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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La buena educación

¿Alguien aplaudiría a un político educado, sabio, cartesiano y popperiano?

Francesc de Carreras

Ya empieza a ser agua pasada porque la política española se acelera por momentos. Pero el último debate sobre el estado de la nación que tuvo lugar la semana pasada creo que fue un paso más en el desprestigio de la política, de los políticos, de los líderes, del bipartidismo y de todo eso que tanto critica todo el mundo. No entiendo cómo personas en principio inteligentes sean tan torpes, tan contrarias a sus propios intereses. Parecen no tener remedio.

El último debate sobre el estado de la nación fue un paso más en el desprestigio de la política

No creo que a los españoles en general les guste la mala educación, aunque ciertamente a veces desconfío de mis creencias. Cuando veo el éxito que tienen determinados debates televisivos en los que quien más grita sin dejar hablar a los demás es quien más aplausos recibe, me entra el más negro pesimismo sobre nuestra cultura política. Tiendo a consolarme enseguida pensando que es debido a la extraña personalidad de los que acuden a los estudios de televisión pero, cavilo, quienes se quedan en casa son gente más civilizada, menos histriónica, más racional, gente que piensa y que, por lo tanto, duda. No sé, quizás me equivoco, pero creer lo contrario disminuiría mis convicciones sobre la democracia como mejor forma de gobierno.

Entiendo que en un debate parlamentario uno pueda salirse de sus casillas. Pero llegar al extremo de que una persona en principio templada como Rajoy llegue a reprochar al líder de la oposición que “no ha dicho nada sensato”, que “no ha dado la talla ni de lejos para ser presidente” y culmine su discurso soltando aquello de “no vuelva usted aquí a hacer ni a decir nada, ha sido patético”, como si fuera un maestro de escuela de los de antes expulsando a un niño de la clase, me resulta una falta de respeto a Pedro Sánchez, a los españoles, a los socialistas y a sus propios compañeros de partido.

¿No sería mejor, para dar alguna punzada al contrario, usar la ironía? ¿Es más rentable cara al público montar la bronca y meter dentellada al adversario? ¿Esto es lo que le recomiendan los asesores de imagen a Rajoy? ¡Pues vaya imagen!

La entrada de Ángel Gabilondo quizá sea ocasión para que el tono de la política dé un giro

La entrada en política de Ángel Gabilondo una persona independiente, catedrático de Metafísica, exrector de universidad y exministro de Educación, quizá sea ocasión para que el tono de la política española dé un giro hacia otro tipo de lenguaje. Desde luego, no puede ser el lenguaje de la metafísica pero sí el de la lucidez, el de la mesura y aquello que los griegos llamaban sofrosine. Lo importante sería que sus adversarios políticos se contagiaran de este lenguaje.

A veces imagino que tendría éxito aquel político que sostuviera con argumentos que está de acuerdo en todo lo que sostiene su adversario menos en una cosa, diera a continuación sus razones por las cuales no está de acuerdo y, como antes hacían los juristas en sus dictámenes, acabara el discurso añadiendo el protocolario “esta es mi opinión que someto a cualquiera otra mejor fundada”. ¿Alguien aplaudiría y confiaría en un político tan raro y peculiar pero tan educado, sabio, cartesiano y popperiano? Les aseguro que por lo menos tendría un voto. Adivinen.

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