Asunta: “Mamá me dio unos polvos blancos que sabían fatal”
Los profesores recuerdan en el juicio los días en los que la niña acudió a clase de música “sonámbula”
Mañana de antihistamínicos, mareos, extraños con "guantes de látex" en la noche y "polvos blancos" en los juzgados de Santiago. Mañana también de importantes confirmaciones y nuevas dudas en torno a los hechos ocurridos en los últimos tres meses de vida de la niña Asunta Basterra, muerta por asfixia y después abandonada al borde de un camino el 21 de septiembre de 2013 tras recibir una dosis en rango tóxico de ansiolítico lorazepam.
Además de la mujer encargada de las tareas domésticas en el piso de Rosario Porto, cuidadora también de la pequeña, por la sala de la sección sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña han pasado a lo largo de la jornada tres madres de amigas; una vecina y cinco docentes en la Escuela de Altos Estudios Musicales y la academia Play de Santiago, que en varias ocasiones han hablado con voz quebrada por la emoción. También han acudido la profesora de ballet; la médico de familia de los acusados, Rosario Porto y Alfonso Basterra; la pediatra; dos farmacéuticas que vendieron al padre de la niña Orfidal y la funcionaria del juzgado que recogió la solicitud, por parte de los exesposos, para incinerar inmediatamente el cadáver de Asunta pese a que se estaba investigando lo que entonces era homicidio y hoy supuesto asesinato. En conjunto, con sus versiones en algunos aspectos contradictorias, entre todos los testigos, en su gran mayoría mujeres, han dibujado el retrato de una niña de 12 años "perfecta", "inteligente", "inquieta", arropada por una familia "idílica" y un padre y una madre con los que mantenía una relación "excelente". Una menor que "empezaba a hacerse mayor" y se hacía preguntas. Una cría completamente sana que, sin embargo, según referían sus padres, necesitaba tomar una "fuerte medicación" a causa de una alergia, y acudía a sus clases particulares como "sonámbula" por los efectos secundarios de un fármaco. Asunta hablaba de unos "polvos blancos", y en los días antes de su muerte se quejaba de "mal sabor de boca".
La acusación popular y el fiscal del caso llaman la atención sobre la coincidencia en el tiempo de compras de Orfidal por parte de Alfonso Basterra y un par hechos, situados los días 9 y 22 de julio de 2013, dos meses antes de la muerte de la menor, que fueron denunciados ante el juzgado por las profesoras de música tras leer en la prensa que el cuerpo iba a ser incinerado. En los días sucesivos a aquellas adquisiciones de comprimidos de esta marca de lorazepam en una farmacia del centro de la capital de Galicia, la cría fue dejada por su padre en clase con fuertes síntomas de mareo. Basterra había advertido que se trataba de una rinitis alérgica. “No pudo dar clase. Andaba como en estado de sonambulismo y no respondía a lo que se le decía, ni siquiera a la pregunta de si le pasaba algo”, ha recordado una de las docentes de la Escuela de Altos Estudios Musicales. "Tocaba muy fuerte, no atendía, no coordinaba, pero al irse andaba sola perfectamente", ha comentado otra. Ese 9 de julio, Basterra había avisado previamente de que Asunta estaba "drogada" porque había tomado "antihistamínicos", y a nadie le sonó extraña aquella forma de expresarse. A la salida, las profesoras informaron a Porto, y ella respondió que tendría que llevarla al médico porque ese estado, en Asunta, no era "para nada normal".
El 22 tuvo lugar, supuestamente, el episodio más grave. “Como alguien no me coja me voy a caer”, clamó la cría en el transcurso de la clase de violín (ese año la madre le acababa de comprar un instrumento de 1.500 euros) en la escuela Play. La menor “se tambaleaba”, y “fallaba las notas”, algo que nunca le pasaba, “porque era brillante, siempre hacía todo bien”. “¿Será por la alergia?”, le preguntó la profesora, que previamente había sido alertada por el padre de la enfermedad. “¡Yo no tengo alergia!”, protestó la pequeña. “No sé qué me pasa. Me dieron unos polvos blancos que sabían fatal y dormí dos días seguidos. A mí nadie me quiere contar la verdad”, se explicó Asunta, habitualmente “reservada” para las cosas de casa. Las profesoras le preguntaron quién le había dado esos polvos. “Mi madre”, respondió. “¿Y quién se los dio a tu madre?”. “Una amiga en el portal de casa”. Otra docente ha asegurado que la pequeña dijo en otro momento que esa amiga era “médico”.
