Euskadi y la cultura del pacto
El PNV llega a las elecciones sin el desgaste sufrido por los partidos nacionales
El lehendakari Urkullu agotará la legislatura y convocará las elecciones en octubre. Al no hacerlas coincidir con las generales del 26-J se arriesga a una mayor abstención por la fatiga de los vascos, que acudirán cuatro veces a las urnas en año y medio, pero evita la contaminación de una campaña muy polarizada, a escala nacional, entre unos partidos que se cruzan responsabilidades sobre su incapacidad para formar Gobierno. Cuenta, además, con la garantía de que los vascos diferencian las generales de las autonómicas, las más importantes para el PNV, y en las que, según los sondeos, los resultados les sonríen.
El PNV llega a las elecciones sin el desgaste sufrido por los partidos nacionales. Acudió a la llamada del PSOE y negoció sin líneas rojas. Su propuesta, la “agenda vasca”, la enmarcó en la legalidad —Y vasca, plan de convivencia...—. A diferencia de Podemos, no introdujo el polémico “derecho a decidir”. Pero tampoco aceptó que Ciudadanos impusiera como línea roja su rechazo explícito. Esperó a que el PSOE ampliara su acuerdo a Podemos y, al no lograrlo, suspendió sus contactos.
El PNV mantiene hoy su relación preferente con el PSOE en España y en Euskadi. Si los resultados de las elecciones vascas confirman los de las encuestas, su actual pacto con el PSE será su base para gobernar la próxima legislatura.
El PNV, como el PSE, está imbuido de una cultura de pacto desarrollada en Euskadi, echada de menos en otros lares, y es consecuencia de la histórica fragmentación política y de las graves circunstancias por las que atravesó esta comunidad a causa del terrorismo. Empezó hace 30 años, cuando el PNV sufrió la escisión de Eusko Alkartasuna. En una comunidad de clara mayoría nacionalista —los partidos nacionalistas representaban el 68% de los votos—, el PSE ganó por dos escaños al PNV, que lo hizo en votos. Entonces, por su nivel de confrontación, parecía imposible un pacto entre nacionalistas y no nacionalistas. Lo lograron Benegas y Arzalluz, tras cuatro meses de negociación y previo intento fallido entre PSE, EA y EE. La urgente necesidad de Gobierno por el terrorismo tuvo mucho que ver. Pero también personas y partidos. Aquel Gobierno PNV-PSE, presidido por el tándem Ardanza-Jáuregui, de 1987 a 1998, fue clave en impulsar la economía, la autonomía y fijar la hoja de ruta del final de ETA con el pacto de Ajuria Enea.
La década posterior (1998-2008), presidida por Ibarretxe, fue un paréntesis por la aguda confrontación entre nacionalistas y no nacionalistas, de la que el PNV salió escaldado, tras ser desalojado por un acuerdo PSE-PP, y reforzado en su convicción del pacto transversal. Es un partido de ideario democristiano y práctica socialdemócrata que siempre ha gobernado con partidos a su izquierda: PSE, sobre todo. Pero también con Eusko Alkartasuna, Euskadiko Ezkerra e IU.
Hoy, Podemos rompe esta trayectoria y con Bildu se erige en alternativa al PNV. Los sondeos señalan que no habrá sorpasso en Euskadi. Y, para mayor paradoja, Asier Arraiz, líder de Sortu, desafía la estrategia de Bildu, igual que la candidata a lehendakari de Podemos, Garbiñe Birrun. Se apuntan a la cultura del pacto.
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