Duelo a 300.000 euros la apuesta
Adelson y Ho rivalizan en Madrid y Barcelona por traer a Europa un negocio que les hizo ricos en Asia entre sombras de corrupción y crimen organizado
Dos magnates con fortunas siderales, presuntas relaciones con el crimen organizado y sospechas de sobornos a políticos a sus espaldas llevan años batiéndose el cobre por el negocio del juego en Estados Unidos y, sobre todo, en el sureste asiático. España es el nuevo tablero sobre el que se libra esa batalla. Tras lograr que Cataluña y la Comunidad de Madrid emprendieran una carrera de dádivas fiscales y promesas políticas para asegurarse una inversión capaz de generar, según su impulsor, hasta 250.000 puestos de trabajo, el estadounidense Sheldon Adelson anunció el 7 septiembre su intención de plantar en Madrid (cinco meses después concretaría la localización exacta, Alcorcón, a 13 kilómetros de la capital) un complejo de casinos y ocio bautizado informalmente como Eurovegas. Ese mismo día, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, desvelaba un proyecto de mimbres similares, Barcelona World. Su urdidor es el empresario valenciano Enrique Bañuelos, que llegó a figurar entre los hombres más ricos del mundo gracias a la inmobiliaria Astroc, se arruinó con ella y volvió a prosperar merced a sus negocios en Brasil. Según anunció Bañuelos el pasado 30 de mayo, uno de los inversores que respaldan el negocio es Lawrence Ho, hijo de Stanley Ho, señor del juego en la ciudad china de Macao y archicompetidor de Adelson.
Stanley Ho nació en la entonces colonia británica de Hong Kong en 1921. Sheldon Adelson, en la ciudad estadounidense de Boston, en 1933. Con esos años de diferencia, las biografías oficiales de ambos corren en paralelo repletas de iniciativas empresariales de toda naturaleza y suerte variada, hasta llegar a un negocio afortunado cuyos beneficios invirtieron en casinos (en el caso de Ho, en el sector de la construcción; en el de Adelson, una feria de informática en Las Vegas que creó y vendió años después por cerca de 500 millones de euros). Ho obtuvo en 1962 el monopolio del juego en la ciudad de Macao, una colonia de Portugal de 30 kilómetros cuadrados a un tiro de piedra de Hong Kong (el magnate es también presidente y accionista de Estoril-Sol, que gestiona tres casinos en Portugal) . El enclave pasó a manos de China en 1999, y es ahora el único lugar de ese país (una dictadura) en el que está permitido el juego. La empresa de Ho mantuvo esa exclusividad hasta 2001, cuando se permitió la entrada de otros inversores, entre ellos Sheldon Adelson.
El magnate estadounidense había comprado su primer casino en 1988 en Las Vegas (en el estado norteamericano de Nevada), pero fue su inversión en Macao la que propulsó su imperio y su fortuna personal. Abrió su primer local en el enclave chino en 2004. Ahora tiene tres; la empresa de Ho acumula 20, a los que se suman otros tres que dirige su hijo Lawrence en asociación con una empresa australiana; y otro de su hija Pansy con una empresa estadounidense. En total, hay 35 casinos en Macao, según un estudio de la Universidad de Las Vegas, que en 2012 reunían 5.500 mesas de juego, casi 17.000 máquinas tragaperras y unos ingresos de 29.000 millones de euros. Macao superó a Las Vegas en volumen de negocio como capital mundial del juego en 2006; seis años después, los ingresos de la ciudad estadounidense ascendían a 4.700 millones de euros, una sexta parte que los de Macao.
De los 29.000 millones de euros que generaron los casinos en Macao en 2012, el 91% correspondió a apuestas de bacará, un juego extremadamente popular en China parecido al blackjack. En comparación, la ruleta supuso el 0,3%, el póker el 0,5%, y las tragaperras algo más el 4%. El bacará acumuló 26.400 millones de euros de ingresos, de los que 20.000 millones correspondieron a clientes VIP. O lo que es lo mismo, dos tercios del dinero de los casinos de Macao se mueve en apuestas que no bajan de 300.000 euros por mano. Ese dinero pasa a través de unos intermediarios conocidos como junkets, personas o empresas (algunas incluso cotizan en el índice estadounidense Nasdaq) cuyo trabajo consiste en captar a jugadores adinerados, mimarlos (pagan su viaje, alojamiento y otros gastos o caprichos), financiar sus apuestas y encargarse de que abonen sus deudas. En Macao trabajan cerca de 200 junkets, aunque medio centenar aglutina el 80% del mercado. Reciben una comisión fija de la facturación de la sala que controlan (un 1,25%), o bien una parte de las ganancias totales del casino).
El Departamento de Estado norteamericano afirmaba en marzo en su informe de 2013 sobre control del narcotráfico: “La industria del juego depende en gran medida de los junkets, a los que la ley deja mano libre, y que suministran apostadores ricos, la mayoría chinos. Son muy usados por los casinos también para reducir el riesgo de impagos y sortear la incapacidad de cobrar las deudas pendientes de forma legal. El empleo de estos operadores para transferir fondos y apostar con ellos en cuentas comunes a su nombre presenta riesgo de lavado de dinero”.
