, Froilán Álvarez y Carlos Heli. Aunque, para estos dos últimos, también matiza que se le impongan 10 años de cárcel si solo se les considera cómplice y no autores del crimen. Además, exige que se condene a otros dos años de prisión a Vega, Adrián Martínez y Antonio Gabarri por tenencia ilícita de armas.

La acusación particular. Los abogados de la familia de Larralde, encabezados por el mediático Marcos García Montes, consideran que los siete acusados funcionaron como un "auténtico grupo criminal" y, por ello, piden la misma pena para todos: 25 años de cárcel para los autores intelectuales, materiales y cooperadores necesarios. A su vez, solicitan la condena de otros dos años para Vega, Martínez y Gabarri por tenencia ilícita de armas. Y una indemnización de 450.000 euros para los familiares del exboxeador.

Segunda pieza: los cómplices

Para perpetrar el asesinato, este "grupo criminal" —definición utilizada por la acusación particular— se repartió los roles. A Carrasco y López se les considera los autores intelectuales, pero en el banquillo se sentarán cinco acusados más: José Ramón Vega, excompañero de prisión de Larralde, que supuestamente apretó el gatillo; el detective privado Froilán Álvarez, que les asesoró con las coartadas; Carlos Heli, que colaboró en la fabricación de las pruebas falsas; y Adrián Martínez y Antonio Gabarri, que facilitaron el arma.

Pero, ¿cómo consiguió implicar la pareja a tanta gente? López tenía una relación previa con el núcleo más importante de la trama —Vega, Álvarez y Heli—. Según relata el fiscal, Vega, el presunto autor del disparo mortal, había trabajado en alguna ocasión para la maderera del empresario leonés. Además, había coincidido en la cárcel de Mansilla de las Mulas con Larralde, por lo que contaba con su confianza. "Llevaba varios meses de baja laboral y estaba pasando apuros económicos", apunta el Ministerio Público.

El detective, por su parte, también se había topado previamente con López. Se conocieron cuando la propia exesposa del maderero contrató al investigador privado para que siguiera a su marido. "Se hicieron entonces amigos íntimos", revela el fiscal, que recalca el papel fundamental que jugó Álvarez en la trama. Según las pesquisas, este asesoró a los otros implicados para que, durante el asesinato, Vega no llevase su móvil con él. En su lugar, el autor del disparo dejó el teléfono a Heli (el tercer colaborador). "Que realizó varias llamadas mientras José Ramón estaba con Roberto, para que la policía no posicionara el móvil en el lugar donde iba a matarlo", cuenta la juez instructora en un auto.

Tercera pieza: el arma

La cadena que coloca la pistola en el escenario del crimen comienza con Adrián Martínez. Según la fiscalía, este se la había dado a Antonio Gabarri para saldar una deuda de 700 euros, quien posteriormente se la vendió a José Ramón Vega. "Existen en el procedimiento una serie de llamadas entre los dos acusados [derivadas de otra investigación], en las que se reconoce la venta de dicho arma a Vega. Obviamente, con conocimiento expreso de los dos acusados de su uso para la comisión de un hecho delictivo", subraya contundente el letrado de la acusación particular, que los considera "cooperadores necesarios del delito de asesinato".

El cartel de una de las peleas en las que participó Larralde.
El cartel de una de las peleas en las que participó Larralde.

Cuarta pieza: el disparo en la cabeza

Larralde nunca supo que querían matarlo. Ni siquiera cuando, el 13 de septiembre de 2014, cayó al suelo en el paraje de Santa Olaja de la Ribera. Presuntamente, José Ramón Vega le pegó un tiro por la espalda a bocajarro, cuando el exboxeador caminaba desprevenido delante, tras convencerlo de que se reunieran para hablar de negocios. El supuesto asesino telefoneó a su víctima a las 21.37. Se habían conocido en prisión en el año 2000 y habían trabado amistad. Así que Larralde no desconfió de su excompañero, con una docena de condenas en su historial delictivo de casi dos décadas —desde robo con violencia a lesiones, tenencia ilícita de armas, atentado a la autoridad y exhibicionismo—.

Quedaron primero en el aparcamiento de un supermercado ALDI, en Puente Castro (León). Cada uno llegó con su furgoneta. Larralde en una Mercedes Sprinter. Y Vega en una Peugeot Partner. "Entonces, José Ramón le dijo a Roberto que dejase allí su furgoneta y que se montara en la suya", relata el fiscal. Y continúa la acusación particular: "Condujo hasta una zona arbolada, con la excusa de que ambos iban a dar "un palo de chocolate", llevándolo en realidad como un cordero al matadero". Llevándolo hasta el lugar donde supuestamente lo asesinó.

Quinta pieza: las coartadas

Los investigadores consideran que los implicados trataron de esquivar a las autoridades con dos coartadas claves. La primera buscaba exonerar al autor material del disparo: tras telefonear a Larralde para reunirse, Vega entregó su móvil a Carlos Heli para que se quedara con él y realizara varias llamadas mientras el presunto asesino estaba con su víctima.

La segunda coartada afecta a los dos presuntos autores intelectuales. Miriam Caballero y Julio López organizaron un viaje a Madrid en la fecha del asesinato. Pero las cámaras del bar Granada, donde varios de los acusados se encontraron una hora antes del crimen, captaron la reunión que mantuvieron el empresario leonés con Vega y Heli, desde donde se telefoneó a Larralde para quedar. Esta se produjo antes de que la pareja partiera hacia la capital.

Tranquila, ya está hecho La frase que López le dijo a Caballero después del crimen, según un testigo

Sexta pieza: el testimonio clave

Apenas había pasado una hora del asesinato de Larralde, cuando Julio López conversa con uno de sus socios por teléfono. El empresario viajaba hacia Madrid con su amante y dos amigas, en un Porsche Cayanne. Tras hablar por el móvil, el maderero lo apaga y mira a Miriam. "Tranquila, ya está hecho", le dijo entonces; según declaró ante los investigadores una de las acompañantes que iba en el coche, tal y como recoge el juez.

Séptima pieza: el cadáver

Cinco días tardaron en encontrar el cuerpo de Larralde, albañil de profesión. Según los investigadores, tras acabar con su vida, Vega lo dejó abandonado durante horas en el paraje del río Bernasga. Hasta que volvió con las primeras luces del alba para enterrarlo, con una máquina excavadora, bajo un montículo de tierra, ramas y maleza. El cadáver apareció el 18 de septiembre. Lo hallaron dos perros policías, que descubrieron la primera pieza del complejo puzle a encajar a partir del 24 de enero. Un rompecabezas que rechazan los abogados defensores. Uno de ellos ha acusado a la policía de "cerrar en falso" el caso e insiste en retomar una línea de investigación archivada por el juez instructor: dos testigos sitúan supuestamente al exboxeador en un encuentro con terceras personas para perpetrar un robo. "Pudo haber algún conflicto derivado del hurto y alguien lo mató", plantea.

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Sobre la firma

J. J. Gálvez
Redactor de Tribunales de la sección de Nacional de EL PAÍS, donde trabaja desde 2014 y donde también ha cubierto información sobre Inmigración y Política. Antes ha escrito en medios como Diario de Sevilla, Europa Sur, Diario de Cádiz o ADN.es.

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