El PSOE, en el laberinto
Ferraz teme que la polémica contamine la campaña de las elecciones europeas
El PSOE teme haber entrado en el laberinto del Minotauro en Navarra, e intenta ahora volver sobre sus propios pasos para encontrar la salida antes de ser devorado por el monstruo. Ni la federación navarra del partido ni la dirección federal saben cómo resolver la situación en la que se metieron cuando, hace apenas dos semanas, los socialistas pusieron sobre la mesa la posibilidad de una moción de censura inminente en Navarra ante las sospechas de corrupción del Gobierno de UPN. La corrupción no ha sido aún probada, el caso se ha desinflado y UPN lanza ahora su propia crisis política como un bumerán contra el PSOE, recordándole que, si presentan una moción, los socialistas llegarán al Gobierno, aunque ellos no quieran, gracias al apoyo de los votos de Bildu. Una imagen que aterroriza al PSOE.
Navarra vive una situación de desgobierno total desde que, en junio de 2012, el Ejecutivo de coalición UPN-PSOE se rompió y la presidenta Yolanda Barcina pasó a gobernar en minoría. Con solo 19 escaños en un Parlamento de 50, UPN no puede sacar adelante ninguna ley; y tampoco los grupos de oposición, aunque suman mayoría, pueden legislar: las leyes que aprueba esa Cámara tomada por la oposición son sistemáticamente recurridas por el Gobierno central ante el Tribunal Constitucional.
Esta insólita situación de bloqueo institucional —que ya estuvo a punto de explotar políticamente en 2013, cuando Barcina se vio implicada en el escándalo de las dietas de Caja Navarra y la oposición en pleno pidió su dimisión—, culminó el pasado 11 de febrero: la exdirectora de la Hacienda foral denunció que había sufrido “injerencias en grado de tentativa” por parte de Lourdes Goicoechea, vicepresidenta de Barcina. Y el PSN creyó llegado el momento de dar un puñetazo en la mesa y forzar por la vía rápida la dimisión de la presidenta. “O se va, o los socialistas la echaremos”, anunció Roberto Jiménez, secretario general del PSN.
Admitió entonces expresamente la posibilidad de una moción de censura, y tampoco la descartó el PSOE, que en todo momento respaldó a la federación navarra. El secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, dijo que la situación en Navarra era “insostenible” y, aunque tanto él como Elena Valenciano subrayaron que nunca harían política “con Bildu”, también remarcaron que no dejarían que la presencia de Bildu les privara de “hacer política”.
Porque la realidad es que, aunque la moción de censura no se pacte con Bildu, es imposible evitar que Bildu la apoye. Y esa enrevesada situación es la que está utilizando UPN para convertir en un problema del PSOE lo que empezó siendo un problema suyo. En toda la crisis subyace un hecho: Bildu es legal desde 2011, pero los grandes partidos siguen teniendo muy presente que es pronto para tratar de igual a igual en el juego democrático a los herederos de Batasuna.
Tras dos semanas de polémica, los socialistas de la calle Ferraz intentan ahora congelar la moción. Tienen por delante la campaña de las europeas de mayo, en la que el partido entero está concentrado, y saben que el asunto Bildu sería utilizado por el PP contra Rubalcaba y Valenciano. “El factor Bildu lo hace todo muy complicado”, dice un miembro de la dirección federal. “Es injusto, porque razones políticas hay de sobra para pedir elecciones, pero es que nosotros no queremos ir con Bildu a ninguna parte, y UPN lo está usando claramente como parapeto”, afirma.
PSOE y PSN llevan días hablando para decidir una posición conjunta y evitar la fractura. Fuentes de ambas direcciones coinciden, en principio, en que en un asunto tan delicado como este nada puede hacerse sin el aval de la cúpula federal. La posibilidad de que Jiménez apueste finalmente por la moción y Ferraz no la autorice resucita otro fantasma, el de la disolución de la federación y la creación desde Madrid de una gestora, un trauma que ya vivió el PSN en 1996.
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