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ELECCIONES GENERALES
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ya lo dijo Maquiavelo: el mal menor

Nadie está en condiciones de gobernar solo. Hacen falta pasarelas y perspectivas de largo plazo

Pedro Sánchez con la presidenta del PSOE, Micaela Navarro, tras conocer los resultados.
Pedro Sánchez con la presidenta del PSOE, Micaela Navarro, tras conocer los resultados.Fernando Villar (EFE)

Y ahora, vuelta a los forcejeos para encontrar la fórmula de Gobierno. De ahí el dilema del PSOE. Cualquier determinación de pactar con otras fuerzas implica serios riesgos para este partido. Si deja gobernar al PP, la decisión será contestada por una parte de los socialistas. La idea de ponerse de acuerdo con Unidos Podemos para intentar otra opción ha quedado prácticamente en el baúl de los recuerdos, vistos los resultados del 26-J. Y no apoyar a nadie, para rehacerse como partido desde la oposición, acarrearía otro bloqueo.

Visto lo dificultoso del escenario, habrá que buscar la salida a través de un principio político formulado hace cinco siglos por Nicolás Maquiavelo: el del mal menor. “Es conforme al ordinario curso de las cosas”, advirtió en El Príncipe, “que no trate uno de evitar nunca un inconveniente sin caer en otro”. El politólogo de la época renacentista aconsejaba “tomar por bueno el partido menos malo”, consciente de que hay circunstancias en que solo se puede optar entre lo peor y el mal menor.

Para que pueda iniciarse la legislatura, no queda otra solución que decidir cuál es el mal menor entre las fórmulas posibles de Gobierno compartido. Como ninguno de los competidores del 26-J tiene la mayoría, ni se acerca a ella, no hay escapatoria: el PSOE se encuentra en medio de la melé.

Era absurdo tomarse el 26-J como una segunda vuelta del 20-D, porque no había que elegir entre los programas o los aspirantes más votados en la primera, que es la característica de las segundas vueltas en los países donde existen: una primera convocatoria, abierta a todos los competidores, se usa como filtro para la definitiva, a la que solo pueden concurrir los más votados en la primera. Nada de ello se ha dado en el 26-J en relación con el 20-D, y por lo tanto no cabía esperar resultados mucho más concluyentes, salvo el rendimiento de la apuesta de los dirigentes de Unidos Podemos para intentar un mejor resultado de lo que habían logrado por separado, que ha fracasado.

Las votaciones de ayer simplemente confirmaron la sacudida que ya se había operado en la vida política de España. Hay un cambio silencioso en marcha, que se aprecia mal a causa de la terrible banalidad de las formas de comunicación elegidas por algunos partidos, con las que disfrazan sus corazones militantes. En todo caso, ninguna minoría está en condiciones de gobernar con sus solas fuerzas. Hacen falta pasarelas, compromisos y perspectivas de largo plazo.

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