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Condenados por terrorismo dos miembros de Resistencia Galega

La Audiencia Nacional tiene en cuenta una carta de amor a uno de los acusados Un voto particular considera que la organización independentista no tiene carácter terrorista porque sus miembros no van armados y no han atentado contra la vida

Fernando J. Pérez

Una carta de amor de su pareja y la declaración de un coimputado han sido determinantes para que la Audiencia Nacional condene por integración en banda terrorista y tenencia de explosivos al supuesto miembro de Resistencia Galega Carlos Calvo Varela, de 26 años. En una sentencia conocida este miércoles, la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia ha condenado a Calvo a penas de 12 años de prisión y otros 12 de inhabilitación por preparar un atentado contra una sede del Partido Popular, que fue abortado por la policía en septiembre de 2012.

La Audiencia ha condenado también por los mismos delitos al compañero de acciones de Calvo, Xurxo Rodríguez Olveira, de 22 años. Sin embargo, la pena impuesta a este miembro de la banda se reduce a seis años de cárcel ya que el tribunal tiene en cuenta que ha renunciado a la violencia, ha confesado los hechos y ha colaborado con la justicia.

El fallo cuenta con un voto particular, del magistrado Ramón Sáez Valcárcel, que considera que Resistencia Galega, pese al criterio del Tribunal Supremo, no reviste los caracteres de una organización terrorista. Este juez alega, entre otros motivos, que los miembros de esta banda no van armados, los artefactos explosivos que usan son rudimentarios y a lo largo de su existencia han atentado contra la vida y la libertad de las personas.

El tribunal, presidido por Fernando Grande-Marlaska, considera probado que el 15 de septiembre de 2012, Carlos Calvo se citó con Xurxo Rodríguez en el parque de Castrelos de Vigo y le entregó dos bolsas de deporte cargadas con sendas bombas caseras. Cada uno de los artefactos contenía 1,5 kilos de explosivo. Tras introducir las bolsas en el maletero del coche de Rodríguez, ambos activistas iniciaron un paseo por el parque en el que Calvo instruyó a su compañero en el manejo de las bombas. Antes de que se separaran, la policía, que seguía sus pasos, los detuvo en el mismo parque vigués.

En el registro de la vivienda de Calvo, en Santiago de Compostela, los agentes hallaron una carta en la que su novia le expresaba su preocupación tras la detención de los miembros de Resistencia Galega Antón Santos y María Osorio en noviembre de 2011. En esa misiva, la pareja del supuesto terrorista escribía: “Puedo ser independentista (…) pero no creo que andar poniendo explosivos por ahí vaya a solucionar nada ni sea el camino” y “Ya sé que el Estado es cien mil veces más violento todos los días, pero Resistencia Galega no lo veo claro”.

El tribunal considera que Resistencia Galega, organización considerada terrorista, está detrás de este atentado frustrado por la semejanza de los artefactos con otros explosivos usados por la banda y por la declaración de Xurxo Rodríguez durante la vista oral. Los magistrados creen que la banda tenía una estructura estable y prolongada en el tiempo.

El voto discrepante de Ramón Sáez Valcárcel concluye que Resistencia Galega no tiene las características de una banda terrorista. El magistrado razona que el grupo cuenta con “escasos efectivos”, sus miembros no portan armas, carecen de depósito de explosivos y portan consigo documentación legal. Además, considera relevante el hecho de que los artefactos explosivos que usan son artesanales y nunca han atentado contra la vida y la libertad de las personas. “Estos rasgos no se compadecen con los de una organización terrorista”, afirma. Y añade: “No todo acto de violencia con finalidad política puede ser calificado como terrorista, porque de lo contrario podríamos incurrir, en materia tan sensible para los derechos fundamentales, en una aplicación extensiva de los tipos penales”.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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