En busca de la clave
Como los personajes de Pirandello, las elecciones europeas buscan un guión interpretativo
Como los personajes en busca de autor de Pirandello, las elecciones europeas andan en busca de una clave interpretativa. Las elecciones sirven para muchas cosas, por ejemplo, para castigar a quienes tienen las responsabilidades de Gobierno. Y si no llegan a servir para hacerlos caer, como será el caso de las del 25 de mayo, al menos son útiles como severas advertencias respecto al futuro, por si alguien quiere atender al resultado para corregir el rumbo equivocado. También pueden servir, naturalmente, para marcar nuestra desafección con la política o impugnar el entero sistema.
Aunque algo hay de todo esto en las europeas, en realidad, estamos ante unas elecciones sin clave. Ni siquiera es diáfana la clave propiamente europea, establecida por el Tratado de Lisboa, que obliga al Consejo a atender al resultado electoral para nombrar al presidente de la Comisión. Son grandes los esfuerzos de las principales fuerzas, y especialmente los dos grandes partidos, el popular y el socialista, por conseguir que sean unas elecciones competitivas e incluso polarizadas, donde los votos cuenten a la hora de colorear de una forma u otra a la futura Comisión. Contribuyen a esta estrategia los debates paneuropeos televisados, que aparecen por primera vez, y por tanto con un cierto retraso, justo en la época de las redes sociales y de crisis de las televisiones generalistas, que fueron las que inventaron y protagonizaron los grandes cara a cara entre candidatos electorales en los países occidentales.
Como los personajes de Pirandello, las europeas buscan un guión interpretativo
A pesar de todo, las campañas tienen unos efectos limitados y no digamos ya los debates televisivos de difusión y audiencia desiguales en el conjunto de Europa. Los populismos van a progresar muy notablemente, situándose incluso en cabeza en algunos de los grandes socios, y puede que sea difícil armar mayorías en un Parlamento Europeo muy fragmentado, perfectamente abonado para que progrese entre los jefes de Estado y de Gobierno que tienen que nombrar la Comisión la idea de una gran coalición al estilo alemán. La tentación de los responsables ejecutivos será pastelear como siempre a su conveniencia el paquete de cargos entero sin apenas atender a las urnas.
Vistas desde lo alto, el contenido de las elecciones es precisamente la búsqueda de la clave europea. Si se encuentra, será todo un éxito, aunque se enfrenta a una clave que funciona por ausencia, gracias precisamente al ascenso de los populismos: destruir Europa en vez de construirla, participar en las instituciones europeas para devaluar las propias instituciones, dividir en vez de unir, evitar la clave en ver de encontrarla.
No son únicamente los populismos los que combaten el guión europeo. También las lecturas en clave local tiran en dirección contraria a la integración, aunque no lo parezca y paradójicamente se fundamenten en el principio de subsidiariedad. Si podemos organizar unas elecciones y leer luego los resultados solo en función de nuestros intereses más inmediatos y próximos, para qué preocuparnos por la visión más general y europea. Y ahí cada país tiene la suya propia. En España servirán para poner a prueba tanto a Rajoy como a Rubalcaba, además de comprobar el estado en que se encuentra el bipartidismo. Todavía más interesantes serán los resultados catalanes, último test previo a la cita improbable del 9 de noviembre y primero de unas hipotéticas elecciones en clave de plebiscito sobre la independencia. Habrá que analizar la participación diferencial para medir el entusiasmo adicional con el proceso soberanista, calibrar la dimensión del bloque que apuesta por la consulta que plantea Artur Mas y, sobre todo, observar la foto-finish en la carrera entre ERC y CiU por convertirse en la nueva fuerza hegemónica.
Ninguna de las claves locales alimenta al proyecto europeo, por más que todas proclamen aspiraciones europeístas. Así es como se suceden discursos, mítines y debates electorales sin la más mínima referencia a los desafíos que tiene planteados la UE, empezando por su relación con Rusia, su seguridad energética y su capacidad para hablar y negociar con una sola voz en el mundo. Al parecer, hay que ser vecino de Ucrania para que esas ideas lejanas y extrañas entren en campaña.
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