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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El po­der del mo­vi­mien­to

Acep­ta­da la Ini­cia­ti­va Le­gis­la­ti­va Po­pu­lar, que­da sa­ber cuál se­rá el al­can­ce de las me­di­das ur­gen­tes que re­co­ge­rá el fu­tu­ro De­cre­to Ley

Ca­si un mi­llón y me­dio de ciu­da­da­nos ava­la­ron con su fir­ma la Ini­cia­ti­va Le­gis­la­ti­va Po­pu­lar que pe­día una mo­di­fi­ca­ción de la ley hi­po­te­ca­ria, y que fue apro­ba­da por una­ni­mi­dad el pa­sa­do mar­tes por el Con­gre­so de los Dipu­tados. De­ci­sión con la que es­tá de acuer­do el 87 % de los es­pa­ño­les, se­gún un son­deo de Me­tros­co­pia. Tra­du­ci­do a nú­me­ro de elec­to­res, pue­de afir­mar­se que ca­si 30 mi­llo­nes de es­pa­ño­les, es de­cir, nue­ve de ca­da diez, ra­ti­fi­can la ur­gen­cia y la ne­ce­si­dad de las me­di­das que la Ini­cia­ti­va Le­gis­la­ti­va Po­pu­lar pro­po­ne: pa­rar los desahu­cios, en­tre­gar la vi­vien­da úni­ca y ha­bi­tual pa­ra sal­dar la deu­da hi­po­te­ca­ria y pro­por­cio­nar a las per­so­nas que han he­cho uso de la da­ción en pa­go un te­cho a tra­vés de un al­qui­ler so­cial cu­ya ren­ta no su­pere el 30 % de sus in­gre­sos. Acep­ta­da la Ini­cia­ti­va Le­gis­la­ti­va Po­pu­lar, que­da sa­ber cuál se­rá el al­can­ce de las me­di­das ur­gen­tes que re­co­ge­rá el fu­tu­ro De­cre­to Ley —pa­ra re­for­zar la pro­tec­ción a los deu­do­res hi­po­te­ca­rios— que pre­vi­si­ble­men­te se apro­ba­rá en mar­zo. El de­ba­te crea­do y, so­bre to­do, la gra­ve­dad del pro­ble­ma evi­den­cian que no se­rán su­fi­cien­tes me­di­das pro­vi­sio­na­les y co­yun­tu­ra­les. En las di­fe­ren­tes com­pa­re­cen­cias que tu­vie­ron lu­gar en la Co­mi­sión de Eco­no­mía y Com­pe­ti­ti­vi­dad del Con­gre­so ha­ce po­co más de diez días, se pu­so de ma­ni­fies­to la ne­ce­si­dad de una re­for­ma a fon­do de nues­tra le­gis­la­ción hi­po­te­ca­ria, al­go en lo que tam­bién coin­ci­de un 68 % de la po­bla­ción. El ori­gen de es­te dra­ma so­cial no es el pa­ro ni la cri­sis, que, en to­do ca­so, lo han agran­da­do, el ori­gen es nues­tra re­gu­la­ción hi­po­te­ca­ria, que ha da­do un tra­to de­sigual al acree­dor y al deu­dor. Es­te úl­ti­mo se ha vis­to abo­ca­do a una si­tua­ción de to­tal in­de­fen­sión en la que, ade­más de per­der su pro­pie­dad, que­da atra­pa­do en una deu­da de por vi­da di­fí­cil de sal­dar tal y co­mo es­tá con­fi­gu­ra­do el ac­tual sis­te­ma.

