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Columna
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Euskadi, ¿verdad o ¿compromiso?

Antonio Elorza

Aparecer en los medios de comunicación, aunque sea como serie B, no es siempre una ventaja. Cuando hace tres años un BMW me hizo saltar por los aires en un paso de cebra, fracturándome la rodilla, lo primero que escuché al culpable fue decir con voz de asombro: “¡Pero si yo le veo a usted en televisión!”. Saqué mi resto de sentido del humor y le repliqué: “Sí, pero no es razón suficiente para eliminarme”. Peor había sido cuatro años atrás, al recibir una serie de llamadas telefónicas, prometiendo degollarme porque éramos unos cerdos y “estábamos todos muertos”. La policía cumplió su tarea al modo de Torrente. Comprobó que las cuatro primeras llamadas eran ocultas y no miró la quinta donde la ocultación no funcionó. Así que me tocó el descubrimiento del entrañable interlocutor. No me sirvió de mucho luego, aunque todo lo que pedía al juez era reconocimiento de culpabilidad y un euro de multa. El defensor habló de mi hipersensibilidad por escribir sobre terrorismo islamista en este diario. La policía volvió a dejarme en total indefensión, posiblemente por orden muy superior, y tras el veredicto tuve suerte al no ser acusado de difamación.

Algo parecido puede sucederles a las víctimas de ETA, y a la memoria del terrorismo, si es aplicado el Plan de Paz y Convivencia del siempre escorado Jonan Fernández, con el aval del Gobierno nacionalista. Las reacciones han sido explícitas. Bildu no puede estallar de alegría, pero le falta poco. “Dieciocho propuestas para asentar la paz”, sentencia el órgano del PNV. Lo que llamaríamos línea Eguiguren es la más entusiasta: con el Plan, “Urkullu entra con buen pie”, pues conviene evitar que la desaparición de ETA “culmine en un final desordenado”. ¡Qué pena! El más importante diario del Euskadi es más circunspecto: “Urkullu presenta un plan de paz con múltiples guiños a la izquierda abertzale”.

¿Asumirá el PNV su negativa por más de 10 años a pronunciar condenas a ETA sin atenuantes indirectos?

Dos cuestiones previas. De nuevo la “paz” como trampa. Se ha acabado el terrorismo. Paz sigue a lucha entre iguales, que es lo que sugiere Urkullu. Y, de acuerdo con esto, responsabilidades compartidas: ciertamente los etarras han matado, pero la indagación sobre el contexto político y sobre las torturas llevará a hacer de estas el verdadero protagonista del “conflicto” ante la opinión. Según el proyecto, lo del terrorismo —perdón, de “la violencia”— de ETA ya es sabido. Se rinden honores a los muertos, se alza un monumento y cuestión resuelta. Poner en marcha una investigación sobre las torturas no probadas hasta ahora es otra cosa. Cinco mil nada menos. Se trata de redactar un acta de acusación contra el Estado de derecho español, lo que pretende Bildu, y seguramente también el exobispo Uriarte. Y el PNV, en el fiel de la balanza: perfecto. Lamento sinceramente que la juez Carmena quede atrapada en este laberinto.

Y, sobre todo, no hace falta un compromiso para llegar a una visión compartida. Hace falta la Verdad, con mayúscula, como quería Primo Levi para el holocausto. Conociéndola, la reconciliación será el efecto lógico, y si no gusta a herederos y simpatizantes de los criminales, nada les debemos.

Porque no se trata de maniqueísmo, sino solo de reconocer y potenciar la condición de ETA como protagonista de los “años de plomo” del terrorismo. A partir de ahí, ponderación; lo contrario de equidistancia. Si en vez de verdad buscamos una interpretación compartida, ¿va a aceptar el Partido Socialista la responsabilidad en el terrorismo de Estado que practicaron los GAL? ¿Asumirá el PNV su negativa por más de diez años, desde 1992, a pronunciar condenas a ETA sin atenuantes indirectos (recordemos la muerte de Fernando Buesa, los insultos de Arzalluz a quienes pedíamos protección para los demócratas)? Según el plan todo se aclara: nos limitaremos a reexaminar casos ya juzgados con supuestas torturas, para mayor gloria de Bildu. Así nadie va preguntarme por la inhibición de la policía, esta vez en estricta aplicación del Estado de derecho, tras ser amenazado en el aniversario del asesinato de Tomás y Valiente, negándose a actuar sin previa denuncia.

La divisoria es esta. Una cosa es sentenciar como merece a ETA y a quienes la defendieron, sin olvidar luego al contraterrorismo, atendiendo a los hechos judicialmente probados. Otra lanzar una investigación unidireccional, destinada a repartir culpas. Porque en contra de lo que dijo un conocido comentarista donostiarra, les aseguro que no era divertido andar con escolta y temer que un descerebrado acabase con tu vida. También esto era ser víctima y debe quedar en la memoria de los ciudadanos vascos.

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