Criminalística niega que contaminara con semen la camiseta de Asunta
Los responsables de biología en la Guardia Civil contradicen al juez instructor
El fiasco del semen en la camiseta de Asunta alcanza una dimensión todavía mayor desde este viernes por la mañana. Los guardias civiles que trabajan en el laboratorio de biología de Criminalística se han arropado entre ellos y han descartado ante el jurado popular la hipótesis de la contaminación en sus dependencias. Hasta seis agentes han viajado de Madrid a Santiago para dar cuenta de su forma de trabajar y de las dos investigaciones internas que se abrieron en paralelo dentro del departamento para descifrar por qué aparecían abundantes espermatozoides de un hombre detenido por una supuesta violación en Arroyomolinos (Madrid) en dos recortes mínimos de la prenda de la chiquilla.
Había, han dicho, indicios a favor de la hipótesis de la contaminación en las mesas de trabajo, pero al final para ellos pesaron más los argumentos en contra. Es decir, que la camiseta les había sido remitida ya con las diminutas, pero densas salpicaduras de esperma del vecino de Madrid, de origen colombiano. El juez instructor del caso, José Antonio Vázquez Taín, descartó esta posibilidad y zanjó el asunto con un auto en el que concluía que, efectivamente, el semen se había transferido a la tela de algodón por medio de unas tijeras que se habían empleado para recortar ambas pruebas en días diferentes. El magistrado daba de paso por buena la coartada presentada por el dueño de ese perfil genético, que probó que había pasado el día del crimen de Asunta, sábado, comprando su traje de boda en El Corte Inglés, y cenando con su familia en un restaurante de Aluche. En ningún caso en Galicia, una comunidad que según él no había pisado en todo el año 2013.
Del trozo de la camiseta de Asunta que cortaron porque emitió fluorescencia al aplicarle luz forense (a causa de una mezcla “heterogénea” de fluidos orgánicos), los agentes obtuvieron otros 18 recortes de aproximadamente un centímetro cuadrado. Los espermatozoides de R.C.J., que acababa de salir de prisión por el caso de agresión sexual en una fiesta privada en Arroyomolinos, únicamente fueron detectados con el microscopio en los fragmentos 11 y 15. En ningún lugar más de la camiseta de la víctima, en ningún recoveco externo o íntimo de su cuerpo delgado, en ninguna otra de las pruebas enviadas a Madrid para su análisis, apareció ADN de este hombre, que llegó a estar imputado en el caso junto a los padres de Asunta.
Los guardias civiles han asegurado esta mañana que, en su cámara frigorífica, las pruebas relacionadas con cada una de las investigaciones se conservaron “separadas por una distancia de tres metros en horizontal”, por lo que desechan la opción de que el condón “gotease” sobre la ropa. Además, según dicen, a la hora de manipular los objetos aplicaron con rigor el exhaustivo protocolo de desinfección al que están obligados.
La punta del preservativo de R.C.J. fue recortada el día 4 de septiembre, y con la camiseta de la cría supuestamente asesinada el 21 empezaron a trabajar a partir del 30. Usaron la misma tijera y en ambos casos participó el mismo personal. Pero según estos profesionales tanto las mesas de trabajo como el material se desinfectan con lejía, y además los utensilios son sistemáticamente “sumergidos en alcohol, que a continuación se quema con llama viva”. Este quemado se lleva a cabo “entre recorte y recorte”, y según ellos no se localizó esperma del mismo hombre en los objetos (un edredón y dos mantas de los que se extrajeron 18 fragmentos con el mismo instrumental) relacionados con los otros dos casos que se les confió investigar entre el de la violación con condón y el del homicidio de la pequeña compostelana.
El mismo equipo de biología de Criminalística, especializado en la identificación de semen y sangre, se encargó de buscar los perfiles de ADN de Asunta y sus padres adoptivos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, además del de unas cuantas personas más vinculadas de alguna manera con el caso, en todos los objetos que les envió la Guardia Civil de A Coruña. Y los agentes comprobaron, según han explicado este viernes, que en el interior de la mascarilla hallada junto a la cuerda en una papelera del chalé familiar, supuesto escenario del crimen, solo había ADN de Rosario Porto (la acusada siempre dijo que usaba esta protección para mover la ropa de los armarios), por lo que parece imposible que se emplease para asfixiar por presión a la niña.
En los pañuelos de papel recogidos de la misma papelera, había perfil de Asunta y de su madre, mientras que en ninguno de los dos cuchillos incautados en la casa de recreo ni en ninguna de las cuerdas naranja investigadas apareció ADN. El cadáver de Asunta presentaba marcas de ataduras en un brazo y los tobillos, y junto al cuerpo se recogieron tres fragmentos de cordel. El supuesto asesino podría haber utilizado guantes, pero parece sorprendente que ni tan siquiera se identificara el perfil genético de la niña en la superficie rugosa de la cuerda.
Los guardias civiles han aclarado, no obstante, un detalle sobre el que se lleva hablando con insistencia desde hace dos años, y que ha sido utilizado reiteradamente por la acusación contra Alfonso Basterra: el hecho de que en las bragas de la pequeña de 12 años apareciese, junto a su ADN, el de su padre. Nunca hasta hoy se fue mas allá. Nunca, deliberadamente o no, se habían dado explicaciones sobre el tipo de fluido del que provenía ese ADN. Los miembros del laboratorio han asegurado que a ellos se les encomendó la búsqueda de semen, pero que ni en las bragas de Asunta ni en ningún otro elemento apareció esperma de Basterra. El ADN, que sin embargo no estaba ni en la camiseta ni en el chándal, tenía que ver con cualquier otro vestigio corporal sin identificar. El acusado sostiene que la niña, que la noche del viernes al sábado en que murió durmió en su piso, tenía la costumbre de vestirse y desvestirse “subida a la litera de arriba”. El padre cuenta que recogía la ropa a medida que ella iba sacándose y poniéndose las prendas.
Vestimenta aparte, sobre las muestras recogidas en la sala de autopsias del cadáver de Asunta no había más ADN que el suyo propio. Al menos, eso reveló el análisis de las uñas de sus manos y una decena de hisopos (bastoncillos de algodón impregnados con posibles vestigios) remitidos por el forense. En los coches de la familia, el Mercedes 190 E de la madre y el Opel Corsa del padre, los tres perfiles estaban presentes y muchas veces entremezclados. En la moqueta del vehículo de Porto, sin embargo, se pudo diferenciar una mancha “junto a los raíles del asiento” del copiloto, “en la zona trasera derecha”, con el ADN de Asunta. Las alfombrillas de la parte de atrás del Mercedes nunca llegaron a encontrarse.
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