Las orejeras del presidente
Mariano Rajoy, timonel previsible, está decidido a mantener el curso. No cree que las “discrepancias” en el seno del Partido Popular, que haberlas, como las meigas, haylas, deberían llevar a hacer cambios. Rajoy, en este punto, es más aznarista de lo que se cree.
¿De quién si no de Aznar es aquella metáfora de la lluvia fina enunciada en su primera legislatura, para definir la necesidad de una acción templada, lenta y moderada, que diría José María Marco?
Problema: que, a diferencia de la época de Aznar, tiene Rajoy el partido hecho uno zorros. El fuego cruzado entre María Dolores de Cospedal y Javier Arenas no es único. El guirigay montado en Madrid cuando Rajoy bajó el pulgar para cargarse a Ignacio González y lo subió para nombrar a Esperanza Aguirre ha sido todavía más espectacular.
Cuando hablas con algunos miembros de la dirección del partido en privado es como si asistieses a una sesión de terapia. No entienden cómo han llegado a esta situación con una recuperación macroeconómica que ha convertido a España en la darling de la Troika, perdón, de “las instituciones”, como se llama ahora a la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero Rajoy sí lo entiende. Cree que llegará un momento, antes de las elecciones generales de finales de 2015, en el que los ciudadanos también terminarán por querer a su política económica como pasa en el exterior.
Los caballos tienen ojos muy grandes y su vista es poderosa, hacia el frente y a los costados, mucho más que la de los humanos. Su concentración requiere, pues, el uso de anteojeras u orejeras, según se prefiera, para evitar a los insectos o neutralizar la intromisión de sonidos.
Es lo que sugiere Rajoy para el Partido Popular. Sus dirigentes deberían llevar estas anteojeras y mantener el curso. La lluvia fina de la recuperación económica hará el resto.
Esta lluvia fina está emparentada con la célebre idea del efecto filtración o trickle-down effect con que se identifica a las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thtacher, a saber, que si los ricos ganan más, para lo cual hay que diseñar políticas en ese sentido, ello terminará favoreciendo a los más necesitados. El economista John Kenneth Galbraith bautizó esta lluvia fina como la teoría del caballo y del gorrión. Si das suficiente granos de avena al caballo, algunos de ellos se filtrarán y alimentarán al gorrión.
La recuperación económica española es una realidad. Las dos recesiones, que pueden ser perfectamente definidas como una Gran Depresión, han quedado atrás, pero la economía ni ha recuperado toda la producción perdida, ni las cosas volverán a ser lo que aparentemente fueron. Porque las recetas aplicadas han cambiado radicalmente el paisaje. No es que la recuperación todavía no llega a “muchos” sectores de la población. La pregunta es otra más dramática: ¿llegará alguna vez?
Más de tres años y cuatro meses después, Rajoy sigue, a 31 de marzo de 2015, con un número de parados en el INEM por encima de los que heredó de Zapatero (4.451.939 personas contra 4.442.359), mientras que por el lado del empleo los afiliados a la Seguridad Social, a 31 de marzo, se sitúan en 16.832.801, contra 17.229.922 a 31 de diciembre de 2011.
La reforma laboral ha tenido los efectos que buscaba. La precarización, la reducción de los salarios y el incremento de la pobreza han sido consagrados; no son efectos colaterales.
Pero si el mercado ha funcionado, por así decir, aumentando las desigualdades preexistentes, lo que lleva a sus verdaderos promotores, la Comisión Europea entre ellos, a sorprenderse, los recortes del Estado de bienestar han completado la faena. Baste echar una ojeada a los datos de protección por desempleo. La tasa de cobertura ha caído al 55,7%, su nivel más bajo desde octubre de 2001, según los datos del Ministerio de Empleo. El número de beneficiarios de algún tipo de prestación se situó en febrero en 2.372.615 personas. Es una disminución del 13,7% con respecto al mismo mes de 2014. Si se toma como referencia la Encuesta de Población Activa (EPA), el número de parados sin ninguna protección es bastante mayor.
Y no es un problema de cantidad. Es decir, si la tasa de crecimiento es del 2,5% o del 3%, como parece sospechar Rajoy o le explican sus asesores, devotos creyentes del trickle-down effect. Porque la traducción de esos guarismos en términos sociales ya no es lo que era.
Aún así, esta situación no opera en el vacío. Porque al mismo tiempo, el PP ha estado y sigue estando en el centro de la corrupción. Pero, sobre todo, los ciudadanos perciben que el PP vive en un inquebrantable estado de negación.
La fórmula incremento de las desigualdades + corrupción + estado de negación es lo que está pasando y… seguirá pasando factura.
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