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El PP pierde el verano

Sanxenxo, capital gallega del turismo, feudo y residencia de vacaciones de Rajoy, queda en manos de un cuatripartito

Manuel Jabois

Cuando se abren las puertas del salón de plenos se produce una avalancha como de rebajas Harrods. Ya dentro, los vecinos, agolpados los unos contra los otros, apelmazados contra las paredes del salón de plenos, se abren al grito de “¡Ya salen!”. Por un pasillo humano van saliendo los concejales como si se tratase de un espectáculo de lucha libre: les saludan, les aclaman, a uno le revuelven el pelo. Un edil, transido, ensaya incluso una carrerita hacia su asiento. Cuando todo el mundo está en su sitio, una mujer entre el público, con rostro de malas pulgas, toma la palabra: “¡El que hable se va para fuera!”. El secretario pega un respingo. Una voz responde: “¡Ti a primeira!”. La mujer, con un lejano parecido a Brienne, de Juego de Tronos, hace que no escucha y se pone a dar carantoñas a su hija.

Sanxenxo va a elegir alcalde. Se trata de Gonzalo Pita, de Sanxenxo Agrupación Liberal (SAL), una escisión del PP. Hay que remontarse a 1995 para entender los movimientos de la capital gallega del turismo, lugar de peregrinaje de la clase política y empresarial, incluido Amancio Ortega. Aquel año el PSOE arrebató por primera vez el poder al PP; a los pocos días el alcalde socialista ordenó a la policía desalojar a tres concejales de su Gobierno local y se quedó en minoría los cuatro años. El municipio lo acabaron llevando dos hombres con sueldos raquíticos. Entrar en el Ayuntamiento era como hacerlo en una ferretería, con el encargado y el empleado hablando de tuberías y de enganches de la luz, de la traída del agua y demás menesteres rutinarios. No les cogió la moda de la gente normal.

Cuatro años después arrasó el PP de Telmo Martín, un constructor que multiplicó panes, peces y urbanismo, y se mantuvo con mayorías hasta 2007, cuando Feijóo lo promovió para ser alcalde de Pontevedra. Casi logra el sorpasso allí, pero terminó hundiéndose en su segundo intento y fue a parar a un escaño del Congreso, donde la declaración de patrimonio lo dejó como el diputado más rico de España. Su regreso a los orígenes, Sanxenxo, sorprendió a todo el mundo. Pero la niña bonita gallega, el pueblo de toda la vida de Rajoy y su mujer, y sus amigos, y los amigos de sus amigos, y destino ocasional de peces gordos de Madrid y Santiago, Feijóo entre ellos, corría peligro. Y a Martín nadie le iba a negar la victoria: estaba en disposición de machacar a sus rivales. Lo hizo, pero no lo suficiente: 8 (PP); 4 (SAL); 3 (BNG); 1 (PSOE); 1 (Sanxenxo Pode). Dobló al segundo, SAL, que además son hijos del PP, y en la noche electoral nadie puso en duda su Alcaldía. Hasta que alguien hizo ver al candidato de SAL que podía ser teniente de alcalde de Telmo Martín o directamente alcalde.

Hoy el salón de plenos bulle con el ganador. El cuatripartito tiene mayoría. El secretario llama al concejal de mayor edad, Alfonso Rea, que no debe de llegar a los 70, y el público lo ovaciona. “Le aplauden por viejo”, dice uno entre el público. Poco a poco se llenan los bancos de los concejales. En los últimos días en cada rincón del pueblo se contaba una milonga, la más extendida de todas que el poderoso Telmo Martín había hecho llegar a su castillo de puente levadizo, uno a uno, a todos los concejales de la oposición para regalarles playas con tal de una abstención. Pero en el momento de la votación no hay sorpresas. Sólo entre el público algún grito cruzado (“¡Los huevos!”) y el correcalle de un conocido constructor que recibió a Martín entre aplausos, convencido de un tamayazo, y despide al nuevo alcalde entre vítores.

El palo ha sido durísimo para el PP, que tenía en Sanxenxo su joya y una máquina recaudatoria gracias a su carísimo suelo, y en la provincia un poder inexpugnable. El presidente de la Diputación, Rafael Louzán, recibía a las visitas con un mapa provincial teñido entero de azul producto de las elecciones generales de 2011. Ese mapa también adornaba tazas de café. Era la forma de decir que el territorio de Rajoy estaba en buenas manos, la manera de expresarle al presidente, en los inicios de curso político en Soutomaior, que el PP tenía el país dominado y que allí siempre estaría entre los suyos. No en Pontevedra, ya no en Sanxenxo y ni siquiera en Ribadumia, último de sus destinos turísticos.

Hasta Louzán, el último barón de la boina que iba para eterno, ha caído del barco y el poder provincial lo dirigirán PSOE y BNG. La última vez que Louzán casi deja el sillón, el que iba a ser presidente socialista de la Diputación extendió los brazos, brindó por la victoria y recibió felicitaciones hasta que el voto del partido judicial de Cerdedo le dio un empujón antológico. A milagros parecidos se aferró el partido para conservar Sanxenxo, que ya peligró en 2011. El candidato de SAL denunció presiones colectivas e individuales. Se le llegó a ofrecer la gerencia de urbanismo en el pueblo más apetecible para los constructores, en el que un ático sobre la playa de Silgar vale más de tres millones de euros.

El éxtasis llega cuando el liberal Gonzalo Pita levanta el bastón gracias al apoyo de nacionalistas, socialistas y 704 votantes de Podemos. El público estalla en gritos de “¡Sí se puede, sí se puede!” que acompañan la salida de los vencedores a la calle.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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