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Tras las elecciones del 20-D
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Politeísmo

La historia vuelve con rabia pero más amortiguada porque el país es menos pasional

Fernando Vallespín

El eje nueva/vieja política ha muerto. Quizá porque ya ha caducado lo novedoso de los nuevos; o porque en todo este largo proceso de pre-pactos se ha extendido la impresión de que tampoco eran tan distintos. Su certificado de defunción lo ha emitido, sin embargo, la expresa incompatibilidad mutua entre Podemos y Ciudadanos. Unos, Podemos, porque adscriben a Ciudadanos al búnker; y los otros, por las veleidades multinacionales, de “ruptura de España”, que imputan al partido de Iglesias y sus adláteres. Como este último partido no puede vivir sin re-significarlo todo, ahora el eje fundamental vuelve a girar hacia el más clásico de izquierda/derecha. Eso que se llama “Gobierno de progreso” frente al “austericidio” o la complacencia con el status quo. Como el hombre de la Edad Media, Sánchez debe elegir ahora entre dios o el diablo. No hay vía media.

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Otro tanto ocurre con lo que ha venido siendo el frame fundamental con el que se ha operado desde el principio en la discusión sobre los pactos. Me refiero a los que han fletado el anatema de no pactar con quienes buscan la “disolución de la unidad nacional”, no solo representados por los del búnker, sino por algunos barones del PSOE. O sea, el clásico eje nacionalismo español/nacionalismos periféricos. Si cruzamos ambos ejes, el resultado es la rehabilitación posmoderna del conflicto de “las dos Españas”, que muchos pensábamos que habíamos dejado atrás gracias al consenso alcanzado en la Transición. Como diría un británico, la historia vuelve con rabia (vengeance), aunque ahora mucho más amortiguada por la existencia de un país menos pasional y más acomodaticio.

Sánchez parece un buen representante de esa nueva España pragmática más interesada en resolver problemas específicos que en aferrarse a los grandes principios. Y si no lo es, la coyuntura le obligará a serlo. Lo quiera o no, deberá ser politeísta, como lo es la propia sociedad española a la luz del resultado electoral. No estamos para caer en la lógica binaria, sino para dar satisfacción a la gestión de un pluralismo multicolor que casa mal con esos dos viejos dioses siempre en conflicto y siempre reclamando la sangre del otro.

Lo siento por Podemos, sus ansias de hegemonía tendrán que esperar; y lo siento por Ciudadanos y los barones del PSOE, porque Podemos es ahora mismo imprescindible para buscar un adecuado entendimiento con Cataluña. Y ellos y otros pueden contribuir también, cada cual cediendo y aportando en lo indispensable, para que la gente —sí, la gente— pueda volver a creer que esto de la política merece la pena.

Mientras tanto, el declinante líder espera y espera a que el cainismo que se nos atribuye nos acabe devorando y pueda tener una nueva oportunidad. Sin él, todos sabemos que el PP también puede estar llamado a jugar el papel que le corresponde.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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