Los más experimentados en Occidente
Los médicos del Carlos III son los que han atendido más casos de ébola fuera de África El equipo de sanitarios ha sido atendido por psicólogos para evitar el estrés y la ansiedad
“Es la primera vez en la historia que tratamos a pacientes de ébola en países desarrollados”, aseguró ayer José Ramón Arribas, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital de La Paz y uno de los facultativos del equipo médico que ha atendido a Teresa Romero, la primera persona contagiada de ébola por contacto con un enfermo fuera de África. Los casos son aún tan escasos fuera de los países más azotados por la epidemia (Liberia, Sierra Leona y Guinea, que suman más de 4.500 muertos) que los médicos han establecido una red para compartir entre ellos datos clínicos de sus pacientes. Los facultativos de Medicina Tropical del Carlos III son sin duda los más experimentados: son los que más pacientes de ébola han tratado hasta la fecha: los dos misioneros repatriados, que fallecieron, y a Teresa Romero, desde ayer oficialmente libre del virus.
Un equipo de 50 personas se ha ocupado de su salud desde que ingresó el 6 de octubre. Entre los médicos, intensivistas y especialistas en enfermedades tropicales. Estos últimos son los que han estado en el día a día de la paciente y los que ayer comparecieron ante los medios de comunicación para dar la buena noticia. Turnos de enfermeras, auxiliares de enfermería, celadores y otros profesionales también se han ocupado de atender a la paciente.
Y lo han hecho bajo situaciones de mucho estrés, como aseguró Marifé Bravo, jefa del área de Psiquiatría y Salud Mental del hospital La Paz-Carlos III. Su servicio ha tenido permanentemente a dos personas de guardia para atender tanto a los aislados por haber tenido contacto con Romero como a los familiares y a los propios trabajadores del centro. “Vimos que era necesario trabajar con ellos. La enferma era una compañera con la que tenían un vínculo, y había evidencia de que habían estado en riesgo y seguían estándolo”, señaló ayer a EL PAÍS. “Han surgido situaciones de gran ansiedad”, relató.
La probabilidad de contagio, que parecía lejana hasta que se infectó una auxiliar de enfermería del centro, de repente se hizo palpable. Tareas como ponerse y quitarse el traje de protección para atender a Romero se hicieron especialmente dificultosas. “Quitarse el traje exige no solo saber cómo hacerlo y estar entrenado, sino también un control emocional importante”, explicó Bravo. “La situación era de mucho estrés y agotamiento porque han tenido muchísimo trabajo, con gran tensión y dificultades para hacer el recambio de profesionales”, añadió. De ahí que, aseguró, su servicio insistiera en que el trabajo fuera voluntario y que nadie entrara forzado a “realizar una atención de tanto riesgo”.
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