“El derecho a decidir no cabe en esta Constitución. En ninguna”
Lo peor de la Carta Magna es la falta de solución del modelo territorial, según Rubio Llorente
Francisco Rubio Llorente (Badajoz, 1930) ha sido vicepresidente del Tribunal Constitucional y presidente del Consejo de Estado. Antes trabajó como asesor de la ponencia constitucional en el Congreso, una especie de padre de la Ley Fundamental en la sombra, y su opinión entre los constitucionalistas es tan respetada como que se le considera la cabeza de una escuela propia.
Pregunta. ¿Qué es lo mejor de Constitución 35 años después?
Respuesta. Lo mejor sin duda es la garantía de los derechos de los ciudadanos y la recuperación de la libertad y de todos los derechos. Incluso la toma de conciencia de la sociedad española de que tiene esos derechos. Una democracia estable que funciona con regularidad con Gobiernos muy estables.
P. ¿Y lo peor?
R. Lo peor, quizás, la falta de solución definitiva del modelo territorial, que es un problema endémico de hace siglos. Y después el que, como consecuencia de decisiones que fueron muy acertadas en su momento, como forzar en lo posible la estabilidad gubernamental o asegurar un sistema de partidos estable, se ha dado lugar a una concentración de poder excesiva en la cúpula de los partidos y un cierre a la sociedad. También ha llevado a un excesivo control de la vida parlamentaria por la cúpula de los partidos. Se ha acentuado el sistema cancilleresco. Hay problemas en la organización de la Justicia, con cierta colonización de las instituciones que debían ser neutrales, como el Consejo General del Poder Judicial, que tampoco es una situación distinta a la de otras democracias.
P. ¿Se ha quedado antigua o envejece bien?
R. Ha aguantado bien el paso del tiempo. Una Constitución tiene que guardar un equilibrio entre dos contradicciones: tender a la estabilidad durante décadas o siglos y por otra tienen que tener cierta flexibilidad para acomodarse al cambio de los tiempos. Esa tensión está presente en la nuestra. Quizás uno de los inconvenientes es la dificultad de reformarla, pero más que por el procedimiento, por la falta de consenso.
P. ¿Qué habría que cambiar?
R. El sistema de división territorial del poder, porque no es satisfactorio para casi nadie. Volver al diseño originario que se desvió, aunque no sea fácil. Quizás, eliminar la obligación de que la circunscripción electoral sea la provincia. Llevar a cabo una modificación en la organización del Poder Judicial. Revisar la moción de censura positiva y regular el proceso de integración en la Unión Europea.
P. ¿Cómo ve la propuesta federal del PSOE?
R. No la conozco bien, pero en lo poco que la conozco me parece todavía muy inconcreta. El problema no es de palabras, sino de sustancia, y el problema de nuestra organización territorial no se reduce a una inadecuada concepción del Senado, es mucho más profunda.
P. ¿Cabe en la Constitución el derecho a decidir?
R. No, ni en la actual ni en ninguna otra. Ni en la británica. Esa tontería que se está diciendo de que como en Reino Unido no hay constitución escrita cabe cualquier cosa es una bobada. Los escoceses no serán independientes si el Parlamento británico no les concede su independencia, y el Parlamento británico para hacerlo tiene que tomar decisiones que tienen consideraciones constitucionales y tienen que modificar varias leyes y hasta la bandera. El derecho a decidir como derecho de una parte de un Estado a separarse libremente no existe en parte alguna, salvo en los supuestos de autodeterminación, opresión o situación colonial.
P. ¿Es decir, que en el caso de Cataluña tendría que haber un referéndum en toda España?
R. Sí. Se debería autorizar un referéndum en Cataluña para que los catalanes pudiera expresar su deseo. Si es el de independencia, que espero que no sea así, entonces el Gobierno español podría estudiar una reforma de la Constitución para hacer posible la independencia de Cataluña y para ello convocar un referéndum en toda España.
P. ¿Dos consultas, entonces?
R. Por supuesto.
P. ¿Se retocará alguna vez la Constitución?
P. Yo tengo la esperanza de ver ese cambio. Y soy muy viejo.
Lo peor del texto es la falta de solución definitiva al modelo territorial”
P. ¿Qué le parece que las dos únicas reformas que se han hecho de la Constitución hayan sido por imposición de Europa?
R. En distinta medida. Me parece penoso y un poco ridículo. Creo que la reforma es necesaria. Al comienzo de su primera legislatura el presidente Zapatero quería hacerla, le encomendó al Consejo de Estado un estudio en el que yo dejé muchas horas de trabajo y del que estoy razonablemente satisfecho, pero ese proyecto se abandonó. Ahora es necesario. Ayer estuve en un acto en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales donde Felipe González habló también de esa necesidad de reforma.
P. ¿La desafección política es extensible a la Constitución, teniendo en cuenta que solo los que tienen más de 52 años la votaron?
R. Sí, es un argumento clásico que la Constitución solo vincula a las generaciones que las aprueban, lo sostuvo Jefferson con la Constitución americana y le dieron una respuesta muy convincente: si fuera así, también la propiedad tendría que caducar cada 20 años. Pero es verdad que las generaciones vivas deben identificarse con la Constitución, que no es un peso que no pueda reformarse, y por eso es conveniente para que la gente tomara conciencia de que la Constitución es obra de todos.
P. En esa desafección se incluye una revisión de la Transición, que parecía intocable.
P. Es que en la Transición no se hizo todo bien. Ninguna obra humana es perfecta, pero se hicieron bastantes cosas bien. Los aspectos negativos que ahora se detectan fueron positivos y respondían a necesidades de su tiempo, aunque luego hayan cambiado. Hay medidas que entonces eran funcionales y ahora pueden parecer disfuncionales, pero eso no es un defecto originario. Se habla de que hubo demasiadas concesiones de la izquierda a la derecha, pero hay que ponerse en el momento y tener en cuenta que a lo que nos obsesionaba era el recuerdo de la Guerra Civil y que no se repitiera y asegurar que íbamos todos en la misma dirección.
La principal dificultad para reformarlo está en la falta de consenso”
P. ¿Por qué se ha producido esa desafección ciudadana y cuáles serían las soluciones?
R. La solución no la sé. Si creo que la desafección tiene un origen exógeno: el espacio de la política se ha reducido en el mundo entero como consecuencia de la globalización de la economía, la liberalización del mercado de capitales. Los ciudadanos del mundo entero perciben que la capacidad de decisión de los políticos para orientar una política económica propia es muy reducida, y como esa política condiciona al resto de las políticas, eso hace que los ciudadanos se sientan distantes de la política.
P. ¿Es coyuntural la discusión del sistema de partido y de democracia representativa?
R. Hay que explicar a la gente que la democracia representativa es la única forma posible. Su sustitución por la democracia directa no es posible por la simple razón de la división social del trabajo. Hay muy pocos ciudadanos que estén dispuestos a dejar de lado sus trabajos para dedicarse a los asuntos públicos, que requieren un alto grado de especialización, con profesionales de la política en el mejor de los sentidos. Por mucho que lo facilite la sociedad de la información. En 1901 ya se temía que la prensa popular y la libertad de información pudieran sustituir la democracia representativa por la directa, y pensar que Twitter, Facebook o internet puedan hacerlo ahora no lo creo, sinceramente. El movimiento del 15-M moralmente me gustó como protesta y reacción, pero desde el punto de vista político, no.
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