Emergencia democrática
La sociedad necesita crear acontecimientos y los diferentes actores sociales no se quedan cortos a la hora de buscar etiquetas
Revolución democrática, ruptura, cambio histórico, nueva etapa, fin de régimen, la sociedad de la información necesita crear acontecimientos permanentemente y los diferentes actores sociales no se quedan cortos a la hora de buscar etiquetas para definir la situación. Estábamos en la tarea de discernir si había sido una cornada, como parecen haber sentido unas élites poco acostumbradas a que les rocen, o un simple pisotón. Si empezaba un proceso de renovación sustancial del régimen democrático o si sólo era un aviso, una ruptura del bipartidismo. Y en estas se ha producido la rebelión de los barones perdedores del PP. Es decir, el primer gran impacto del 24-M, antes de que se constituyan las nuevas mayorías, es que el presidente Rajoy y su modo leninista de dirigir el partido (la toma de decisiones se concentra totalmente en su persona) han sido cuestionados desde dentro. La primera ruptura ha sido en el PP.
Rajoy hizo de sí mismo una caricatura al decir después de un fracaso electoral incuestionable que iba a ganar las próximas elecciones y que él era el mejor candidato posible. Los barones derrotados inician el desfile de la despedida, como si quisieran enseñarle el camino al presidente. Una vez más se ha demostrado que los partidos tradicionales no son capaces de anticipar los acontecimientos y que sólo se plantean cambiar después de la derrota. ¿Qué hará Rajoy? ¿Se parapetará en su fiel guardia de jóvenes opositores y abogados del Estado para liquidar a los barones y mantenerse al frente? Es precisamente este estilo de desdén y arrogancia de los primeros de la clase lo que ha llevado al PP a la incomunicación con la sociedad.
El PP protagoniza la primera crisis pos 24-M, pero situemos el cambio en su punto. De momento, los nuevos partidos están lejos de reemplazar a los viejos. Simplemente, se ha producido una reacción de emergencia democrática. El modo como se han impuesto las políticas de austeridad sin dar opción a la población ni contar con ella ha abierto los ojos a muchos ciudadanos: el paso al autoritarismo posdemocrático estaba en curso. Algunos movimientos sociales han abandonado el terreno de la protesta, que es el que el régimen les tenía adjudicado, para entrar en la política institucional y forzar la apertura del juego. Se ha producido un desplazamiento del voto hacia la izquierda, que cuestiona el mito de que las elecciones se deciden en el centro y el tópico de que el PSOE sólo se renovará centrándose. Y se ha abierto el debate sobre la ampliación de los límites de lo realmente posible. La salud de la democracia depende de su capacidad de inclusión. Sin dramatismo, ni triunfalismo: se abre una oportunidad. Y la izquierda lo pagará si no es capaz de estar a la altura de la exigencia.
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