Susana Díaz: “Rebelde” en blanco y verde
"La cosa está muy mala, pero entre todos vamos a tirar ‘palante”, decía Díaz
Hacían falta muchas ganas para vestirse de domingo, coger el coche a la hora de la siesta y comerse una, dos, tres, cuatro horas de carretera para plantarse a las seis y media de la tarde de un jueves de julio en Antequera y asistir a un bautizo político. Sin embargo, más de mil hombres y mujeres, de adolescentes a setentones, procedentes de todos los rincones de Andalucía, hicieron un poder y abarrotaron la sala Matías Prats del hotel Antequera Golf para arropar a la neófita. De blanco y verde en plan bandera andaluza —ella dijo que por bética irredenta— radiante, jaquetona, emocionada, pero solo hasta el borde de las lágrimas, Susana Díaz, de 38 años, la favorita del padre José Antonio Griñán en la carrera a sucederle, se presentó este jueves ante los suyos no como la aspirante a candidata que se supone que es, sino como la futura presidenta de la Junta de Andalucía que parece segura de ser salvo catástrofe.
Antes se había parado hasta tres veces a atender a otros tantos grupos de damnificados por la crisis —los trabajadores del ERE de la empresa Isofotón, las madres de una guardería con problemas, y otros espontáneos varios— que aprovechaban su presencia y la de las cámaras, para que la flamante líder carismática intercediera por lo suyo. “La cosa está muy mala, mi arma, pero entre todos vamos a tirar palante”, les consolaba ella antes de dejarse llevar en volandas al estrado.
Un paso por detrás, José María, su marido, invisible hasta ahora, apoyaba con su presencia a la candidata, vitoreada con gritos de “¡presidenta, presidenta!” por un auditorio compuesto, sobre todo, por entusiastas cuadros del aparato del partido que habían venido a aclamarla, primero, y segundo, pero no menos importante, para ver y dejarse ver en esa tesitura. Muchos presumían de haber firmado ya el aval (como han hecho ya el primer presidente de la Junta, Rafael Escuredo, o la también consejera Mar Moreno) que la ponente les venía a pedir. Necesita 7.000 para ser formalmente candidata.
Ante ellos, Díaz quiso presentarse a sí misma como una “rebelde” con causas. La de la izquierda, la de la dignificación de la política y la de la igualdad de oportunidades, que permitió estudiar con becas desde los 14 años a esta hija de fontanero y ama de casa. Así, prístina, como si hubiera nacido ayer, libre de polvo y paja, y del pecado original del Gobierno de los ERE, la niña se independizó de su mentor político. Está claro que es bien mandada. La incógnita, ahora, es si podrá mandar sin la tutela del padre.
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