La Fundación Eisenhower premia al director de EL PAÍS y a la Escuela de Periodismo
Antonio Caño llama a la convivencia "más cordial y profesional entre los medios para recuperar el prestigio profesional que el periodismo ha perdido en años recientes en España"
El director de EL PAÍS, Antonio Caño, ha sido galardonado con el premio que otorga la Asociación Española Eisenhower Fellows en reconocimiento al "compromiso con la defensa y promoción de la libertad de expresión y prensa". También ha sido distinguida la Escuela de Periodismo UAM-El País con un premio a la iniciativa académica que ha recogido su directora, Belén Cebrián.
El director de EL PAÍS ha mostrado su agradecimiento por una distinción "que lleva un nombre de la talla de Eisenhower", de quien ha opinado que se pueden "extraer enseñanzas muy útiles en estos tiempos". Ha recordado la trayectoria del presidente estadounidense y su relevancia, tanto por su lucha para liberar Europa del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial como por su defensa de los derechos y libertades civiles.
Ha reflexionado sobre la "profunda transformación" que vive el periodismo y ha defendido que, dentro de ella, "el periodismo de calidad va a tener un hueco irreemplazable".
Caño ha pedido a los directores de medios y periodistas presentes en el acto que colaboren para fortalecer el periodismo desde la cordialidad y la profesionalidad. "Es una profesión competitiva por naturaleza, pero deberíamos estar unidos por un objetivo común: recuperar el reconocimiento y el prestigio social que el periodismo ha perdido en años recientes en España".
Por su parte, la directora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS Belén Cebrián ha agradecido el premio que ha recogido "en nombre de todos los que han pasado por la escuela" que este año ha celebrado su 30 aniversario. La directora ha recordado que ya han pasado por esta escuela unos 1.200 periodistas que en la actualidad trabajan en unas 100 redacciones en 25 países. También ha hablado sobre los retos del periodismo en el futuro: "Tenemos muchos desafíos, y los aceptamos todos y los vamos a ganar", ha señalado.
El presidente de la Asociación Española de los Eisenhower Fellowship, Javier Cremades, y el presidente de la Fundación Eisenhower Fellowship, George de Lama, han sido los encargados de entregar los galardones, que también han recibido los periodistas Ana Rosa Quintana y Fernando Ónega, y el presidente de la Agencia Efe, José Antonio Vera. En ediciones anteriores estas distinciones fueron para el presidente del Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, Gloria Lomana o Pedro J. Ramírez.
Valores democráticos
Todos ellos han sido reconocidos por su compromiso en la defensa y promoción de la libertad de información, unos principios defendidos por el presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower y que la Fundación que lleva su nombre busca destacar para promover los valores democráticos y de las sociedades libres. En el acto también ha participado el padre de Leopoldo López, líder opositor venezolano que se halla preso.
Cremades ha destacado que la entrega de premios constituye un "homenaje a la libertad" y que los galardonados son "sinónimo de periodismo comprometido y vigilante del poder" y "una referencia insoslayable en el mundo de la información". Ha señalado, asimismo, que la libertad de expresión es básica para "para cualquier democracia" y ha advertido de la amenaza que su ausencia supone. En este sentido ha mencionado la situación que se vive bajo el "régimen bolivariano" en Venezuela, donde "no hay medios libres".
Los galardones llevan por nombre First Amendment Award (Premio Primera Enmienda) y se inspiran en la primera enmienda de la Carta de Derechos de la Constitución de los Estados Unidos promulgada en 1791 por el congreso norteamericano, la cual prohíbe al legislador adoptar cualquier medida que coarte la libertad de pensamiento, y en cuyo ámbito se reconoce expresamente la libertad de prensa.
Las W de Caño
Antonio Caño está hecho de periodismo y de experiencia. Este premio Eisenhower premia, además, a un ciudadano educado en España y reeducado, para el periodismo, en los Estados Unidos, y no sólo en el país enorme que se llama así y que presidió Eisenhower en momentos decisivos, sino en la mentalidad periodística, informativa, civil, de los Estados Unidos y del mundo anglosajón.