La ta­sa de mo­ro­si­dad de los cré­di­tos al com­pra­dor —el 3,63 %— no pue­de ser­vir de ba­re­mo pa­ra me­dir el al­can­ce de las me­di­das que de­ben adop­tar­se cuan­do en nues­tro país la ta­sa de des­em­pleo es del 26 % y un 10,5 % de los ho­ga­res tie­ne a to­dos sus miem­bros en el pa­ro. El des­em­pleo no es la cau­sa del pro­ble­ma, pe­ro sin em­pleo y con una re­gu­la­ción hi­po­te­ca­ria in­jus­ta el en­deu­da­mien­to de las fa­mi­lias pue­de es­tar lle­ván­do­las a si­tua­cio­nes lí­mi­te de ne­ce­si­dad que pue­den y de­ben evi­tar­se. Ha­cer­lo no pon­dría en ries­go el sis­te­ma fi­nan­cie­ro, co­mo así lo ex­pre­sa­ron va­rios ex­per­tos an­te la men­cio­na­da Co­mi­sión. Es­tos han su­ge­ri­do me­di­das de ca­la­do, re­co­gi­das en el pro­yec­to de ley de 193 pá­gi­nas que es­tá pen­dien­te de ser de­ba­ti­do: el es­ta­ble­ci­mien­to de me­di­das pre­ven­ti­vas que evi­ten el so­bre­en­deu­da­mien­to y re­gu­len tan­to el pla­zo má­xi­mo del prés­ta­mo co­mo el va­lor del mis­mo, la in­de­pen­den­cia de las ta­sa­do­ras res­pec­to a las en­ti­da­des fi­nan­cie­ras, la re­ne­go­cia­ción for­zo­sa de la deu­da pa­ra que el cré­di­to re­si­dual no pe­se de por vi­da en los ho­ga­res en­deu­da­dos, una ley de se­gun­da opor­tu­ni­dad pa­ra los deu­do­res de bue­na fe y el obli­ga­do cum­pli­mien­to por par­te de las en­ti­da­des fi­nan­cie­ras del Có­di­go de Bue­nas Prác­ti­cas son so­lo al­gu­nas de las sen­sa­tas pro­pues­tas plan­tea­das.

La au­to­ría del lo­gro épi­co de que el Con­gre­so apro­ba­se por una­ni­mi­dad —y en el úl­ti­mo mo­men­to— es­ta Ini­cia­ti­va Le­gis­la­ti­va Po­pu­lar es al­go de lo que no pa­re­cen te­ner du­da los es­pa­ño­les: un 70 % atri­bu­ye la preo­cu­pa­ción y el mé­ri­to a los mo­vi­mien­tos ciu­da­da­nos, co­mo la Pla­ta­for­ma de Afec­ta­dos por la Hi­po­te­ca. Es la pri­me­ra vez que una ac­ción co­lec­ti­va li­de­ra­da por la so­cie­dad ci­vil con­cen­tra las fuer­zas de di­fe­ren­tes ac­to­res —so­cia­les, po­lí­ti­cos y ju­di­cia­les— en la de­fen­sa de un cam­bio le­gis­la­ti­vo que desafía los ar­gu­men­tos es­gri­mi­dos por la éli­te fi­nan­cie­ra pa­ra per­pe­tuar el sis­te­ma. Pa­ra­dó­ji­ca­men­te, el con­tex­to de cri­sis ha pro­por­cio­na­do unas con­di­cio­nes ob­je­ti­vas pa­ra que arrai­gue una de las his­tó­ri­cas reivin­di­ca­cio­nes de las or­ga­ni­za­cio­nes so­cia­les que —des­de ha­ce mu­chos años— ve­nían de­nun­cian­do los ries­gos y abu­sos de un sis­te­ma hi­po­te­ca­rio in­jus­to. Sin ir más le­jos, en el año 2011, en­tre las pro­pues­tas del 15M —apa­ren­te­men­te utó­pi­cas e inal­can­za­bles en­ton­ces— se en­con­tra­ba la de re­for­mar la Ley Hi­po­te­ca­ria de mo­do que la en­tre­ga de la vi­vien­da en ca­so de im­pa­go sir­vie­se pa­ra can­ce­lar la deu­da.

Los pro­ble­mas es­truc­tu­ra­les que pro­vo­can ex­clu­sión so­cial ya es­ta­ban an­tes de que se ini­cia­ra la cri­sis. Mu­chas de las de­nun­cias y las pro­pues­tas pa­ra so­lu­cio­nar­los, tam­bién, sin em­bar­go, es aho­ra cuan­do la so­cie­dad ci­vil to­ma con­cien­cia del po­der de su voz y de la im­por­tan­cia de su pre­sen­cia. Al­go es­tá cam­bia­do en el ac­tual con­tex­to de re­cor­tes y ca­sos de co­rrup­ción que pro­pi­cia unas con­di­cio­nes óp­ti­mas pa­ra que las ac­cio­nes co­lec­ti­vas se tor­nen en mo­vi­mien­tos so­cia­les ca­pa­ces de pre­sio­nar a ins­ti­tu­cio­nes y de plan­tear desafíos le­ga­les im­pen­sa­bles ha­ce dos años. Exis­te una con­vic­ción ge­ne­ra­li­za­da de que sí se pue­de cuan­do lo re­cla­ma­do y reivin­di­ca­do es una cues­tión de jus­ti­cia y de so­li­da­ri­dad.

Vio­le­ta As­sie­go es abo­ga­da

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