Endofobia
El autor defiende que, a diferencia del resto de países europeos, en España no hay candidaturas xenófobas ni euroescépticas
Como es de suponer que ocurre por toda la Unión, también la campaña electoral española está centrada en la agenda doméstica. Pero a diferencia del resto de países europeos, aquí no hay candidaturas xenófobas ni euroescépticas capaces de sacar votos a espuertas como en el resto del continente. En España no tenemos ningún equivalente al UKIP británico de Nigel Farage, al FN de Marine Le Pen, al VVD de Geert Wilders, a la Lega Nord de Roberto Maroni, al Amanecer Dorado de Nikolaos Michaloliakos, etc, etc. Aunque eso no quiere decir que no haya movimientos populistas, pues haberlos, haylos. Pero no dirigen la cólera del pueblo contra Bruselas y los inmigrantes sino contra Madrit o el bipartidismo del PPSOE. ¿Cómo explicar tan extraño hecho diferencial que singulariza a la excepción española?
Mi hipótesis es que si aquí no hay apenas xenofobia es porque tenemos casi toda nuestra capacidad fóbica invertida y concentrada en la endofobia. Es decir, en el temor y el odio dirigidos no contra presuntos enemigos externos (los eurócratas, los inmigrantes) sino contra nuestros enemigos íntimos: los peperos, los sociatas, los separatistas, los centralistas, etc. De hecho, toda la campaña electoral, así como la larguísima precampaña que la ha precedido, presididas como siempre por el ajuste de cuentas y el juego sucio, se han volcado en proferir discursos infamantes con los que lapidar a los propios adversarios electorales. Es verdad que también los demás políticos europeos pueden ser muy sectarios, pero por lo general su conciencia de identidad nacional les lleva a reconocer a sus rivales la calidad de compatriotas, siempre preferibles a los denigrados extranjeros. Mientras que nuestro sectarismo tiende a ser cainita, pues sentimos más aversión por los otros españoles que por los extraños que nos parecen más respetables.
La razón de este vicio adquirido es por supuesto histórica, como ya señaló Ortega. Desde hace trescientos años, cuando acabó la Guerra de Sucesión, España dejó de tomar parte en las contiendas internacionales que dividieron el territorio continental, dando lugar en cada país a una sólida identidad nacional edificada contra la de sus vecinos europeos: ingleses contra franceses, estos contra alemanes, etc. De ahí la citada xenofobia populista o ultranacionalista. Mientras que al quedarse al margen de las guerras europeas, los españoles no supieron construir su propia identidad nacional. Antes al contrario, en ausencia de animadversión contra el exterior, se dedicaron a enfrentarse en cruentas guerras civiles (desde aquella de Sucesión hasta la última del 36, pasando por las sucesivas carlistadas), para alimentar así una resentida hostilidad contra los demás componentes de la comunidad española. Es la memoria histórica de factura guerracivilista heredada del pasado, que continúa realimentando hoy las culturas políticas fracturadas en compartimentos estancos que se disputan el control o el desguace del estado español. De ahí la endofobia citada: el clima de hostilidad despiadada contra el odioso enemigo interior.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.