El "ni-ni" de Rajoy
Mariano Rajoy ha convertido el ultimátum "innegociable" de Albert Rivera en un papel mojado. Al menos durante un día. Veremos lo que dice hoy en la reunión con el líder de Ciudadanos. Porque puede "compensar" a Rivera, por ejemplo, con la afirmación de que irá, finalmente, a una sesión de investidura.
Pero ayer ha sido ni fecha de investidura ni condiciones.
Estrategia: ni-ni.
La idea de fondo es muy simple: se trata de ganar tiempo. Rajoy lo puso en evidencia cuando el 10 de agosto convocó a su Comité Ejecutivo Nacional para una semana más tarde, el 17 de agosto, para dar respuesta a las condiciones de Ciudadanos.
Tras la reunión dijo que no había sido convocada para eso y que no se dijo ni palabra sobre esas condiciones. Tampoco, por supuesto, sobre la fecha de una posible sesión de investidura. Ahora, ha dicho, quiere hablar sobre esa posible fecha...con Pedro Sánchez.
Esta actitud dilatoria choca con la catástrofe que, según Rajoy, nos amenazaba si no abordamos rápidamente la formación del nuevo gobierno. Los presupuestos, las pensiones, Bruselas, et al.
El Rajoy de la rueda de prensa posterior al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular no es el mismo que el Rajoy que se mofa de los periodistas en la comparecencia que siguió a la aceptación -condicionada- del encargo del rey Felipe. Es la transición de un Rajoy que las tienes todas consigo a un Rajoy que ya no las tiene. Que sabe que no habrá pacto de gobierno incluso en el caso de que lograse sacar adelante su investidura.
Pero es que este nuevo Rajoy tampoco lo tiene ya muy claro. Por eso, va a patear la pelota hacia adelante. De ahí el "ni-ni" inicial a Rivera.
Hasta ahora, la idea generalizada era que si Rajoy acudía a una investidura y la perdía, podía volver a intentarlo -como fueron los casos de Susana Díaz y Artur Mas- y entonces en esa nueva fase entraría en vigor la afirmación de Pedro Sánchez sobre que no habría terceras elecciones. Esto es: que tras una primera derrota al volver a intentarlo Sánchez cambiaría su posición inicial a cambio de unas negociaciones de urgencia para evitar las nuevas elecciones.
Rajoy también parece haberlo creído. Pero ahora quizá ya no. Por eso en su rueda de prensa posterior a la ejecutiva señaló que quería hablar con Sánchez para ver si quería ir a una repetición de elecciones.
Por su parte, según ha dicho Sánchez ayer ante sus dirigentes en el Congreso, si hay que ir a terceras elecciones no sería dramático porque para el PSOE, señaló, lo peor ya ha pasado.
Por tanto, se trata en cualquier caso de mantener la vez -el encargo del Rey- pero ganar tiempo. Eso supone, por ejemplo, pensar en una posible investidura después de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre.
Pero para ir a ese escenario, hay que negociar con otras fuerzas y preparar a la opinión pública. No puede decir Rajoy que piensa en una investidura después del 25-S. Largo me lo fiáis. Hay que ganar semanas.
Rajoy cometió un error estratégico al pactar con la vieja Convergencia la elección de la mesa del Congreso y prácticamente concederle el grupo parlamentario a cambio. Porque hizo visible que podía pactar con otras fuerzas de derecha. Ello hizo buena la hoja de ruta que le trazó con anterioridad Sánchez.
Y, ahora, quizá tenga que pensar Rajoy en 1996, en la entente Arzalluz-Aznar. Es decir: esperar a la configuración de fuerzas en las elecciones vascas del 25-S.
Rajoy ya es consciente, según lo que explicó a sus correligionarios en el Comité Ejecutivo Nacional, que la crisis de investidura es solo un episodio de la Gran Crisis política que emerge de dos fenómenos relacionados: la Gran Depresión Española y la ruptura del Bipartidismo. Que incluso en el caso de que se forme gobierno será una legislatura tortuosa.
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