El padre, aquel día, aseguró a esta profesora al ir a recoger a la cría que no le daban “nada”: “Como mucho un flisflís”, ha rememorado la violinista esta mañana llorando por su alumna. Otro profesor del centro, ha dicho, sin embargo, que al llegar a clase Alfonso Basterra lo alertó: "Le hemos dado un tratamiento fuerte para la alergia... su madre... Y va a andar así como dormida". Los análisis del pelo de Asunta revelaron que la víctima llevaba varios meses recibiendo la benzodiazepina lorazepam.
"Era una familia idílica"
O la madrina y la trabajadora doméstica se confunden de fechas, o Asunta no pasó, como defienden los padres, medio mes de agosto con ellos dos en el apartamento de la playa. El martes, la madrina de la cría situó el momento en el que Porto y Basterra llegaron a Vilanova de Arousa (Pontevedra) para hacerse cargo de la niña (que desde finales de julio estaba con ella) en el 23 o 24 de agosto, y puso como fecha de referencia para el cálculo la de una cita médica que ella tenía en Santiago el día 27. La cuidadora de Asunta, por su parte, ha afirmado hoy que la víctima estuvo con ella en su casa, en una aldea del municipio de Val do Dubra (A Coruña), "desde que Alfonso la dejó el 28 de agosto hasta el 10 de septiembre", a punto ya de empezar el curso escolar. "La madre se encontraba mal, y el padre tenía que estar en Santiago", ha justificado la empleada de Rosario Porto esta situación.
En todo el tiempo que pasaba con la pequeña, nunca tuvo "noticia de ningún problema de salud" en Asunta, "ni de estornudos ni de alergia", "ni de mareos", ni de la necesidad de utilizar "ningún medicamento o espray". Además, la menor nunca le contó que había entrado un hombre "para matarla".
Tampoco notó el más mínimo cambio, en los últimos tiempos, en la relación entre la madre y la hija. "Asunta era una niña perfecta", ha dicho emocionada. "Para mí", ha asegurado al final, aquella "era una familia idílica".
La profesora de danza de Asunta también recuerda alguna ocasión en que la propia niña justificó su ausencia a clase en junio por "una alergia o un resfriado horrible". El día 20 del mismo mes, cuando ensayaban duramente para el espectáculo de final de curso, mientras repasaban "una mazurca en la que éramos compañeras de baile y teníamos que mirarnos a la cara", le notó los ojos llorosos y se dio cuenta de que estaba "confusa con los pasos". El 18 de septiembre, la semana anterior al sábado en el que fue supuestamente asesinada, Rosario Porto volvió a avisar a esta bailarina extranjera a través de un Whatsapp de que Asunta "había tomado un medicamento y no estaba en condiciones de acudir a clase". La última vez que la profesora vio viva a la niña fue el viernes 20: "La vi con una postura diferente... En el ballet el lenguaje corporal se trabaja mucho... Entonces pensé que quizás, durante las vacaciones de verano, o bien Asunta había perdido su postura o bien me estaba contando algo sobre su estado interior".
La bailarina, sin embargo, ha zanjado dos cuestiones a las que se lleva dando vueltas desde que empezó este juicio. Esta vez en beneficio de los padres. Confirma que es cierto que aquellos días le encargó a Rosario Porto que comprase una pelota de Pilates para la cría, "una gris que había en Decathlon", porque el color determina el tamaño y aquella era la idónea para la talla de la alumna. Asunta debía empezar a usarla en sus ejercicios de danza a principios de octubre. La madre asegura que aquella tarde del 21 de septiembre estuvo entretenida entre idas y venidas desde el chalé familiar a las inmediaciones del centro comercial para comprar la pelota, pero que dio la vuelta sin adquirirla porque se había olvidado el bolso. El otro asunto que ha aclarado la profesora de ballet es el de las fotos del 30 de junio de 2013 que estos días se ha empeñado en exhibir la acusación, con Asunta vestida de cabaret y las piernas entreabiertas en el sillón de su casa. "Me duele que se haya hecho una visión retorcida de lo que era una simple interpretación escénica", ha lamentado la maestra. Después de varias coreografías con las que se hacía un viaje por "las músicas del mundo", "Asunta y todas sus compañeras" se vistieron y maquillaron de esta guisa para "la Danza de Chicago". Fue con esa ropa con la que luego volvió a casa y con la que, casualmente, fue retratada en la butaca, supuestamente derrumbada por el cansancio.
