Varios ‘Brexit’ para España
Si Podemos incumple la promesa de un referéndum tropieza con "la rebelión de los catalanes"
En términos bíblicos, la plurinacionalidad es para Podemos el árbol de la ciencia, del bien y del mal, que por un lado le otorga la posibilidad de las antes impensables victorias en Cataluña y en Euskadi, y por otro bloquea a Pablo Iglesias el acceso al poder con la colaboración del PSOE. Como es sabido, el tal árbol fue en realidad plantado por el diablo en el paraíso para confundir al hombre, usando su capacidad de atracción para causar la pérdida de Adán. La fórmula de Iglesias tiene el mismo aspecto. Con el referéndum para desbordar desde el no nacionalismo las posiciones independentistas en Cataluña, y puestos ya a la obra, en Euskadi y lo que siga, el ejercicio del "derecho a decidir", la cuadratura del círculo está lograda. Inconveniente: cómo salvar tras el 26-J el compromiso del referéndum de autodeterminación. Si Podemos lo incumple, tropieza con "la rebelión de los catalanes"; si por una vez es leal, el PSOE no traga.
Como siempre, Iglesias tendrá preparada la trampa, similar a la afortunada de su oferta. Aunque en el plebiscito electoral de septiembre, la independencia no llegó al 50%, adelante con los faroles y a votarla, que yo quiero a España y conseguiré el rechazo. El diablo se cree omnipotente; no lo es: mal veo a Colau votar por España. En este tipo de procesos, de Quebec al Brexit, la autoafirmación de la identidad potencia la ruptura: en Quebec el casi el 50% del referéndum se tradujo luego en menos de un 30% independentista en las parlamentarias. Y más aun si se plantea bajo el disfraz inocente de "consulta", en aplicación torticera del artículo 92 de la Constitución.
Sembrar “derechos a decidir” no es así sino un electoralismo propio de aprendices de brujo
¿Y qué significa autodeterminación para todos, caricatura boliviana de Lenin? Para empezar, el Reino Unido sirve para una analogía también tramposa, ya que es un Estado complejo donde componentes como Escocia tuvieron un procedimiento de entrada en 1707, que legitima tanto la devolución de poderes como la salida. Nada de esto existe en la experiencia centralizada de España, donde el cuasi-reconocimiento de la plurinacionalidad —naciones y nacionalidades— emerge de la Constitución de 1978. Y no se basa en normas, sino en la presencia real de unos nacionalismos y de unas identidades, medibles sociológicamente, que dieron siempre identidad dual en Cataluña y Euskadi con predominio de la propia. Y deseos de independencia, en Euskadi en torno al 30%. No hablemos de Galicia. Sembrar "derechos a decidir" no es así sino un electoralismo propio de aprendices de brujo, que supondría el caso inédito en un país occidental, de forzar la fragmentación de un Estado democrático.
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