_
_
_
_

Rezos en ‘streaming’, donuts y dátiles: así se vive el Ramadán en España

Este miércoles acaba el Ramadán para casi dos millones de musulmanes en España

Bárbara Ayuso
Musulmanes pakistaníes oran en el primer día del Ramadán en la gran mezquita Faisal de Islamabad.
Musulmanes pakistaníes oran en el primer día del Ramadán en la gran mezquita Faisal de Islamabad.AAMIR QURESHI (AFP)

Hay una noche mágica en el Ramadán, pero ningún musulmán sabe cuál es. Es el gran misterio del mes sagrado de ayuno que concluye este miércoles para 1,9 millones de personas en España, que han vivido la llamada Lailat-ul Qadr, o "noche del decreto", sin saberlo. Según el Corán, los rezos pronunciados esa jornada equivalen a mil meses de oración. Los hadices (narraciones transmitidas por intermediarios) insinúan que podría ubicarse en las últimas 10 noches impares, pero no está claro. "Por si acaso, los musulmanes nos afanamos más en cumplir con los preceptos del Ramadán esos últimos días. Sirve para compensar si has fallado en algo durante el mes", reconoce Ismael. "Solo tenemos indicios, pistas de cuándo puede ser. Esa noche es un poco más fría, te sientes más cercano a Dios y por la mañana el sol calienta más", explica. El pasado año cree que acertó. No revelar sus sospechas es parte de la mística.

Nació en Getafe, tiene 21 años y lleva desde los nueve celebrando el Ramadán. Aunque los niños están exentos, él insistió en iniciarse y contradecir a sus padres, de origen marroquí. "De pequeño siempre quieres ser mayor, hacer lo mismo que ellos, así que me empeñé", justifica. En aquella ocasión coincidió con las vacaciones de Navidad y fue sencillo sobrellevarlo. Sin embargo, reconoce que este año ha sido especialmente duro, por la coincidencia del ciclo lunar —que establece las fechas exactas según el calendario musulmán— con el período estival.

Ismael, en la mezquita Al Sunna de Fuenlabrada
Ismael, en la mezquita Al Sunna de FuenlabradaBárbara Ayuso

"Eso incrementa las horas que ayunamos. Aguantamos prácticamente 17 horas y media sin comer ni beber. Si trabajas, en general este mes tampoco duermes. El último rezo de la noche acaba pasadas las 12, y no llegas a casa hasta una hora después. Tienes que levantarte a las 4 para el primer rezo del alba, así que casi no te compensa volver a la cama", precisa. En el interior de la mezquita del Al Sunna de Fuenlabrada, un cartel luminoso informa de los horarios exactos de los cinco rezos y de la temperatura exterior: 35 grados. La siguiente oración, el Magrib (puesta de sol), será a las 21:47 y dará paso a la ruptura el ayuno con la celebración del iftar, la comida nocturna.

"Como te quedes hasta esa hora, igual te asustas de cómo se pone esto", avisa El Hichou Hasnahi Mohamed, uno de los fundadores del centro islámico. Ubicado en un polígono industrial de Fuenlabrada (Madrid), sus instalaciones ocupan la mayoría de naves a ambos extremos de la calzada principal, donde han instalado una hilera de mesas de varios metros, para todos los fieles que acudirán a celebrar el fin del ayuno en comunidad. Sobre la mesa, dátiles, leche y botellas de agua. Un frugal aperitivo para despertar al estómago antes de la comida copiosa, que se celebra en un comedor interior con capacidad para unas trescientas personas. Solo los hombres preparan las raciones. La mezquita costea el menú —hoy toca ocra guisada con ternera y tomate y Harira, la sopa marroquí tradicional del Ramadán— para quien llegue, musulmán o no. "A mí me gusta más celebrar el iftar en casa, soy casero, pero de vez en cuando vengo aquí para echar una mano", detalla Ismael. Según dicen, estos días se nota especialmente la afluencia de gente sin recursos.

Varias mujeres de la mezquita, antes de celebrar el 'iftar'.
Varias mujeres de la mezquita, antes de celebrar el 'iftar'.Bárbara Ayuso

Unos metros más abajo, en otra de las naves del complejo, empiezan a llegar las mujeres. Saludan a varios hombres apostados en la puerta de la nave colindante, que ocupa curiosamente un centro evangélico. Vienen cargadas con tupper y grandes fuentes cubiertas con papel albal. Anissa, una administrativa de 28 años, trae en brazos a Omar, su hijo de año y medio. "Tengo otro mayor, que está cuidando mi madre. Cuando puedo dejo la comida preparada en casa y me escapo a hacer el iftar con las chicas", confiesa. Son un grupo de unas quince mujeres, donde prima la heterogeneidad: con hiyab, sin él, solteras, casadas y estudiantes. Todas han nacido en España, y sus padres proceden de diferentes zonas de Marruecos. Estudiaron en colegios públicos españoles y se conocieron en este centro islámico, los fines de semana aprendiendo árabe. Tienen un grupo de WhatsApp para organizar los días que vendrán aquí —una o dos veces a la semana— y qué cocinará cada una. Sandra viene desde Navalcarnero y hoy es su primer día de ayuno. No es musulmana, pero se siente atraída por la religión y la cultura, después de años relacionándose con gente marroquí. Dice que está probando, pero no baraja convertirse al islam en el corto plazo. "Vengo a vivir la experiencia y a cenar con ellas. Me gusta el ambiente", explica.

