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Columna
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Gran transacción

Podemos repite la arcaica estrategia de la crispación: un nuevo Pacto del Tinell contra Rajoy

Enrique Gil Calvo

El rey ha muerto, viva el rey. Traducido al escenario post 20-D: el bipartidismo ha muerto, viva la confrontación bipolar. Pues sólo hay dos alternativas antagónicas: Gobierno del PP gracias a la abstención del PSOE o frente popular de la izquierda con los soberanistas. Y la salida de nuevas elecciones que algunos preconizan no haría más que profundizar la polarización, con un PP recrecido tras reabsorber a Ciudadanos frente al bloque popular integrado que Podemos lideraría para entonces. Un escenario de pluralismo polarizado (como el teorizado por Hallin y Mancini) que nos devuelve a los tiempos de la gran crispación, cuando el Pacto del Tinell pretendió excluir al PP.

Todo ello a causa del sectarismo de nuestros políticos, cuyo miope afán de poder sólo les impulsa a destruir el juego del rival a cualquier precio, por lesivo que resulte para el interés general. Es la estrategia de la crispación: el habitus político heredado que yo denominé “ideología española” y que ahora llaman “vieja política” para diferenciarla de la que supuestamente habrían de traernos los partidos emergentes. Pero no hay tal, pues los modos y maneras de lucha por el poder que ahora esgrime Podemos no hacen más que reproducir de forma corregida y aumentada la arcaica estrategia de la crispación. De ahí el nuevo Pacto del Tinell que ahora se propone contra Rajoy.

Podemos reclama a la vez una reforma constitucional y un cordón sanitario para excluir al PP

Pero olvidemos el oportunismo de corto plazo para recordar cuáles son los verdaderos problemas de nuestro país, que atraviesa una grave crisis institucional para cuya resolución se precisa una profunda reforma constitucional, como condición necesaria para la regeneración democrática. Una reforma constitucional que está en el programa político de todos los partidos y que el propio Podemos ofrece al PSOE como base para pactar. Pero aquí aparece una flagrante contradicción pues, a la vez que se solicita proceder a la reforma constitucional, al mismo tiempo, se reclama un cordón sanitario para excluir al PP. Y eso implica ocultar que para reformar la Constitución hace falta un consenso unánime, y no porque así lo exijan nuestras leyes sino por pura lógica política, pues las reglas de juego sólo se pueden reformar por consenso. Lo que exige incluir al PP en el proceso de negociación.

Por eso me parece que las dos alternativas que ahora se ofrecen —o gran coalición a la alemana o frente de izquierdas a la portuguesa— constituyen un dilema falaz. Pues en lugar de esas dos salidas en falso lo que necesitamos es una gran transacción, que sirva de llave maestra para abrir la segunda transición hacia la regeneración democrática. Una gran transacción en la que participen todos, desde el PP hasta Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos, para poder acordar entre todos un nuevo consenso constitucional capaz de sustituir al ya envejecido de 1978. Y si para abrir esa etapa de transacción multilateral hace falta negociar con el PP, permitiendo a cambio que siga gobernando, pues adelante: todo con tal de salir del actual callejón sin salida que condena a nuestra democracia a la impotencia.

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