Dos farmacéuticas que atendieron a Basterra en julio y septiembre en la botica más próxima a su casa, han confirmado algunas compras de Orfidal pero no han podido concretar otras que, sin embargo, aparecen en la instrucción. La acusación habla de cuatro momentos (tres en julio y uno en septiembre, coincidiendo con los episodios de somnolencia o ausencias a clase), pero ayer no se pudo aclarar este aspecto porque solo aparece una receta electrónica confirmada por el Sistema Galego de Saúde el 22 de julio (ese día en que la pequeña se refirió a los polvos blancos). La médico de cabecera de Porto y Basterra ha confirmado que en el historial del padre aparece como antecedente la "rinitis alérgica" y que el hombre seguía un tratamiento con Prozac, pero que "solo una vez" acudió a la consulta para pedir Orfidal, precisamente aquel mes de julio.
Mientras tanto, la pediatra de Asunta, amiga de la familia, ha descrito a la víctima como "una niña sana" y ha confirmado lo que Basterra contó el día de su declaración: que la cría había ido en los últimos tiempos a vacunarse contra la hepatitis porque al ser adoptada en China no lo había hecho de bebé. También que el padre de la cría le comentó que "estornudaba" por un "episodio de rinitis" y que quizás hablaron "de darle un inhalador nasal", "un flisflís", "un corticoide suave" para el que puede que hiciese una receta. También ha admitido como probable que además le comentase que "si esto no era suficiente, probasen a darle un antihistamínico en pastillas"; "pero nunca Orfidal", ha asegurado.
La funcionaria judicial, que entonces trabajaba a las órdenes de José Antonio Vázquez Taín, instructor del caso Asunta, ha recordado que el lunes, al día siguiente del hallazgo del cadáver en una pista forestal de Teo (municipio limítrofe con el de Santiago), los padres de la menor se presentaron en el juzgado para solicitar un permiso de incineración. El juez la autorizó. Según la trabajadora, "esa mañana, no se pidió opinión al Instituto de Medicina Legal de Galicia" para saber si era procedente, aunque no puede asegurar que no se hiciese "en otro momento".
Lo que todavía no está claro, ni mucho menos, es qué ocurrió en la madrugada del 5 de julio, con Rosario Porto recién salida del hospital y según ella ha contado sumida en la depresión. La madre nunca llegó a presentar denuncia por unos extraños hechos que sí contaron tanto ella como la pequeña a algunas personas de su entorno. Presuntamente un extraño de no muy alta estatura, vestido de negro y con guantes de látex entró en su piso aprovechando que habían olvidado las llaves puestas por fuera en la cerradura. Rosario oyó los gritos de auxilio de su hija a las tantas de la mañana, y sin encender la luz acudió a defenderla. Se encontró a aquella misteriosa sombra intentando estrangular a la niña, forcejeó con él y la persona huyó. La madre y la hija se abrazaron.
Esta mañana, la progenitora de una amiga de Asunta ha contado cómo la niña, yendo en coche a la playa, le relató lo que había ocurrido la noche anterior y cómo Rosario Porto la "protegió". La menor, aquel día, también le aseguró a esta madre que la ahora acusada por su asesinato "tenía marcas del forcejeo con el intruso en el brazo". Aquel fin de semana en la costa de Pontevedra, según esta testigo Asunta, efectivamente, "moqueaba" y "tenía los ojos rojos". El día 9 fue cuando llegó "sonámbula" a clase y Basterra dijo que estaba "drogada" por el "antihistamínico". Una vecina del edificio en la que se sitúa este presunto asalto doméstico ha asegurado que Porto también le contó el suceso un día, pero ha dicho que nunca le dio credibilidad porque tiene una perra que "siempre ladra y no calla cuando alguien desconocido entra en el portal. Y esa noche no ladró".
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