Fátima tiene 19 años y lleva la voz cantante de la intendencia. También del grupo de WhatsApp. "A veces me tengo que poner firme porque esto es como un gallinero", ríe. Lo que más le cuesta del ayuno es prescindir del agua, especialmente con el sofocante junio madrileño. Estudia Filología Hispánica y árabe en la Universidad Complutense, y este Ramadán coincide con sus exámenes finales. En España, los Acuerdos de Cooperación de 1992 establecieron que la festividad del Eid al-Fitr (fin del mes sagrado) dispensaba a los alumnos musulmanes de la asistencia a clase y de la celebración de exámenes. Ella reconoce que nunca le ha hecho falta. "Soy como una culebrilla", dice, siempre frenética. Estira las horas y consigue coordinar también programas de recogida de alimentos y ropa para gente necesitada.

El azaque (o limosna) es el tercer pilar del islam, y este mes las asociaciones redoblan esfuerzos para cumplirlo. "A mí me ha tocado repartir a familias necesitadas de la zona de Fuenlabrada y de Griñón. Recogemos la comida con nuestros coches y aquí vemos cómo lo repartimos. El Ramadán no es solamente ayuno y rezo", explica. Sus compañeros de la universidad llevan con sorpresa su religión, algo que achaca a su cabeza descubierta: "Como me ven sin velo piensan que no tengo fe, y me preguntan si de verdad no como ni bebo en todo el día. Es gracioso, hacen muchas preguntas. Hacen tres días me dijeron que si el ayuno era solo para pecadores", cuenta.

Bárbara Ayuso

La mesa de las mujeres es una verbena de combinaciones de alimentos, mucho menos tradicional que el comedor masculino. Además de los cuencos de Harira, sobre la mesa hay tortilla de patatas, dulces marroquíes, tartaletas de queso, sándwiches de Rodilla y una fuente de Dunkin Donuts. Dátiles, zumos envasados, leche y melocotones. Llegan las 9:47 sin que ninguna se percate, inmersas en una docena de conversaciones simultáneas. "¿Pero ya es la hora?", pregunta una de ellas, señalando a una compañera que ya ha empezado a dar cuenta de un rollito de pollo. "¡Hace un montón!", le replica, con la boca llena. Estallan en risas y la más mayor pronuncia una la du'a (súplica) en árabe, casi ininteligible en el alboroto: "¡Ea, a comer se ha dicho!", remata.

Españoles, jóvenes y musulmanes

Cuando el almuédano pronuncia el adhan (llamada a la oración) efectivamente, la calle asusta. Los coches bloquean las entradas de acceso a la mezquita, y continúa la afluencia de fieles a través del polígono. Los hombres son mayoría, y van entrando al rezo colectivo que dirigirá el imán. Las mujeres aún permanecen en el comedor, terminando el iftar y haciéndose selfies en un ambiente exento de solemnidad.

Según explica El Hichou Hasnahi Mohamed, en la mezquita, en tiempo de Ramadán, es mayor la presencia masculina. Estima que los días de más flujo, llegan a reunirse 1.800 personas. Hombres y mujeres rezan en dependencias separadas pero "no marginadas", matiza Ismael. Además, otros muchos musulmanes siguen la oración desde sus casas, gracias a un servicio de streaming que instalaron hace varios años. Después, lo cuelgan en internet. Mohamed señala orgulloso la cámara que retransmite el sermón a toda la red y el router que reposa sobre una pila de coranes.

Fátima e Ismael pertenecen a la Asociación de Jóvenes musulmanes española, con sede en la misma localidad. Participan en campamentos, talleres y todo tipo de actividades que, según dicen, tratan de acercar el islam a la sociedad española sea cual sea su credo. Consideran que su religión es frecuente diana de malinterpretaciones e injustas imágenes negativas, pero hablan de ello sin rabia. Les preocupa el incremento de actos de islamofobia, aunque aseguran no haber sufrido ninguno. Se sienten españoles, y en su entorno de amistades explican que hay un diálogo interreligioso. Ismael defiende su fe porque la ha escogido, no heredado. "Aunque yo fui criado en el islam, hubo un momento en que abrí un paréntesis en mi vida de varios meses y casi rocé el ateísmo", recuerda. Estudió la historia de las religiones, el cristianismo, el judaísmo y por último el islam porque "era la que más creía conocer, pero no era así". Sitúa la asignatura de Filosofía de segundo de bachillerato como el detonante de sus dudas. Incluso, fue a la iglesia con sus amigos cristianos y estuvo confuso un tiempo.

"Al final llegué a un momento de reencuentro con el islam. Lo hice después de estudiar, de informarme. Creo que hay una gran diferencia entre eso y heredar una creencia", opina. "Ahora entiendo el Ramadán más allá del ayuno, no es solo privarse de comer y de beber", continúa. Se atropella al hablar del proceso íntimo y espiritual de estos treinta días. Teme que suene "ficticio, o impostado". A cambio, apela a sus conocimientos como estudiante de Nutrición y dietética, y empleado de un complejo deportivo. "Además, el ayuno es una cosa muy positiva. Todo el mundo debería ayunar uno, o incluso dos días a la semana. Está demostrado. Hace poco le preguntaron a Jean-Claude Van Damme en Dubai cómo mantenía su físico, y él dijo que estaba todo en el Corán, con hacer coincidir las comidas con los cinco rezos del día, y ayunar", remata.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Bárbara Ayuso
Periodista en EL PAÍS Audio. Ha desarrollado su carrera en diarios como EL PAÍS y ABC y revistas como Jot Down y Forbes. Es licenciada en periodismo por la Universidad San Pablo CEU y coautora de 'Viaje al negro resplandor de Azerbaiyán'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_