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El Gobierno planea buscar casos sin diagnosticar de hepatitis C

La Estrategia Nacional prevé cribar a grupos de riesgo para descubrir infecciones ocultas Unas 500.000 personas están afectadas y no lo saben

El Ministerio de Sanidad planea lanzar un programa de análisis selectivos a la población para detectar la hepatitis C silente, aquella que aún no se ha manifestado pero amenaza la salud de centenares de miles de personas. La medida, todavía pendiente de concreción, se plantea en la Estrategia Nacional para combatir la enfermedad que el ministerio de Alfonso Alonso encargó en enero a un grupo de expertos, según fuentes conocedoras del plan. La Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) estima que alrededor de 700.000 personas están infectadas por el virus en España. Unas 500.000 no lo saben.

El cribado para detectar la hepatitis C, a diferencia de lo que ocurre con los de cáncer de colon o de mama, tiene escasos precedentes en España. Solo se han hecho seis estudios epide-miológicos y muy limitados —tanto por la dimensión de la muestra como por los colectivos analizados—, insuficientes para conocer la prevalencia de la enfermedad, que se estima entre un 1,5% y un 2,5%, muy por encima por ejemplo de Francia, donde está en un 0,5%.

Un hepatólogo recomienda análisis a todos los nacidos entre 1950 y 1980

Lo que se plantea no es generalizarlos —un artículo reciente en el British Medical Journal (BMJ) desaconseja el cribado poblacional, entre otras cosas para evitar tratamientos innecesarios—, sino realizar un barrido entre los grupos de riesgo que la Estrategia Nacional determine. “El cribado, para empezar, siempre tiene que ser en población de riesgo”, dice José Luis Calleja, hepatólogo del Hospital Universitario Puerta del Hierro de Majadahonda. “No se puede hacer en la población en general porque los estudios encuentran que no es coste-efectivo”, señala. Coincide con él Manuel Romero-Gómez, hepatólogo del hospital de Valme (Sevilla) y responsable de uno de los cribados realizados en España, quien asegura que el enfoque debe ser lo que en la jerga médica se conoce como “oportunista”, es decir, “basado en la sospecha de enfermedad”.

“Toda persona nacida entre 1950 y 1980 debería hacerse una serología para buscar el virus C”, asegura Romero-Gómez. Este hepatólogo considera además que cualquier médico de familia debería buscar hepatitis C cuando en un análisis de rutina aparezcan las transaminasas altas o si ha habido exposición a situaciones de riesgo, como el uso de drogas intravenosas y las transfusiones de sangre antes de 1990 (el virus no se descubrió hasta 1989), entre otras. Calleja, sin embargo, alerta sobre una posible contrariedad: “El cribado hay que hacerlo siempre y cuando haya una inmediata solución del problema. No puedes cribar a un enfermo para decirle que tiene fibrosis en el hígado y no tienes dinero para tratarle”, señala.

El elevado coste de los fármacos de última generación ha estallado en el centro de este debate. Las nuevas terapias combinadas rondan en España los 45.000 euros por tratamiento de 12 semanas. Tienen por tanto un fortísimo impacto en las arcas de la sanidad pública, pero también en la salud de los enfermos de hepatitis C porque alcanzan tasas de curación de hasta el 95%. Por primera vez, los especialistas tienen al alcance de la mano un arma para erradicar la enfermedad. El primer paso para lograrlo, tal como establece el Libro Blanco de la Hepatología en España, presentado el pasado jueves en Madrid, es saber cuántas personas están afectadas. El segundo, que accedan cuanto antes a los nuevos tratamientos para curarles antes de que enfermen.

Pocos estudios epidemiológicos y a pequeña escala

El plan de cribado de la hepatitis C que establezca el Gobierno permitirá conocer cuál es la situación epidemiológica real —y no basada en estimaciones— de la enfermedad en España. Hasta ahora se han realizado pocos estudios, que además han dado datos de prevalencia muy variables.

