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La guerra de las bandas irlandesas se extiende por la costa española

El asesinato de Mallorca se suma a otros ataques registrados en Marbella y Lanzarote

Oriol Güell
Servicios de emergencias atienden a Trevor O’Neill, en Calvià el pasado miércoles.
Servicios de emergencias atienden a Trevor O’Neill, en Calvià el pasado miércoles.

La isla de Mallorca ha sido la última plaza española en sufrir los embates de la sangrienta guerra abierta entre los Kinahan y los Hucth, dos de las mayores bandas del crimen organizado irlandés. El asesinato el pasado miércoles en Calvià de Trevor O’Neill, de 40 años, es la última muestra de la creciente actividad de las ganglands en España, que han tenido en Marbella y Lanzarote otros dos puntos de actividad en el último año.

O’Neill, un empleado municipal de Dublín sin relación con el crimen organizado, fue abatido por error cuando paseaba con su pareja y sus tres hijos, de cuatro, seis y 11 años de edad. El sicario le confundió con un miembro de la familia Hutch. La Guardia Civil, que se ha hecho cargo de las investigaciones, trata ahora de encontrar en la isla el rastro de los agresores, que prendieron fuego a dos coches utilizados en su huida.

Fuentes de la policía irlandesa citadas por el diario Irish Times muestran su temor de que la violencia siga creciendo sin control tras un año en el que ya se han producido 10 asesinatos, dos de ellos en España. "Con cada crimen crece el odio y el número de personas con cuentas pendientes. Lo peor de esta situación es que ahora, incluso si los líderes de las bandas trataran de calmar las cosas, es probable que no lograsen imponer su criterio entre sus propias filas", afirman estas fuentes.

Marbella ha sido desde hace más de una década el centro de operaciones de Christy Kinahan, líder del poderoso clan que lleva su apellido. Las policías de España e Irlanda consideran que la familia ha controlado desde la Costa del Sol buena parte del tráfico de drogas y armas a las Islas Británicas, aunque la justicia nunca ha logrado acreditar estos delitos.

Los investigadores sospechan que los Kinahan están también detrás de tres crímenes ocurridos en los últimos años en la Costa del Sol. El primero, el del pandillero Paddy Doyle en Estepona en 2008,sirvió para mantener el orden entre las propias filas. El segundo, el de Gerard Kavanagh en un pub de Marbella en 2014, tenía como objetivo castigar su negligente recaudación de fondos para la banda.

Pero ha sido el asesinato de Gary Hutch, muerto a tiros el pasado mes de septiembre en la piscina de unos apartamentos en Mijas, el que ha sacudido por completo el ecosistema de las bandas irlandesas. Los Kinahan sospechaban que Hutch, que había trabajado para ellos, estaba haciendo un doble juego. Que pasaba información a la policía, además de flirtear con otros grupos criminales. Eran razones suficientes para que su vida corriera peligro. Pero había otro hecho a tener muy en cuenta: él no era un pandillero cualquiera. Era el sobrino de Gerry Hutch, El Monje,una de las figuras más respetadas (y temidas) de los bajos fondos de Dublín.

Matar a Gary Hutch ha acabado por provocar un implacable y sangriento intercambio de golpes entre las dos bandas en el que un hipotético y macabro marcador indicaría que los Kinahan ganan por goleada. El primer zarpazo lo dieron los hombres de El Monje con el asalto con rifles AK-47 al Hotel Regency de Dublin, que el pasado febrero costó la vida a un lugarteniente de los Kinahan, David Byrne. Pero desde entonces, las otras nueve muertes se han cebado con los Hutch. Incluso en la sangrienta historia de las bandas irlandesas, no hay precedentes de una cacería como la desatada contra ellos.

Entre los fallecidos hay cuatro colaboradores de los Hutch con un largo historial delictivo. Pero también personas como el hermano de El Monje, Eddie, un taxista que siempre se había mantenido alejado de cualquier actividad criminal. Era, pues, un blanco fácil: sin protección alguna, su muerte era la forma de infligir el máximo daño posible con el mínimo riesgo. Este tipo de ataques han llevado a la policía irlandesa a alertar a más de una veintena de personas —familiares, allegados y amigos del capo de los Hutch— de que su vida corre peligro.

En esta espiral de violencia nadie parece a salvo. La muerte de O'Neill en Calvià, confundido por otro sobrino de El Monje, no ha sido el único error cometido por los sicarios de los Kinahan. A Martin O'Rourke, de 34 años y con problemas de adicción a las drogas, también le costó la vida ser tomado por un antiguo colaborador de Gary Hutch. Murió a balazos el pasado 14 de abril poco después de comprar una papelina.

La ofensiva ha llevado el conflicto hasta un tercer escenario de la geografía española. Se trata de Lanzarote, en las Islas Canarias, donde El Monje tiene desde hace años su refugio. En un lance que podría haber dado un vuelco a la guerra, Hutch salvó la vida por poco la pasada Nochevieja. Pasadas las dos de la madrugada, abandonó el pub en el que recibió el nuevo año. Solo él sabe si intuyó algo o fue un golpe de pura suerte, pero dos hombres armados y con el rostro tapado por pasamontañas irrumpieron poco después en la sala. Fueron directos a la mesa que El Monje había ocupado hasta pocos minutos antes. Pero el veterano pandillero surgido de los bajos fondos Dublín ya no estaba allí.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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