Ese periodismo que ha dado a la historia de nuestro oficio la W decisiva del Watergate está tan unido a la piel interior de este periodista al que ustedes premian que no hay un testimonio sobre su vida que no lo relacione con esas preguntas que todo periodista debe responder y que él, antes como redactor o corresponsal y ahora como director, responde o hace responder: quién, cómo, dónde, por qué, qué…
Y no sólo esas preguntas simples, e imprescindibles del buen periodismo: a Antonio Caño le importa, como al buen periodismo anglosajón, como al periodismo exigente, que todo aquello que se dice tenga también las comillas que certifican que lo dijo. Es en ese sentido un periodista radical, insobornable, que está tan alejado de los lugares comunes que por ello paga el precio que los periodistas pagan cuando se impiden a sí mismos abrazar la demagogia, el chiste fácil o la opinión atrabiliaria lanzada sin fundamento ni información, sólo para conseguir alabanzas o audiencias.
Quienes lo conocen bien saben en lo más hondo hasta qué punto este premio es un abrazo a su alma de periodista: les hablaba antes de la W más famosa del periodismo contemporáneo, la W de Watergate. Pues desde que respira periodismo Antonio Caño ha estado marcado por aquella información que convirtió a Woodward, que también lleva W, a Bernstein y a Ben Bradlee en los héroes de una manera exigente de abordar una información. Si hace falta, Caño puede hacer reposar una exclusiva, como hicieron aquellos, hasta que se despejen las dudas, todas las dudas, porque el periodismo, como aconsejaba Gabriel García Márquez, no lo hace mejor el que lo da primero, sino el que lo da bien.
Esa herencia le ha valido hasta hoy, le sigue valiendo; esos que lo conocen bien lo han visto con el bolígrafo rojo supervisar crónicas brillantes a las que les faltaba un dato que quizá no era brillante pero que constituía la médula espinal del sentido que tenía para ser publicado. No he encontrado muchos seres humanos, muchos ciudadanos, ni muchos periodistas, por supuesto, con esa pasión de Caño para desaconsejar activamente el ejercicio de la demagogia, esta flor oscura que ahora marca un periodismo detestable. Por eso, en nuestro país, donde ahora ejerce Caño el más decisivo de los encargos del oficio, dirigir un periódico, se ha llevado este premio pero se ha llevado también muchos castigos. Los buenos periodistas, los que se exigen a sí mismos, los que exigen a los demás las W de la confirmación, del dato exacto, no son bienvenidos siempre en esta sociedad nuestra en la que se ha asentado la costumbre de decir lo que a cualquiera le da la gana para que lo confirmen, o lo desmientan, otros, mientras los que malversan el oficio se fuman un puro riendo del mal hecho.
Su colega Juan Jesús Aznarez, su amigo, me decía ayer que la de Caño es “una vocación natal” por el periodismo, que le viene de aquel Watergate de su adolescencia. Él supo cómo Antonio trabajó en México, qué hacía, como periodista, en Cuba, cómo predijo en Venezuela, con los datos en la mano, lo que iba a pasar con el populismo naciente de Hugo Chávez, cómo se la jugó en Panamá para romper el cerco que le había montado Noriega para que no dijera en EL PAÍS lo que él sabía, y cómo escribió para su periódico, desde La Habana, sobre el viaje de Gorbachov y el inmovilismo cubano pese al derrumbe de los muros de la URSS…
Y quienes le conocen aún de más cerca saben que no es un animal social, que es un hombre tímido y bueno al que le han colgado en estos años en que manda más sambenitos de todo orden, para neutralizar su manera de hacer periodismo, para arrinconarnos a nosotros también, los que trabajamos bajo sus órdenes, en las esquinas a las que no pertenecemos. Su arrojo cotidiano es desafiar esos tópicos, y lo ha logrado haciendo un periódico que responde a todas las doble W, y también a la W del Watergate.
En este tiempo el ejercicio del periodismo de Antonio Caño es una especie de didáctica del oficio en tiempos complejos a los que él aplica la sencillez también compleja de la confirmación.
Me decía también Aznarez algo que me honro en compartir: tiene tan sacramentado el periodismo que nada que le haga daño al oficio, nada que lo frivolice o lo banalice, nada que rompa las reglas de oro que han hecho de este trabajo un instrumento social de primer orden, saldrá ni de su pluma ni de sus encargos.
Me decía quien le quiere más que el periodismo es para él un carné que lleva con el orgullo con que quiere a sus hijos y con la devoción con que lleva en la cartera su carnet de madridista, el único fanatismo que se permite. Lástima, lo digo por mí mismo, que no lleve el carnet del Barça. Pero como decía Billy Wilder, casi su compatriota, él tiene muchas virtudes, pero no se puede ser perfecto. Enhorabuena, Caño, por este premio Eisenhower, y congratulations, te lo mereces, aunque te ruborice que te lo diga.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.