El hospital de Valme, en Sevilla, realizó un cribado entre 2008 y 2013 con unos 50.000 análisis en centros de salud de la provincia. Detectó un 2,2% de infecciones, lo que permitió diagnosticar a mil personas, explica Manuel Romero-Gómez, hepatólogo del centro que lideró el proyecto. El objetivo del estudio era ver cómo la formación de los médicos de familia influía en la detección de nuevos casos de hepatitis C. De los 1.000 diagnósticos, 800 se produjeron en centros en los que los profesionales recibieron formación específica sobre cuándo sospechar y pedir una analítica.

El hospital de Valme lleva un año inmerso en otro estudio que intenta analizar la prevalencia en la población general. Por sorteo, se escoge a un número de personas del censo y se les pregunta si quieren hacerse una serología para buscar hepatitis C. Solo algo más de un tercio aceptan, según los resultados preliminares. Romero-Gómez explica que esta prueba es muy barata —un euro— y se trata de una analítica de rutina.

En Cataluña, el Clínic de Barcelona acaba de empezar otro estudio en población general liderado por la Sociedad Catalana de Digestología y con un presupuesto de 37.723 euros financiados por las farmacéuticas. El cribado, que alcanzará a 4.500 personas, se está llevando a cabo en 40 centros de atención primaria de las cuatro provincias catalanas que han sido seleccionados en función del nivel socioeconómico de la zona y la densidad de población inmigrante. Se escoge a los candidatos de forma aleatoria a través de un programa informático de entre el censo de mayores de 18 años. El personal sanitario contacta con los elegidos y, si quieren participar, les citan para una punción. “Es un pinchazo en el dedo. Sacamos dos gotas de sangre, las ponemos en un test con un reactivo y tenemos la lectura en diez minutos”, explica la hepatóloga del Clínic Sabela Lens.

De esta forma, el paciente, al que también se le plantea un cuestionario para evaluar los factores de riesgo, sabe al instante y con una fiabilidad de un 98% si está infectado. “Es muy raro que dé falsos positivos”, continúa. “En todo caso, se confirma después con otras técnicas en el hospital”. Los pacientes que dan positivo son derivados a especialistas de sus centros de referencia.

“En ocasiones se aduce que el cribado lo quieren hacer las compañías farmacéuticas porque quieren vender”, apunta Xavier Forns, jefe de la Unidad de Hepatitis del Hospital Clínic de Barcelona, “pero desde el punto de vista sanitario es bueno. La única pega es que puede generar ansiedad porque logramos la información, sabemos a quién hay que tratar, pero luego tiene que haber dinero para hacerlo”. Por el momento, solo los pacientes más graves —entre ellos, los trasplantados, los que esperan un trasplante y los cirróticos en riesgo de descompensación— están recibiendo los nuevos medicamentos. Han sido 4.500 hasta finales de enero, según ha avanzado Alfonso Alonso en el Senado esta misma semana.

Los cribados de hepatitis C, una enfermedad que afecta a entre 130 y 150 millones de personas en el mundo y mata a entre 300.000 y 500.000 al año, no están demasiado extendidos, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) los recomienda. Francia tiene un programa para buscar el virus en grupos de riesgo a través de los centros de atención primaria de la sanidad pública y Escocia llevó a cabo entre 2007 y 2012 un plan de cribados y acceso a tratamientos que se ha traducido en un aumento de un 35% de pacientes diagnosticados, según Calleja.

Al otro lado del Atlántico, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) aconsejó en 2012 hacer analíticas a todos los baby boomers, los nacidos en el país entre 1945 y 1965. John Ward, director de la Unidad de Hepatitis Viral del CDC, lo justifica así: “Hacer de la hepatitis C una enfermedad del pasado tiene un precio, pero salvará vidas y ahorrará dinero a largo plazo. Nuestros estudios muestran que estos análisis son coste efectivos”.

En España la hepatitis C se cobra cada año la vida de 4.000 personas. Se estima que solo un 2,1% de los infectados está recibiendo tratamiento, según el libro blanco de la enfermedad, que alerta: “La carga de la enfermedad en los próximos años será muy elevada”. Evitar trasplantes y muertes depende, por tanto, de lo que se decida ahora: medidas para curar y erradicar.

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