En sus negociaciones con la Comunidad de Madrid, Adelson pidió que se legalizara la figura del junket y las apuestas VIP en España, eliminando así mismo la prohibición de jugar a crédito. La Ley del Juego consideraba una infracción muy grave “conceder préstamos o créditos, o permitir que se otorguen, a jugadores en los locales en que tengan lugar los juegos”. El Gobierno regional ha cambiado la norma para permitir esa práctica, fundamental para los grandes apostadores.
La empresa de Sheldon Adelson admitió a la autoridad bursátil estadounidense en 2010: “No podemos asegurar que los junkets con los que estamos asociados vayan a cumplir los estándares que exigimos, lo que puede dañar nuestra reputación y conllevar sanciones de los reguladores”. Los cables confidenciales del Departamento de Estado desvelados por Wikileaks son más explícitos: “Un tercio de la economía de Macao está controlada por los junkets. (...) Un ejecutivo del grupo empresarial de Stanley Ho aseguró que ‘todos están directa o indirectamente relacionados con las tríadas’. (...) Según dijo, China está ‘muy preocupada’ por los vínculos entre los junkets y el crimen organizado. (...) Aunque suelen evitar implicarse en actividades ilegales en Macao, añade que pueden ‘encargar el trabajo sucio’ a criminales del enclave” (cable 174891, octubre de 2008). “Líderes del sector señalan muchos agujeros legales que permiten a los junkets (y a los concesionarios de los casinos) invadir áreas grises sin temor a ser investigados. (...) El director de la agencia del juego de Macao aseguró que los beneficios de las tríadas probablemente caigan en 2009 al ritmo de los ingresos del juego, vinculando así implícitamente ambos” (cable 188484, enero de 2009).
Hace cuatro años, las autoridades del juego en el estado norteamericano de Nueva Jersey (el segundo por volumen de apuestas, por detrás de Nevada) aseguraron tener pruebas de las vastas relaciones de Stanley Ho con el crimen organizado chino, que “operaba y medraba” en sus casinos. La empresa estadounidense MGM Resorts International, la segunda del mundo en el sector del juego por ingresos, se había aliado con una de las hijas de Ho, Pansy, para abrir un casino en Macao en 2007. Tras vincular a Stanley Ho con el crimen organizado, en 2010 las autoridades de New Jersey pusieron a MGM en la tesitura de romper su alianza con el magnate y su hija (a la que consideraban bajo su égida, hasta el punto de que el 90% de su dinero provenía de su padre) o renunciar a su inversión en el estado norteamericano. MGM optó por esto último, y se prepara ahora para abrir un nuevo casino en Macao.
El informe afirmaba que “numerosas agencias reguladoras y gubernamentales han hecho mención a los vínculos de Ho con negocios criminales”. “El crimen organizado asiático penetró en el mercado del juego de Macao atraído por su crecimiento. A principios de los años 90, el enclave experimentó una ola de violencia cuando las triadas se pelearon por hacerse con el control de las salas VIP de la empresa de Ho, lo que les proporcionó acceso administrativo a los casinos, donde crearon un espacio al margen de la ley”.
Sheldon Adelson también ha tenido problemas con las autoridades estadounidenses, aunque por motivos diferentes. Si bien sus casinos de Macao no escapan de las sospechas de presuntos vínculos con el crimen organizado, el magnate estadounidense ha sido acusado de corromper a políticos chinos para medrar en ese enclave, e investigado además por supuesto lavado de dinero.
Un cable confidencial estadounidense fechado en Hong Kong en septiembre de 2009 (09HONGKONG1819) señalaba que, al contrario que sus competidores, que optaban por negociar con las autoridades de Macao, Adelson consideraba “más fructífero” dirigirse directamente al Gobierno chino, pese al riesgo de “humillar” al local. Negociar es una palabra que probablemente se queda corta: el pasado mes de marzo, la empresa de Adelson admitió ante el regulador bursátil estadounidense que “probablemente había violado” una ley federal por sobornar a autoridades extranjeras.
Adelson estaba siendo investigado tras la denuncia del expresidente de su empresa en Macao de haber sido presionado para influir de forma irregular sobre las autoridades chinas. Acusó también a la empresa de pasar por alto las actividades del crimen organizado en sus casinos. El diario The Wall Street Journal informó además hace ocho meses de que la empresa estaba siendo investigada en Estados Unidos por lavado de dinero, unas pesquisas que podrían cerrarse con una multa de 75 millones de euros, y que la propia compañía reconoció.
Al margen de sus problemas con la justicia y la rivalidad empresarial, a Ho y Adelson les une una fuerte animadversión. En otro de los cables de Wikileaks (000283), fechado en Hong Kong en febrero de 2009, el jefe del Ejecutivo de Macao achacaba a esa enemistad algunas declaraciones xenófobas de Ho: “A veces Stanley es un llorón. Pero no está en contra de los extranjeros. Sencillamente no le gusta Sheldon, y viceversa”. Ahora, ambos tendrán oportunidad de demostrarlo en España, si finalmente cristalizan sus proyectos.
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