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Cae en Alzira una red de proxenetas que secuestró a un niño de ocho años

La banda extorsionaba a mujeres para que ejerciesen la prostitución

Joaquín Gil

Los vecinos de la desangelada calle de Colón de Alzira (Valencia) todavía no se han recuperado del shock, tras descubrir que la afable familia rumana del número 10 tenía una doble vida. En apariencia, el matrimonio con cinco hijos recogía chatarra, recolectaba fruta y reparaba coches para su venta en el mercado de segunda mano. En la práctica, pilotaba una red de proxenetismo que obligaba a mujeres a prostituirse bajo la amenaza de extorsión, según la policía, que hace dos semanas decapitó al grupo, en una operación que liberó a seis mujeres y a un niño de ocho años que fue hallado en una minúscula habitación sin ventilación y poca luz. El pequeño estaba desnutrido y con signos de maltrato en el pie derecho, según fuentes policiales, informa Felipe Betim. Los proxenetas utilizaban al crío para obligar a su madre a ejercer la prostitución.

“Descansaba sobre una manta en un lugar con poca higiene”, añade un agente que participó en la operación que se desarrolló en una antigua vivienda de dos alturas, donde también fue arrestado otro miembro de la organización.

El niño rumano era hijo de una de las explotadas. Y fue utilizado por la red para extorsionar a su madre, que sufrió vejaciones, coacciones y agresiones físicas y sexuales, según la Policía. La mujer aprovechó un descuido de sus captores para desplazarse a una comisaría de Valencia y denunciar su situación. Después, permaneció un día hospitalizada en observación por lesiones. La mujer había entablado una relación con un hombre próximo a la red.

Las otras seis mujeres liberadas, de entre 18 y 38 años, eran obligadas a ejercer la prostitución en la calle. Sus horarios y férreas condiciones dependían de los tres hombres detenidos, todos rumanos, y de un cuarto de menos de 40 años, el cabecilla. La Policía sospecha que este último, que no fue arrestado, podría haber huido a Rumanía. Se le imputan los delitos de pertenencia a grupo criminal, trata de seres humanos, prostitución coactiva y detención ilegal, entre otros.

La red desmantelada también controlaba a otras cinco mujeres que fueron liberadas en Catarroja y que habrían recalado en España bajo el señuelo de trabajar como camareras.

La esposa de uno de los tres detenidos en Alzira, un rumano de 33 años que presuntamente controlaba al menor, niega las acusaciones. Dice que el niño no estaba secuestrado. Que residía voluntariamente en su casa, porque su madre le encomendó su cuidado a cambio de 30 euros semanales. Que el pequeño estuvo bien tratado y que no se le privó de libertad, como sostienen fuentes policiales. La esposa reduce la denuncia a una cuestión de celos. “¿Cómo vamos a cometer esos delitos si tenemos cinco hijos?”, se pregunta esta mujer que dice llamarse Violeta y dedicarse a la recogida de chatarra.

La liberación del chico se produjo hace dos semanas a las cuatro de madrugada, en una espectacular operación denominada Retorno (por la recuperación del niño) del Grupo Operativo Especial de Seguridad (GOES). Esta división policial precipitó las detenciones por la presencia del menor. En la casa de Alzira los agentes no se incautaron de dinero. La Policía sospecha que los delincuentes enviaban periódicamente los ingresos de la prostitución a Rumanía mediante portales de transferencias como Western Union, según José Nieto, inspector jefe de la Comisaría General de Extranjería, que investiga ahora la posible comisión de otros delitos por parte de los arrestados.

“Llamarle piso al lugar donde permaneció el niño es una generosa concesión”, ironiza el inspector, que se refiere al grupo como “mafia rumana”.

La policía tiene abierta la investigación y no descarta nuevas detenciones contra las redes de prostitución de ciudadanos rumanos en la Comunidad Valenciana en los próximos días.

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Sobre la firma

Joaquín Gil
Periodista de la sección de Investigación. Licenciado en Periodismo por el CEU y máster de EL PAÍS por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene dos décadas de experiencia en prensa, radio y televisión. Escribe desde 2011 en EL PAÍS, donde pasó por la sección de España y ha participado en investigaciones internacionales.

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