“Ceuta es una cárcel para nosotros”
Una treintena de sirios que han huído de la guerra acampan ante la Delegación del Gobierno Exigen asilo y que les trasladen a la Península
Kedher Ramadan lleva ya dos días acampado ante la puerta de la Delegación del Gobierno de Ceuta, durmiendo a la intemperie, entre cartones, vigilado discretamente por la policía. Con él están su mujer, Namat, embarazada de ocho meses y que apenas puede ponerse en pie, y su hija Khaldie, de un año, que corretea a su alrededor en la céntrica plaza de los Reyes. Son sirios, de Homs, una de las ciudades más azotadas por la guerra que desangra el país. La familia forma parte del grupo de 30 compatriotas que está acogido en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y que ha iniciado una protesta para que las autoridades españolas resuelvan su situación. Quieren que se dé prioridad a sus solicitudes de asilo y que les lleven al otro lado del estrecho de Gibraltar para refundar sus vidas. El trámite suele llevar meses.
“Solo pedimos que nos trasladen a la Península, porque aquí no podemos vivir”, dice Kheder, de 22 años. Asegura que su situación es desesperada y que lo único que quiere es volver a trabajar, reiniciar una vida que se paró el 13 de noviembre de 2012: esa fecha está estampada en el pasaporte de su hija. Fue el día en que abandonaron su casa en Siria casi con lo puesto. “En Siria no nos queda ya nadie”, explica. Su familia es afortunada: la guerra solo se ha cobrado la vida de uno de sus abuelos. Sus padres y un hermano se refugiaron en Milán (Italia), ciudad en la que aspira a vivir en un futuro no muy lejano este joven albañil. Él se vio obligado a abandonar el país el día en que se negó a reincorporase al Ejército. “Estamos felices de estar vivos y de haber huido de la guerra, pero para nosotros Ceuta es como una cárcel de la que ahora no podemos salir”, se lamenta.
La familia ha viajado casi 5.000 kilómetros durante 10 meses. Atravesaron Líbano, y luego todo el Magreb, desde Egipto a Marruecos, pero esquiva la respuesta cuando se le pregunta cómo penetró en la ciudad autónoma. La mayoría ha entrado con pasaportes falsos o escondidos en coches.
Los Ramadan están en Ceuta desde mediados de septiembre. Son una de las tres familias sirias que han conseguido entrar en Ceuta en los últimos meses. Como la de Rami Chain y su mujer, Gazia. Tienen cuatro hijos, de 11, 8, y 5 años y un bebé de 9 meses. Como los demás, quieren llegar a la Península, a Madrid, donde tienen conocidos y familiares. El tercer núcleo familiar lo componen Ibrahim y su esposa Zainab, que ha dado a luz en Ceuta hace unos días a su bebé Kahil, y sus hijas Zizo y Tafida, de tres y seis años.
Tres familias con 13 miembros han entrado en la ciudad desde septiembre
Las tres familias protestan junto al resto de compatriotas porque, además, no quieren estar en el centro de acogida, que está saturado. Más de 700 personas conviven en las instalaciones. Kheder dejó el centro hace dos semanas porque no podía dormir en la misma habitación que su mujer e hija. “No es sitio para vivir con niños”, dice. “No nos quejamos de cómo nos han acogido, pero hay demasiada gente, de muchos sitios, y no todos son buenos”, añade.
La comunidad siria en situación irregular está compuesta en Ceuta por 30 personas. Hay niños y adolescentes, como Mustafa Mesto, de 17 años, procedente de Alepo y cuya familia escapó a Turquía, aunque él terminó a miles de kilómetros. La mayoría lleva pocos meses en Ceuta. El más antiguo es Salah Alí, cuya tarjeta roja de llegada data de julio de 2013.
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