Feijóo se queda en el trampolín
El pánico del PP a las mareas frustra de nuevo las ambiciones del político gallego que ya naufragaron en el yate de Marcial Dorado
Alberto Núñez Feijóo (Ourense, 1961) nació como líder político con la derecha gallega en estado de pánico, golpeada por una emergencia como la que vive hoy el PP ante el avance electoral de las mareas. José María Aznar y Mariano Rajoy, con el poder omnímodo de Manuel Fraga apagándose, lo enviaron hace más de una década desde la Meseta en dirección noroeste para intentar salvar el bastión gallego. Corría el año 2003 y, mientras las costas estaban emponzoñadas de chapapote del petrolero Prestige, dos rebeliones acababan de estallar en la tranquila Galicia: una en la calle, con decenas de miles de personas exigiendo responsabilidades políticas a los populares por la marea negra, y otra en el interior del partido conservador, con el ala galleguista liderada por José Cuiña exigiendo dar la espalda a Aznar y Rajoy por su gestión del desastre.
En aquella pugna Cuiña, que falleció años después, fue aniquilado y Feijóo, un funcionario de la Xunta sumergido en política desde los noventa con el marchamo de gestor, se quedó triunfante en la tierra de la que había partido en 1996 rumbo al Gobierno de Aznar. Desde entonces no ha logrado despejar la eterna sospecha de que Galicia es para él solo una plataforma de impulso para regresar a Madrid y encaramarse a puestos de mayor postín. Él no ha dejado nunca de negar esa ambición en público, pero muy pocos, tanto dentro como fuera del partido, han admitido en privado creerse sus palabras. De momento, una vez más, al saltador no le ha quedado otro remedio que quedarse en el trampolín.
Este licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago, oriundo del pequeño pueblo de Os Peares (Ourense) pero alineado con la facción más urbanita del PP gallego, vivió la derrota de Fraga en las elecciones autonómicas de 2005 y, tras la retirada del fundador, tomó las riendas del camello con el que el partido atravesó un desierto de cuatro años de bipartito PSOE-BNG. Lideró una oposición dura contra el Gobierno de coalición presidido por el socialista Emilio Pérez Touriño y encabezó en 2009 una campaña electoral en la que, sobrepasando con creces el debate político, el PP atacó a candidatos y dirigentes del PSdeG y del BNG hasta con hirientes rumores sobre su vida personal. Su batalla por recuperar la Xunta perdida por Fraga fue tan ácida con los comportamientos públicos y privados de los miembros del bipartito que semejaba permitida solo a un hombre de historial inmaculado.
Nada se salvó de aquella feroz embestida popular hacia el Gobierno gallego, ni siquiera el consenso instaurado por Fraga sobre la necesidad de apoyar con discriminación positiva la normalización del gallego, lengua mayoritaria en esta comunidad histórica pero proscrita durante 40 años de dictadura. Aupado por las estructuras del fraguismo que el bipartito de socialistas y nacionalistas no tumbó, su mayoría absoluta en 2009 marcó el inicio de la recuperación del PP en toda España, con el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero naufragando en la recesión económica. Feijóó, pionero en recortar con intensidad el gasto público, vivió entonces su etapa más dulce. Las sospechas sobre su marcha a Madrid con Rajoy acariciando La Moncloa se multiplicaron. Pero, tras las generales de 2011, el de Os Peares siguió en Galicia. Eso sí, dejándose querer cada vez más en la capital de España.
Tras revalidar su mayoría absoluta en la Xunta en 2012, Feijóo se consolidó en la línea de salida hacia la cima del PP en España y empezó a tomar aire para despegar. Fue entonces cuando su secreto mejor guardado lo sacó en volandas de aquella privilegiada posición. EL PAÍS publicó en marzo de 2013 unas fotografías que demostraban la estrecha amistad que cultivó el líder del PP gallego con el contrabandista Marcial Dorado durante los años noventa, cuando era un alto cargo de la Consellería de Sanidade del Gobierno de Fraga, a las órdenes del actual presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, el hombre que apadrinó su entrada en la política. El presidente de la Xunta reconoció entonces sus vacaciones en las mansiones y yates del ahora condenado por narcotráfico, sus fiestas y viajes. Se afanó en intentar convencer a la opinión pública de que, pese a su puesto de responsabilidad en el Gobierno gallego, ignoraba que su amigo, como publicaban entonces todos los medios, era un capo del contrabando de tabaco. Aquel corrosivo episodio convirtió entonces en imposible su vuelo triunfante a Madrid.
Desde que el PP de Rajoy emprendió la cuesta abajo, las miradas se han girado de nuevo hacia Feijóo. Pese al batacazo que los populares gallegos también sufrieron en las dos citas electorales de 2015 –solo gobiernan una de las siete ciudades y una de las cuatro diputaciones-, la de la Xunta de Galicia es con Ceuta la única mayoría absoluta que conserva en los gobiernos autonómicos la formación de Rajoy. El barón gallego, sin embargo, ha despachado siempre las preguntas sobre su futuro cerrando filas con el presidente del Gobierno en funciones, sin lograr disipar las suspicacias sobre su supuesta ambición por sucederle. “Rajoy reconstruyó España y será capaz de reconstruir los votos perdidos por el PP”, llegó a decir Feijóo cuando se escucharon voces críticas en el PP que pedían un paso atrás del líder. Él, por el momento, seguirá los acontecimientos desde la esquina noroeste y con el complicado encargo de salvar el último bastión del partido que fundó su antecesor, Manuel Fraga. El equipo de Rajoy le promete que si cumple, le llegará otra oportunidad.
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