Rubalcaba en la paz y en la guerra
Corrige exámenes de día y golpea de noche: Rajoy “susurra a las alcachofas” e Iglesias es “ignorante o taimado”
En un despacho de la tercera planta de la Facultad de Químicas, en la Universidad Complutense, suena la ópera Una cosa rarade Vicente Martín i Soler. Una fotografía en color muestra a la bancada socialista del Congreso despidiendo a Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951) en su último día. El profesor corrige un examen en un ambiente de armonía tal que parece que en cualquier momento va a cocinar a un hombre. De hecho, casi se lo come cuando ve entrar al periodista.
—¿Por qué no le diste más caña a Ramos en el artículo del partido de Croacia?
El periodista se defiende como puede, pero el hombre más temido durante tres décadas por sus adversarios políticos insiste: “¡No debió tirar el penalti Ramos!”. Ha apagado la música. Enfrente ya no está el apacible profesor que pone cada día una ópera distinta para “lidiar con los carbonos”. Está el Rubalcaba inquieto que trata de exorcizar a su interlocutor con cuestiones que le obsesionan: la selección española, el Madrid de baloncesto (anoche retrasó la vuelta del mitin de Teruel para ver a su equipo ganar la Liga), la final de Champions —“ese día decidí que tengo que parar: la emoción casi me lleva por delante”—. Así que Rubalcaba se ha puesto a dieta de madridismo, pero no de política. No puede; tampoco lo dejan. Hay un momento de su discurso que recuerda al viejo Michael Corleone de El Padrino III, cuando dice en la cocina apretando los puños: “Yo estaba fuera y me están metiendo dentro otra vez”.
—¿Quién es Pablo Iglesias?— se preguntaba el día anterior en Teruel. ¿El profesor de Ciencia Política o el de Arte Dramático? ¿El de la cal viva o el que 48 horas después quería el pacto del beso, que menuda cursilada? Ese Iglesias que confunde el derecho de autodeterminación con la votación del Estatuto de Andalucía, ¿es un ignorante o un taimado?
Hoy, concluyó Rubalcaba, se sabe mejor quién es Iglesias: el que “entre Sanidad y Defensa, eligió Defensa. Entre Educación y Exteriores, eligió Exteriores. Entre el Inem y el CNI, el CNI. Hoy sabemos que prefiere a los espías, los diplomáticos y los militares antes que a los ciudadanos enfermos, los maestros y los parados”. Hoy, insiste, se sabe que Podemos pedía el voto socialista en campaña para votar con el PP en contra de un presidente socialista, algo que si el PSOE hubiera hecho en Madrid “hoy gobernaría Esperanza Aguirre”.
El discurso que Rubalcaba maneja en campaña, alejado de las cámaras, es de acero valyrio. En Teruel dedicó el humor y la burla a Rajoy, “pensador mundial” que “va al campo, mira las alcachofas y se emociona: el hombre que susurra a las alcachofas”. Advirtió que el PP ya envió su programa a Bruselas para su aprobación: “Recortes en educación, sanidad y gastos sociales”. Atacó su “ciénaga de corrupción” y le dio el camino para rectificar: la oposición. Y habló de su partido, el único que mantiene sus siglas con 137 años de historia: “Somos un roble centenario que lo aguanta todo”.
Al día siguiente, en la paz de su despacho, Rubalcaba recupera al científico sin perder de vista al político: vuelve a sonar, en el campus desierto, Una cosa rara.
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