Bruselas no es Madrid
Buttiglione no llegó a comisario por sus opiniones machistas y homófobas
Corría el otoño de 2004. Un político italiano, llamado Rocco Buttiglione y ferviente católico, estaba a punto de ser nombrado comisario europeo de Justicia. Faltaban apenas 15 días para que tomara posesión cuando llegó el escándalo. Buttiglione pensaba que la homosexualidad “es pecado” y que “la familia existe para permitir a la madre tener hijos y tener la protección de un varón que cuide de ellos”. La Eurocámara, que debía validar dar el visto bueno a su nombramiento, vetó al italiano por machista y homófobo, sentando un precedente incómodo para candidatos venideros. El parecer de la Comisión de Libertades del Parlamento Europeo no era vinculante, pero Buttiglione se llevó la bofetada política de todas maneras y se quedó sin ser comisario.
El año anterior, en 2003, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi —por cierto, mentor de Buttiglione— provocó también un revuelo descomunal en la Eurocámara al sugerir al alemán Martin Schulz, ahora candidato socialista a las europeas, que debería hacer de “kapo” en una película, es decir, de preso de campo de concentración al servicio de las SS. Berlusconi no aspiraba a ser comisario, pero como Buttiglione, consiguió incendiar los despachos de Bruselas y de paso los de Berlín.
En otra ocasión, en 2005, fue un europarlamentario polaco, al que la Eurocámara se le echó encima cuando consideró oportuno celebrar la elección de un nuevo papa con un e-mail en el que anunciaba el “habemus papam”. “¿No ha llegado el momento de que alguien (Dios, Alá, Buda, o el servicio informático) nos salve de esta locura religiosa?”, le contestó uno de los destinatarios. Los informáticos decidieron bloquear las respuestas al e-mail papal para evitar el colapso del sistema.
A estas alturas, entenderán ya por dónde van los tiros. Entenderán que estos casos tienen poco que ver unos con otros, pero que la dinámica es parecida. Que hay comentarios u opiniones que en un país pueden caer mejor o peor, pero que trasladados al microcosmos bruselense, suponen directamente traspasar una línea roja. Que ciertos chascarrillos y exabruptos que por ejemplo en España podrían pasar por campechanos o incluso inoportunos, en Bruselas chirrían y dan una dentera insoportable. Especialmente, en los tiempos que corren, en los que el auge de una ultraderecha europea ha instalado a las fuerzas progresistas de la Eurocámara en alerta permanente.
No es ningún secreto que Miguel Arias Cañete aspira a ser nombrado comisario del próximo Ejecutivo comunitario. Sus declaraciones sobre su presunta “superioridad intelectual” frente a las mujeres no le van a ayudar. Que los socialistas españoles, golpeados por las encuestas, saquen ahora a relucir a Buttiglione como arma de campaña, no resta importancia a un precedente difícil de obviar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.